Este mes viajamos a una de las zonas más bonitas de París, Montmartre, y lo hacemos de la mano de una de las películas que la ha retratado de manera más mágica, Amélie, Jean- Pierre Jeunet, 2001.

Amélie Poulain es una joven soñadora que vive sola en este barrio parisino y trabaja en un café de la misma zona. Tras una cadena de acontecimientos, decide que va a hacer todo lo que esté en su mano, y a través de distintas estrategias, para que la gente de su alrededor sea feliz.
Pero nadie se preocupa de Amélie y no es consciente de su soledad hasta que conoce a Nino, un chico tan solitario y soñador como ella, y con el que se van esquivando, voluntaria e involuntariamente, por las laberínticas calles de esta ciudad.
París siempre apetece
No necesitamos ninguna excusa para ir una y otra vez a París. Da igual las veces que hayamos estado, el encanto que tiene, sus avenidas, las casas de arquitectura Haussmann, la torre Eiffel, sentarse en un café o en la ribera del Sena a ver la vida pasar es algo que apetece siempre.

He estado ya cinco veces en esta capital y tengo ganas de más. La última fue en 2013 y el mono parisino se empieza a notar. Cada vez que veo una película o serie rodada aquí, suspiro “qué ganas de volver a París” y, si encima lo veo en una película tan amable y sencilla como es Amélie, muchas más.
En su día, la película fue un auténtico éxito y, cuando se publicó en DVD, tuve la suerte de que mis padres la pudieran conseguir y fuese un regalo de Reyes, porque se agotó enseguida.
Ya podía pasear por Montmartre todas las veces que quisiera, ya podría viajar (mentalmente) a esta ciudad y admirar el Sacré Coeur, tener París a mis pies (esta basílica se encuentra en lo alto de una colina y las vistas que se tienen son un escándalo), ya podría soñar con perderme entre sus calles y no salir nunca de allí.

El Montmartre de Amélie
Cuando fui en 2008, la sombra de la película todavía era alargada y era fácil encontrar por internet páginas en las que se desvelaban gran parte de los escenarios que se ven en el filme, algunos de ellos no tan a la vista ni conocidos: el café Les deux moulins, donde Amélie trabaja; la tienda del señor Collignon, donde va a comprar; distintas paradas de metro por la zona, como la de Lamarck- Coulaincourt o Abbesses; la casa donde vive nuestra protagonista o el sex shop en el que trabaja Nino.
Con todos los puntos apuntados en un listado y señalizados en un mapa en papel (era 2008 y no había internet en los móviles), el día en el que estaba planificada la visita a este distrito, incorporé algunas de estas localizaciones.
Cuando llegué a Les deux moulins, ¡no me lo podía creer! Estaba como en la película, no se había cambiado nada, excepto en la pared del fondo, que hay una foto enorme del cartel de la película. Y, por si no se podía pedir nada más a la vida, había sitio en barra para sentarse y tomar algo. Me hubiese encantado que fuese en la mesa delante del cristal sobre el que escribía el menú, que estaba ocupada por otra fan de la película. No se puede tener todo lo que queremos.

No recuerdo lo que pedí, pero sí que no era caro. Caro para lo que podría haber sido, claro, teniendo en cuenta que era uno de los escenarios reales de una de las películas francesas recientes que más éxito había tenido. Volví también en mi siguiente viaje que, por desgracia, es el último, en 2013, y el café seguía idéntico.
Sin embargo, lo que fue una decepción fue la frutería: habían hecho todo lo posible para hacerse notar como localización de Amélie y las fotos quedan muy poco auténticas, como de cartón piedra.
Estación de Porte des Lilas
Cabe destacar que hay dos puntos que no se van a encontrar nunca y es que, fans de la película, la cabina en la que Nino recibe una llamada al lado del carrusel no existe y sólo ha existido en ese momento de la película, lo que no quita para que el carrusel y, sobre todo, la basílica del Sacré Coeur merezcan la pena subir hasta ese lugar.
El otro punto es la parada de metro de Abbesses: a pesar de que en la película veamos sin ninguna duda que ésa es la estación en la que están y el metro de París tenga un toque anticuado encantador, siento decir que la parada real de Abbesses no es así.
La escena se rodó en la estación fantasma de Porte des Lilas, en una zona cerrada al público desde 1939 y que, por lo tanto, se mantiene con la estética de la época y que se alquila para distintos rodajes, pudiendo cambiar los letreros del nombre de estación según las necesidades.

He estado buscando sobre si se puede visitar la estación y mala suerte, a no ser que estés trabajando en un rodaje, la estación está totalmente cerrada al público general, salvo el Día del Patrimonio, que se abre para todos. Pese a este contratiempo, con todo lo que tiene París para disfrutar y admirar, no dejes que te desanime.
Aunque hoy en día es fácil encontrar blogs en los que se detallan cada una de las localizaciones de esta película, la mayoría se trata de entradas antiguas: la película sólo es una, no hay segunda parte, ni se ha hecho serie, por lo que los escenarios son los que son, eso no cambia, lo que no puedo garantizar es que algunos de ellos sigan como los vimos en la pantalla o como recuerdo yo, pero creo que regresar a París y volver a Montmartre hacen que merezca la pena correr el riesgo. ¿O no?

Saturación en Montmartre
En mi opinión, hay una zona, quizás la más conocida y turística, que creo que hay que evitar: la plaza de Tertre.
Como ya conté en Imprescindible o trampa para turistas, el lugar está saturado y ya estaba así en 2002 y 2008, años en los que fui, mucho antes de Instagram o distintas redes sociales, por lo que disfrutar del entorno, recorrer los puestos o curiosear entre los retratos es absolutamente imposible, por no hablar de que los pintores te hacen sentir como una cartera andante, o que te puedas encontrar que te han hecho un retrato sin tu permiso y que te obligan a pagar. Pero ¿qué es una pequeña plaza en la inmensidad de Montmartre?
Sigamos los pasos de Amélie y de Nino o no, éste es un distrito que no te puedes perder cuando visites la capital francesa. En la parte baja, Pigalle, la zona más canalla, llena de sex shops y donde encontramos el célebre Moulin Rouje.
Subiendo, calles y callejuelas en las que es fácil perderse, edificios que no tienen nada que ver con el resto de la ciudad, pequeños portales, plazoletas, girar y encontrarte ese rincón. Andar, pasear, disfrutar, admirar, no querer irte nunca. Eso es París para mí.
Como en anteriores ocasiones os dejo la crítica de la película en Filmaffinity.
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