Si buscas “sueño” en la RAE, encontrarás que tiene varias acepciones. Por ejemplo, acto de presentarse en la fantasía de alguien, mientras duerme, sucesos o imágenes. Es la idea que todos tenemos cuando escuchamos “esta noche he soñado con”. Otra acepción, que podemos relacionar con soñar despiertos, sería cosa que carece de realidad o fundamento, y, en especial, proyecto, deseo, esperanza sin probabilidad de realizarse.
Desde mi punto de vista, creo que esta última suena bastante pesimista y desesperanzadora, parece el cuento de la lechera, como si estuviese echando cuentas de en qué me gastaría un primer premio de la Primitiva. Se puede soñar despierto con algún proyecto que tengamos entre manos y que ese proyecto salga adelante.
Desde un punto de vista más psicológico, los sueños suelen ser una representación de nuestro día a día, de nuestros miedos, obsesiones, gustos o tan solo algo que hemos visto o escuchado. No voy a empezar a hablar del significado o interpretación de los sueños de manera general, entre otros motivos, porque no tengo la formación ni los conocimientos necesarios, sin embargo, como persona a la que apasiona viajar, puedo afirmar que muchas veces he soñado con viajes. Creo que no hace falta ser muy avispado para relacionar ambos conceptos.
Seguro que a vosotros, si os gusta viajar, os ha pasado más de una vez. Vamos a hacer un repaso por esos sueños viajeros, pero los que se tienen dormidos, que he tenido en los últimos años.
Georgia, el país, no el estado de EE.UU.
Esto es lo que dije hace ya unos cuantos años cuando soñé con visitar Georgia. Un sueño totalmente lúcido, de los que, según te despiertas, necesitas unos segundos para darte cuenta de que estás en tu casa y no por ahí, de vacaciones.
En ese momento, creo que fue en 2013, casi todas mis vacaciones se centraban en Europa, con la incursión en Marruecos y EE.UU., los grandes viajes y destinos exóticos me estaban esperando y, sinceramente, nunca se me había ocurrido visitar Georgia. ¿Por qué? Pues porque no se nos ocurre, no tenemos información o, simplemente, otras prioridades.
Ese sueño lo cambió todo. Llegué a la oficina y conté a mis compañeras que había soñado con ir a Georgia y, para puntualizar, añadía que el país, no el estado de EE.UU. porque, por aquel entonces, no se oía nada de turismo por Georgia ni Armenia.

En cuanto tuve la oportunidad, empecé a buscar información en internet y la luz se hizo. Es verdad que no era uno de los destinos más conocidos ni demandados, pero ya había alguna cosilla relativa a esta antigua república soviética y, además, complementado con visitas a Armenia.
Como creo que hay sueños que están destinados a cumplirse, me propuse ir a Georgia, el país, no el estado de EE.UU., sin embargo, aún no ha salido la oportunidad. Tengo que empezar a tachar ya destinos del listado…
Eslovenia irrumpe con fuerza en el radar
El sueño sobre viajar a este pequeño país centroeuropeo fue más o menos coincidente en tiempo con el de Georgia. En este caso, Eslovenia tampoco era un lugar de los del top 10 que me llamara la atención, al margen de haber visto distintas fotos del Puente de los Dragones de Liubliana.
Era mi época de urbanita convencida y Eslovenia no es un destino que asociemos con grandes urbes o turismo cultural, sino todo lo contrario. Creo que la mayoría de nosotros, cuando escuchamos Eslovenia, además de pensar automáticamente con el Lago Bled, se nos viene a la cabeza hacer trekkings y naturaleza.
Y nada, te levantas una mañana preguntándote “¿he soñado con recorrer Eslovenia?” y la respuesta es afirmativa. Bueno, pues habrá que informarse.

Conozco a pocas personas que hayan estado y a unas cuentas que lo tienen en su lista de pendientes. Las que han estado coinciden con dos puntos fundamentales: es una preciosidad y, los vuelos desde España, tremendamente caros. Los que lo tienen en la lista de pendientes es, principalmente, por el elevado precio de los billetes.
Al contrario que con Georgia, sí que he tenido planes concretos para conocer este destino. Fue en el verano de 2022, y teníamos un listado de tres posibilidades. La palma se la llevó Escocia, pero es que había que elegir.
En ese momento, los vuelos a Liubliana costaban un absoluto dineral, aunque el que nos llevó a Edimburgo tampoco se quedó corto. Mirando por internet, en distintas páginas y en el estupendo foro de Los Viajeros se recomendaba volar hasta Zagreb, Venecia o Budapest y, desde ahí, coger un tren o autobús hasta Liubliana y, por sorprendente que parezca, sale bastante más económico.
Por no complicarnos tanto la vida y perder tiempo, porque, no nos engañemos, pese a ahorrar dinero, es una pérdida de tiempo, optamos por Escocia.
La idea de recorrer los parajes de Eslovenia (y conocer ya de paso la Península de Istria en Croacia, como era la idea original de esas vacaciones) me ilumina la cara y, al mismo tiempo, me echa para atrás, ya que está demasiado cerca y tengo activado el modo “cuanto más lejos, mejor”. ¿Iré a Eslovenia? No tengo la más mínima duda.
Méjico, destino relacionado con la infancia
No he estado en Méjico, nadie en mi familia es de origen mejicano y, sin embargo, es un destino que me ha acompañado desde que era pequeña. ¿Por qué? Porque estudié en el colegio público de mi barrio, el Colegio Público Méjico.
Mucha gente me preguntaba si era una especie de liceo mejicano o si dependía de la embajada. No era el caso, simplemente, es su nombre. Desconozco por qué se llamó así o quién lo decidió, pero en Madrid también existen el Colegio Perú, el Colegio Portugal o el Colegio Ciudad de Roma, entre otros.
Creo que mi destino está unido a Méjico. El que fuese una palabra que me acompañase desde mi más tierna infancia la convirtieron en familiar y ya, cuando era algo más mayor, me quería informar sobre Méjico.

Es un destino que me atrae y, como parece que en los últimos años, la seguridad ha mejorado notablemente, ¿por qué no? La idea de conocer Méjico DF, las ruinas mayas, bañarme en un zenote, la península de Baja California (que no sé el motivo que consigue que me llame poderosamente la atención) o celebrar el Día de los Muertos me apasiona. Y un día, llegó ese sueño viajero nocturno. No recuerdo exactamente lo que sucedía ni dónde estaba, sólo tengo claro que era Méjico. Tengo que dejar de luchar contra el destino e ir sin dudarlo.
Para este verano, era uno de los que estaban en la lista. La parte mala es que los días de vacaciones nos tenía totalmente delimitados y no tenía la opción de moverlos para coincidir con un tour que había visto. Mala suerte, Méjico y yo tendremos que seguir esperando para conocernos mutuamente, aunque no tengo ninguna duda de que lo haremos.
Gorilas en el corazón de África
Tuve una compañera en el recorrido por Islandia que había hecho el Gorila Trek y afirmaba que era increíble.
Según vas reuniendo información, alucinas: países que jamás se cruzaron por tu imaginación (Uganda y Rwanda), una naturaleza avasalladora y, sobre todo, gorilas de montaña.
Quedan menos de 900 individuos en estado salvaje y está en la lista roja de la UICN de especies en peligro de extinción. Por eso es un viaje complicado, exclusivo y, sí caro, aunque no es el que más.
Desde que escuché hablar de él, no he tenido la más mínima duda de que lo quería hacer. Una noche soñé con esa ruta. Fue un sueño alucinante, casi podía sentir que me encontraba en mitad de la selva. Lo más curioso es que lo hacía junto a una pareja con la que coincidí en el safari por Kenia y Tanzania y con la que hice buenas migas. El sueño era tan real que asustaba. Llegué a coger el teléfono para escribirles y contarles el “suelo premonitorio” que había tenido y si se apuntaban ese verano a hacerlo. Como hacía tiempo que no hablábamos, me dio un poco de corte escribir para algo así. Hola, ¿qué tal estáis? ¿Os venís a Uganda a ver gorilas? Sonaba un poco raro.

Pero, entre las ganas que tenía/ tengo a esa aventura y que opino que no se puede luchar contra determinados sueños o ilusiones, el Gorila Trek es uno de mis imprescindibles. Lo mejor de todo es que se lo he propuesto a mi partner in crime y le ha gustado la idea, aunque él lo denomina monkey party.
El maldito COVID y que otros destinos han ido saltando a la palestra han pospuesto viajar al corazón de África en busca de gorilas de montaña, y sé que lo haremos. Hay sueños que tienen que convertirse en realidad.
Malta, un cruce de civilizaciones y culturas
Desde hace ya un tiempo vengo valorando Malta como destino. No para el verano, porque el calor sería excesivo y puede conseguir que lo odie, sin embargo, para ir una Semana Santa, me parece que es uno de esos lugares que encaja perfectamente. No queda lejos, se puede conocer en pocos días sin la sensación de que te estás perdiendo muchas cosas y no parece que sea demasiado caro, aunque últimamente, todo está por las nubes.
Si a esto añadimos que hace unas semanas estuve siguiendo los stories en Instagram de Viajeros Callejeros por este país insular, se alinearon los planetas para que sucediese. Como es fácil de suponer, soñé que iba a Malta.
Ver ese Mediterráneo tan turquesa, esas playas que, mágicamente, no estaban abarrotadas, el skyline de La Valeta, perderse entre las callejuelas de esta ciudad, los nombres tan peculiares de distintos lugares que hacen complicado que los pronunciemos, los distintos yacimientos arqueológicos que, por cierto, vaya precios tienen… en mi sueño, todo era perfecto. Y creo que es así como me imagino Malta, aunque la realidad me está esperando para darme un guantazo.
No termino de tener claro si ahora mismo es uno de esos lugares que está saturado y que haríamos bien en dar un descanso (Barcelona, Venecia, Ámsterdam, Oporto, Dubrovnik, por mencionar sólo unos pocos) o si está tan lleno de gente y demandado como cualquier otro. Tendría que informarme antes porque los destinos demasiado saturados me agobian y pierden todo el encanto o las ganas que pueda tener. En cualquier caso, el sueño con Malta terminó de animarme para que lo considere como destino y no caiga en el olvido.
Escritora de guías de viaje
Dejo para el final los dos sueños que más ilusión me han hecho. El primero de ellos, del que voy a hablar a continuación, es de hace bastante años y me levanté tan emocionada que se lo conté a todo el mundo, especialmente a las personas que sé que lo valorarían.
En el sueño, la filial española de Lonely Planet me contrataba para escribir una guía sobre España. ¡Toma ya!
No sé con qué criterio ni en qué se basaban ni por qué me contrataban a mí, al final, los sueños, sueños son. Sería la primera guía de nuestro país en español que, hace años, a excepción de algunas comunidades o ciudades (Madrid, Barcelona, Andalucía o Canarias) no había nada de esta editorial en nuestro idioma, así que el reto era considerable. ¡No podía quedar mal!

Me imagino que tendría que pedir una excedencia en el trabajo para irme a recorrer cada una de las provincias, conociendo ciudades y pueblos, haciendo rutas senderistas, probando comidas y hoteles, informándome de peculiaridades, fiestas o distintos problemas que merezcan la pena ser reseñados.
No recuerdo el motivo, pero pedía ayuda a mi amiga Marisol, que estaba dispuesta a dejarlo todo y venirse conmigo, a cambio de darle un porcentaje de lo que me pagaban.
Lo único malo de este sueño es que acabó.
Regreso a El Centenillo varias décadas después
El Centenillo es una pedanía en la zona jienense de Sierra Morena. Cuando yo era pequeña, mis padres compraron una casa en este pueblo. No nos une nada con El Centenillo ni con Jaén, ni somos originarios de ninguna zona cercana. Entonces, ¿cómo terminaron en una zona como ésta? Como en la familia somos madrileños, castizos y gatos, no sabemos lo que es tener pueblo y, ante el reto de pasar el verano en Madrid con una niña, optaron por esta compra, donde unos familiares o conocidos de ellos habían comprado también una.
Por distintos motivos, varios años después, vendieron la casa, no obstante, una parte de mí se ha quedado en ese pequeño rincón. Sólo he vuelto una vez más a El Centenillo. Fue hace muchos años, en un puente de mayo que fuimos por Jaén y, a la vuelta, aprovechamos para desviarnos y dar una vuelta. Apenas tengo recuerdos de esa visita. Al margen de esto, mi único contacto con “mi pueblo” ha sido cuando, en viajes por la carretera de Andalucía, llegas al desvío.

Hace unas semanas, soñé que volvía a El Centenillo. El pueblo estaba totalmente cambiado: era más grande, había mucha gente, con muchos negocios pensados para turistas y muchos bares y restaurantes, además, eran las fiestas, por lo que la jarana estaba garantizada.
Me levanté tan feliz, que comencé a buscar información. Es cierto que el pueblo se ha rehabilitado, de hecho, hay un par de casas rurales con muy buena pinta, además de algún que otro bar y restaurante con buenas reseñas. Le han dado esa vuelta para centrarse en turismo de naturaleza y senderismo.
Cerca de Despeñaperros, zona de pasado minero, pueblos más conocidos como Linares, La Carolina o Guarromán cerca, el Parque Natural de la Sierra de Andújar y ¡las Navas de Tolosa! Lugar famoso por una batalla ocurrida en 1195 y con un museo que se dice que es muy interesante.
Ese mismo día se lo conté a Javi y se mostró muy interesando en ir. Espero poder contar pronto que hay sueños (viajeros) que se hacen realidad y poder hablar de mi adorado Centenillo.
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