La belleza colonial de Sucre y el mercado de los domingos en Tarabuco

Sucre fue la primera ciudad que nos recibió en Bolivia. Pequeña, compacta, bonita, amable y encalada en blanco. Podrías sentarte en uno de los bancos de la plaza 25 de mayo y ver la vida y la gente pasar.

Dejamos las maletas en el hotel, situado muy cerca de esta plaza, que es el centro neurálgico de la ciudad, con permiso del mercado, y fuimos a dar una vuelta antes de comer. Según llegué, lo afirmé con rotundidad: me gusta Sucre. Un espacio grande, con edificios coloniales en los laterales, palmeras altísimas, y vida, mucha vida. Imposible que no te guste.

La catedral de Sucre

Pero, antes de continuar hablando de este lugar, vamos a dar unas pinceladas para ubicarla.

Brevísima historia de Sucre

La ciudad de los cuatro nombres (Chuquisaca, Charcas, Ciudad de la Plata y Sucre) es reconocida por la Constitución como la capital de Bolivia, aunque la sede del Gobierno y el Tesoro se ubican en La Paz.

Esta zona ya estuvo poblada antes de los incas por pueblos indígenas, siendo la fecha documentada como la de fundación el 16 de abril de 1540.

Dada su situación y clima, fue punto de partida de nuevas exploraciones al interior del continente, además de desarrollarse como ciudad administrativa y sede episcopal y ya, bajo reinado de Felipe II, el establecimiento de la Universidad de San Francisco de Xavier de Chuquisaca que, en la actualidad, es una de las más prestigiosas del país. Continuó ganando poder y población, alcanzando las 14.000 personas en 1639.

Casa de la Libertad, en Sucre, el museo más importante de Bolivia

Todo comenzó a cambiar cuando la citada Universidad y la Academia Carolina se convirtieron en centros de elaboración y difusión de teorías políticas que proclamaban la soberanía de los pueblos. Si a este caldo de cultivo añadimos la Revolución Francesa y las Guerras Napoleónicas, obtenemos la formación de un gobierno autónomo.

El 25 de mayo de 1809 se produce una revolución popular, que es conocida como Primer Grito de Libertad de América. Tras la derrota del gobernador, se enviaron emisarios por todo el virreinato, hasta que el 9 de julio de 1816 se firma la Independencia como provincia del Río de la Plata, aunque hubo que aguantar varios años más de lucha contra los ejércitos peruanos- realistas.

La ansiada independencia llegó el 25 de mayo de 1825 cuando se firmó el acta de fundación de la República de Bolivia.  

El 6 de agosto de ese mismo año, Bolivia se declaró estado independiente y un año más tarde Chuquisaca fue declarada capital.

Palacio del Gobierno Nacional, en Sucre

Sucre fue designada como Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 1991.

Plaza 25 de mayo

Una gran esplanada con palmeras, palomas, bancos para sentarse, vendedoras de comida, niños correteando, el monumento a Antonio José de Sucre y ganas de quedarse observando todo ese crisol durante horas.

La plaza está rodeada por los principales intereses turísticos: la Catedral, la Prefectura de Chuquisaca, la Casa de la Libertad y el Museo del Tesoro.

Y ver la vida pasar en la plaza 25 de mayo de Sucre

La catedral domina el espacio con su torre campanario, que se ilumina por las noches, y la blancura de sus muros. Se comenzó a construir en el siglo XVI, de estilo renacentista, aunque muestra elementos barrocos que se añadieron más tarde. En la torre se presentan estatuas de los doce apóstoles y los cuatro evangelistas.

Es complicado visitar la catedral porque sólo abre cuando hay misa, sin embargo, queda incluida en la entrada del Museo Eclesiástico de Sucre, que está justo al lado.

La Casa de la Libertad es el lugar en el que se firmó el Acta de Independencia de Bolivia, conservándose una copia de dicho documento. El edificio, inicialmente, era una capilla de la cercana Universidad y, hoy en día, es uno de los museos más importantes del país, además de interesante, por lo que no teníamos dudas de que era un imprescindible.

Entre los objetos expuestos, me llamaron la atención la espada de Antonio José de Sucre, que utilizó en las batallas de Junín y Ayacucho; el Salón de la Independencia, presidida por un retrato de Simón Bolívar; los restos de Juana Azurduy, una mujer militar que luchó en las guerras de la independencia, y la bandera de Belgrano, uno de los primeros símbolos de la independencia argentina, así como la Galería de los Presidentes, en la que se muestra un retrato de todos los presidentes del país, tanto los elegidos democráticamente como los dictadores.

El patio de la Casa de la Libertad

El Museo del Tesoro exhibe una muestra de metales y piedras preciosas, además de muebles y otros objetos de la época colonial. Por desgracia, no nos dio tiempo a ir.

Otros lugares que visitamos en Sucre

Saliendo de la plaza del 25 de mayo, una buena idea es callejear sin rumbo. Sucre es una ciudad pequeña, con forma de cuadrícula, resultando fácil orientarse. De esta manera, recorrimos fijándonos en cada esquina, edificio, ventana o tiendita las calles de Bolívar, Arenales, Grau o Nicolás Ortiz y descubrimos sitios como la Universidad, con un patio blanco a dos alturas o San Felipe Neri, desde donde se obtienen unas vistas de la ciudad que quitan el hipo.

El convento de San Felipe Neri es en la actualidad un colegio en el que están permitidas las visitas guiadas (y pagadas) al patio, la iglesia y las terrazas del tejado. Si ver el patio, enorme y con una fuente en el centro, es una gozada, subir a lo más alto y tener Sucre a tus pies, lo es mucho más. Por cierto, no es nada fácil encontrarlo, nos tuvimos que ir fijando muy bien en los carteles de la pared.

El patio de San Felipe Neri con los tejados de Sucre de fondo

Como somos exigentes, las vistas de San Felipe Neri no nos bastaban, así que subimos al mirador de la Recoleta. En la zona alta de la ciudad, en una plaza enorme, la de Pedro de Anzúrez, se hallan el Monasterio de la Recoleta, el museo del mismo nombre y el mirador. No teníamos tiempo para conocer el monasterio ni el museo, porque optamos por hacer lo propio con el Museo de Arte Indígena pero, antes de adentrarnos en sus salas, nos asomamos al mirador y ¡qué vistas! Eso sí que es tener Sucre bajo tus pies.

El Museo de Arte Indígena, también conocido como Museo Textil, hace un recorrido por las culturas indígenas, centrándose a las cercanas a Sucre. Queda expuesto cómo se realizan los elaborados diseños en las telas, cómo se mantienen las distintas prácticas textiles ancestrales, lo que nos indican los distintos elementos de un tejido ya terminado. Además, hay fotos, vídeos y distintos objetos arqueológicos que hacen que la visita sea amena. Es un museo pequeño que se ve a buena velocidad y, pese a que está bastante retirado del centro, creo que merece la pena.

Monasterio de la Recoleta y plaza de Pedro de Anzúrez desde el mirador de la Recoleta, Sucre

No podía cerrar este punto sin hablar del Teatro 3 de febrero. Muy cerca de la plaza del 25 de mayo, pasamos por la puerta y nos llamó la atención. No tiene una entrada especialmente bonita, simplemente, había una mujer con un puesto ambulante vendiendo palomitas y no nos terminaba de quedar claro si era un cine o un teatro, por lo que entramos a cotillear hasta que conocimos a Elvis, el director del teatro. Nos estuvo recomendando sitios que ver en Potosí, nuestro siguiente destino, nos insistió para que probásemos las salteñas de El hornito (Elvis, te hicimos caso y estaban deliciosas) y, lo que es más, nos invitó a la representación que empezaba un poco más tarde. Por desgracia, nuestros horarios de jet lag desaconsejaban “trasnochar” de esa manera, sin embargo, el agradecimiento por su enorme amabilidad y simpatía quedan recogidos aquí.

Iglesias que se pueden visitar en Sucre

Si como a mí te gustan las piedras, estás de enhorabuena, Sucre tiene iglesias para dar y tomar. Por supuesto, es inviable conocerlas todas, de algunas de ellas no pudimos ver más que la fachada o quedarnos en la puerta porque estaban dando misa o preparando las comuniones (en Bolivia, la comunión se celebra en octubre, cuando es primavera). A continuación menciono las que me parecen más interesantes y que están en pleno centro y que, simplemente, salieron a nuestro paso.

La iglesia de San Francisco está justo al lado del mercado central, así que es inevitable pasar por la puerta. Es del siglo XVI y se construyó poco después de que se fundara Sucre. Tiene una característica peculiar y es que hay unos arcos antes de la puerta principal que se alargan hasta llegar a cruzar la calle.

La fachada es absolutamente sobria y no llamaría en absoluto la atención, no obstante, hay una circunstancia que merece la pena mencionar: la campana de la libertad resonó el 25 de mayo de 1809 en el Primer Grito de la Independencia.

Iglesia de San Francisco donde resonó el Primer Grito de la Independencia, en Sucre

Pese a que la iglesia de Santa Mónica se ubica muy cerca de la plaza del 25 de mayo, lo más seguro es que no llegaras, a no ser que seas un poco cotilla y comiences a caminar alejándote del centro.

Originalmente iba a ser un convento, sin embargo, poco después de su construcción, se transformó en una escuela jesuita. Es de estilo renacentista y una de las más antiguas de la ciudad, aunque el encalado blanquísimo de su fachada pueda sugerir lo contrario. Por lo que hemos leído, en el interior se conservan pinturas originales de bastante valor pero no pudimos verlas porque ¡estaba lleno de familias preparando las comuniones! En fin, no todo se puede… También hay que confesar que nos fijamos en ella por el tumulto de gente que había en la puerta.

La iglesia de San Miguel está en la cuadra anterior a la de Santa Mónica. Son muy parecidas: en una esquina, pequeñas, encaladas. La de San Miguel destaca por la decoración de su interior, que se considera una de las más ricas de Bolivia. La pena es que no la pudimos visitar como nos hubiese gustado porque ¡estaban dando misa! Además, después de haber estado hablando durante más de una hora con Elvis, necesitábamos un descanso y estirar un poco las piernas…

La blancura de las iglesias de Sucre, en este caso, la de Santo Domingo de Guzmán

El mercado central de Sucre

Creo que si hay un lugar que suele gustar a todos los viajeros, suele ser el mercado. No me refiero a los del tipo La Boquería de Barcelona o San Miguel de Madrid, sino a los mercados tal y como eran antes del turismo masivo y las redes sociales.

Un crisol de gente, productos, tiendas, olores, sabores, colores en los que se palpaba la realidad más auténtica. En este caso, el mercado central de Sucre no podía ser menos y no defrauda ni lo más mínimo. Nos gustó tanto, que le dedicamos un par de ratos. Imposible no hacerlo.

Cuenta con un espacio de dos pisos, dividido en secciones en las que se encuentra prácticamente de todo: verduras, flores, frutas que seguro nunca habías visto, multitud de variedad de papas, carne, hierbas de todo tipo, hojas de coca machucada, tortas de cumpleaños… pero, sobre todo, se encuentra vida.

En el mercado central de Sucre se encuentra de todo

La mayoría de los puestos están atendidos por mujeres, algunas ya con bastantes años a su espaldas, que no dudan en sonreír, en enseñarte su mercancía, en contestar a tus preguntas curiosas o, simplemente, en dormitar tras una dura jornada.

Lo mejor es vagabundear por los pasillos, girar en una esquina, recorrer un trecho, fijarse en ese cartel que vende mates para todo tipo de dolencias, llegar al patio. Patio en el que, por un lado, nos reciben las chicas que preparan unos jugos de frutas de los que no te cansas; patio en el que se hace a la parrilla distintos tipos de carne y que huele que alimenta (qué pena que ya hubiésemos comido); patio en el que vi un tipo de papas que no había visto en la vida.

Si pudiera resumir esta ciudad en un solo concepto, sin duda sería el de su mercado central.

Por cierto, en los exteriores también hay muchos más puestos, sin duda, merece la pena dar una vuelta y, sobre todo, observar los lugares reservados para el parqueo de vehículos (si no decía esa palabra, reventaba).

¿Dirías que no a un jugo recién exprimido de estas frutas? En el mercado central de Sucre te están esperando

La comunidad de Puka Puka

Si un domingo estás en Sucre, no lo dudes, tienes que ir a Tarabuco, a tan solo 65km al sureste, a disfrutar del mercado que se celebra los domingos.

Antes de esto, la comunidad indígena de Puka Puka nos esperaba con los brazos abiertos, sus canciones y artesanía.

Antes de nada, en quechua, “puka” significa rojo. Dicho así, no tendría interés, pero toma su nombre del color rojizo de la tierra en la que se ubican. Reciben muy poco dinero del estado, son prácticamente autosuficientes, aunque eso no quiere decir que no necesiten más ayudas, por lo que han decidido ser ellos mismos los que organicen las visitas de los turistas.

Allí, nos reciben unos cuantos niños de distintas edades, todos vestidos con trajes típicos de la zona. Se acercan a nosotros, nos miran con esa curiosidad infantil, nos preguntan que de dónde llegamos y nos cantan unas canciones que tienen preparadas.

Puesto de artesanía en la comunidad Puka- Puka

A continuación, nos muestran cómo tejen en telares bastante rudimentarios y los patrones que suelen seguir. Y ya sabemos que en estas situaciones ocurre lo inevitable: tienen muchos puestos de artesanía esperándonos. Gorros de lana, pendientes, monederos, flautas… al final, algo acaba cayendo, pero ¿cómo no vas a comprar algo?

Antes de irnos nos tienen preparada una degustación de su comida. Los puka puka son vegetarianos (matar una vaca o cordero es muy costoso), de esta manera se alimentan, principalmente, de quinoa, cebada, papa, verduras y legumbres. Tenemos ante nosotros, varias ollas con sopas bastante espesas de distintas combinaciones de estos ingredientes para probar y estaban deliciosas. ¡Qué pena que la comida fuese más tarde en Tarabuco!

El mercado dominical de Tarabuco

Tarabuco es un pequeño pueblo, de menos de 20.000 habitantes, de mayoría indígena, cercano a Sucre y famoso por la calidad de sus tejidos. Sin más datos no parece que hubiese mucho motivo para acercarse, excepto si sabes que los domingos se celebra uno de los mercados con más vida y movimiento, ¿a que la cosa cambia?

De hecho, hasta Tarabuco llega gente de muchos lugares más o menos cercanos, para comprar y vender y, como no todo el mundo dispone de vehículo propio, se van montando en camionetas, cada una con un destino diferente y que van partiendo según están llenas.

Puestos de comida en el mercado de los domingos de Tarabuco

Muchos de los puestos de este mercado son bastante más rudimentarios que los de Sucre, en algún caso, es una persona que ha extendido un plástico o una tela en el suelo y vende su mercancía. Pimientos, papas, zanahorias de un grosor insospechado, tomates, choclo, calabazas, hojas de coca, papel higiénico, radios, baterías, cremas a base de lechuga, mochilas y ponchos de motivos geométricos, cholitas con sus dos trenzas, heladeros, carritos que llevan una parrilla y que estaban preparando carne, gente que va a su aire pero que sí que dejan claro que nada de fotos.

Me temo que esto era algo de lo que nos habían advertido: no les gustan las fotos. Si les pides una, te van a exigir que compres algo y, si te pillan haciéndola a escondidas, se pueden llegar a poner violentos. Cuidado con las cámaras.

La vida fluye los domingos en Tarabuco entre parrillas de carne móviles y puestos de verdura

Si que hay una imagen que se me ha quedado guardada en el corazón y en la memoria, ya que no hubo posibilidad de hacer foto, y es la de unas cholitas, bastante mayores, comiendo conos de helado. Hablamos con ellas, nos sonrieron y, antes de seguir, nos dijeron que nada de fotos. Toca respetar su decisión y quedarnos con las imágenes retenidas en nuestro interior.

Desde luego, las cholitas con sus helados, los niños de Puka Puka y la belleza de Sucre, la primera ciudad colonial que he visitado, se quedan guardado en lo más profundo.

***

Lee otros artículos de este viaje:

16 Comentarios