Descubre Montauban: otra joya del sur de Francia

No nos engañemos, pocas de nosotras habíamos oído hablar de esta pequeña ciudad francesa antes de leer esto. Yo me incluyo en el inmenso grupo de las que no la habíamos puesto en el mapa. ¿Y por qué la añadimos al recorrido?

La primera vez que quedamos Lidia y yo para trazar este viaje, seleccionar lo que más nos interesaba y realizar un primer esbozo, ella afirmó con vehemencia “quiero ir a Montauban”. Por contexto, se trataba de una ciudad que estaba en la zona y, al situarla en el mapa, la localizamos a tan solo 40 km al norte de Toulouse.

“Claro, vamos a Montauban”. Pensé que esta ciudad era importante para ella por algún motivo: escenario de cualquier película, serie o novela que le haya gustado, lugar de nacimiento de alguien conocido o a quien sigas, pero no, como comprobé más tarde.

Obra La vague, de Patrick Berthaud, en las calles de Montauban

En la guía había un apartado sobre esta pequeña urbe, aunque no se señalaba gran cosa. Buscando por internet, sólo encontré otro blog en la que se mencionase y ofrecía algunos puntos que merecen la pena.

Antes de llegar a esto, vamos a dar unas breves pinceladas para ubicarla.

Brevísima historia de Montauban

Montauban, capital del departamento Tarn y Garona, fue fundada en 1144 por el conde de Toulouse y se convierte en la primera bastida de la historia. Situada en una meseta sobre la confluencia de los ríos Tarn y Tescou y del arroyo Lagarrigue, lo que le proporciona protección natural y sirvió de refugio a la población de las cercanías, por lo que rápidamente se excedieron los límites de las murallas. 

Hacia 1560 Montauban se suma a la Reforma protestante, lo que se tradujo en el saqueo e incendio de construcciones católicas.

En los siglos XVII y XVIII se inicia una metamorfosis que supone la demolición de las murallas, el acondicionamiento de los muelles y la creación de paseos poblados de árboles, lo que le otorga una apariencia clásica que la sigue acompañando en 2024. También se urbanizan los suburbios y se comienzan a construir hôtels particuliers (mansiones privadas) por parte de comerciantes y fabricantes.

Apariencia clásica en la Plaza Nacional de Montauban

En el siglo XIX, la modernización continúa y se construyen nuevas vías públicas, dando más espacio a la ciudad y favoreciendo la circulación, además de plazas y plazoletas y de edificios de inspiración neoclásica en pleno centro.

Ya en el siglo XX, sufrió una inundación catastrófica en 1930 que destruyó barrios aledaños al Tarn y, al mismo tiempo, acogió a miles de españoles que huían de la Guerra Civil y el franquismo y es aquí donde está enterrado Manuel Azaña, presidente de la Segunda República Española. En la actualidad, es una de las comunas más extensas de Francia y viven algo más de 55.000 personas, además, ha sido calificada como Ciudad de Arte e Historia, Ciudad Turística y Ciudad Gastronómica

Planificación del último día de viaje

Dado que el vuelo a Madrid era a las 21:30, teníamos todo el día para dedicárselo, con la posibilidad de regresar a Toulouse con tiempo y dar una vuelta. Si regresábamos a primera hora de la tarde, tienes que ir corriendo, aceleras los planes y, al final, todo se queda a medias; si lo dejas para última hora de la noche, terminas haciendo tiempo, por no decir perdiéndolo.

Bueno tenemos un día completo y llegamos al aeropuerto con tiempo. O eso creíamos nosotras. Lo primero, Iberia, de manera unilateral y con un mes de anticipo, cancela nuestro vuelo y nos reubica en el de las 17:30. O pinchamos en aceptar o nos dan un vale por el importe de lo que nos ha costado el billete para que compremos otro cuando nos venga bien.

No hemos empezado las vacaciones y nos han quitado 4 horas. Y, entre otros motivos por qué lo hacen: porque les sale gratis. Contacté con el seguro y me respondieron que ellos sólo gestionan retrasos; busqué información por internet y, en resumen, no tenemos derecho a nada porque han avisado “con tiempo”, encima tenemos que dar gracias porque el vuelo sea por la tarde y no por la mañana, lo que nos hubiese quitado todo un día de vacaciones. Ya pasó una historia más o menos similar cuando volé a Albania, pero a la inversa: retraso de tres horas que les sale gratis y que no te dan ni un café. En fin, toca rehacer planes.

Seguíamos teniendo toda la mañana libre, volver a Carcassonne no tenía mucho sentido, volver a Toulouse y hacer tiempo por allí, podría haber sido una idea, sin saber qué hacemos con el coche y, dado que Lidia tenía interés en Montauban, no se hable más, vamos a Montauban. Nos toca madrugar, desplazarnos, ver la ciudad por la mañana en unas pocas horas, comer allí y volver al aeropuerto para dejar el coche de alquiler. Y así hacemos.

Y no sólo escultura. La source de MOG, en Montauban

Como ya hemos comprobado, el tiempo en Francia es bastante cambiante y se experimentan las cuatro estaciones dentro de un mismo día: del día radiante con el que salimos del hotel de Carcassonne a las nubes negras que comienzan a acompañarnos en nuestro trayecto por carretera. Hasta que comienza a llover, justo cuando entramos en Montauban. Y no una lluvia fina o llevadera con paraguas, sino un chaparrón de los que calan.

Habíamos localizado un parking gratuito muy cerca del centro, pero si dejábamos el coche e íbamos andando nos pondríamos como una sopa, por mucho paraguas que llevásemos. Optamos por dar una vuelta con el coche para hacer tiempo, somos así de optimistas y, cuando regresamos al parking, se hace la magia: deja de llover, se alejan los nubarrones y, ante nosotras, un cielo azul. Comienza la visita.

Llegada a Montauban

Subimos por las escaleras y llegamos a Allées du Consul Dupuy, donde en seguida alcanzamos a la Catedral de Notre Dame.

Construida por orden de Luis XIV para reafirmar el catolicismo en el que había sido un feudo protestante, estamos ante un templo grande, sobrio, de paredes blancas y estatuas de los evangelistas en el tejado. En resumen, todo lo contrario a lo que nos habíamos estado encontrando en el viaje hasta ese momento. Y diferente también porque está cerrada a cal y canto. Habíamos podido entrar en todas las iglesias que salían a nuestro paso, excepto en la de Montauban. Damos la vuelta, buscando alguna puerta lateral, y nada. Y es una pena, entre otros motivos, porque en sus paredes cuelga uno de los cuadros del pintor montanbanais Jean- Auguste- Dominique Ingres más importantes: El voto de Luis XIII.

Catedral de Notre Dame en Montauban

A la vuelta, buscando información, en las reseñas de Google, la última que se refiere al interior es de 2019, parece que las obras de un parking cercano han provocado grietas en las paredes y, por precaución, se ha decidido cerrar, sin que haya fecha prevista de apertura.

Este pequeño percance no nos desanima y vamos directamente a la oficina de turismo, que se ubica bastante cerca, en el antiguo colegio de los Jesuitas.

Para sorpresa nuestra, nos atienden en un español perfecto y nos dan un folleto bastante completo en nuestro idioma. Sé que varios habréis visitado Occitania, pero para los que no, al ser fronteriza y con muchos descendientes de españoles, nuestro idioma se habla bastante. Eso sí, la sonrisa se tuerce un poco cuando le confirmamos que sólo estaremos unas pocas horas. Nos recomienda visitar el Museo Ingres, sin embargo, si entramos, nos veremos nada más. Se trata de elegir y optamos por recorrer las calles.

Ruta por el centro de Montauban

Con el mapa que nos han dado en turismo, optamos por hacer el tour propuesto. Son varios puntos, cercanos entre sí, que se hacen andado cómodamente. En una mezcla de propuestas y saliendo del camino trazado, metiéndonos por callejuelas, parándonos en frente de un edificio que “no venía en el mapa” y que nos gustó, conseguimos hacer una ruta bastante maja de una ciudad que me terminó sorprendiendo.

El primero es el mismo en el que ya estamos, el antiguo colegio de los Jesuitas, hoy es sede de distintos organismos. El hôtel particulier en el que se ubica fue adquirido por los Jesuitas en 1676 con la intención de instalar un colegio y una capilla. Nos tenemos que conformar con el exterior, que resulta bastante austero. Como curiosidad, este edificio sirvió de fundición para cañones durante la Revolución Francesa y volvió a su actividad original en 1961.

Volvemos a pasar por la Catedral y seguimos nuestro camino hasta otro edificio de ladrillos que, pese a que tenemos que ver de lado y tras la verja, las columnas de este mismo material me llaman la atención. Se trata del Hôtel Mila de Cabarieu y debe su nombre al militar que lo adquirió en 1777. Aunque se conserva la decoración original de finales de ese siglo que llevó a cabo el padre de Ingres, el hôtel no está abierto al público, lo que no quita para que nos asomásemos y exclamásemos “qué bonito”.

Las columnas de ladrillo del Hôtel Mila de Cabarieu

También pasamos por el Ayuntamiento, la Mairie, otro hôtel particulier que ha tenido varios propietarios: desde el obispado hasta el presidente de la Cour des aides, unas cortes soberanas del Antiguo Régimen Francés (el anterior a la Revolución Francesa). Al ser un edificio público, suponemos que se puede entrar, pero dado que nosotras vamos de turismo y hay gente trabajando, no encontramos sentido hacerlo.

Nos desviamos un poco de la línea recta para ir al Convento de los Carmes. En la actualidad, la iglesia está dedicada al culto protestante y el resto del edificio es sede de distintos servicios, como el Conservatorio de Música. Así que, según nos acercábamos, pudimos escuchar como una mujer cantaba acompañada del piano. Decidimos pasar al claustro, un lugar pequeño y muy tranquilo que recuerda a la Plaza Nacional, como comprobaremos unas horas más tarde.

Se va acercando la hora de comer y, como estamos cerca del río, acordamos visitar los puentes y la ribera izquierda antes de buscar un sitio.

El claustro del Convento de Carmes, en Montauban

Los puentes sobre el río Tarn

Como hemos visto en otras ciudades del recorrido, suele haber dos puentes: el Nuevo y el Viejo y, en Montauban, no iba a ser menos.

Cruzamos a la otra orilla por el Puente Nuevo, que se abrió a la circulación en 1913 y consiguió aliviar a la población que tenía que sufrir los atascos que se producían en el único puente existente en la ciudad. El Puente Nuevo es obra de Simon Boussiron que determinó levantarlo con una estructura de hormigón armado, al contrario de las modas de la época que apostaban por el metal, además consiguió que el puente aguantase las crecidas del río.

Llegamos al barrio de Villebourbon, llamado así en honor a Enrique IV, primer rey Borbón, que unió dos suburbios en uno solo protegido de una fortificación dotada de bastiones. Dado que se halla al lado del río, no tardan en instalarse molineros, tintoreros y fabricantes de paños, por lo que nos encontramos con toda una orilla llena de hôtels particuliers. La visión del conjunto es muy armónica, sin embargo, conviven dos realidades: la de edificios o pisos abandonados o muy dejados, junto con otros que se han rehabilitado y es evidente que vive gente en ellos.

Casas a las que mudaría sin dudarlo, en el barrio de Villebourbon, en Montauban

No es difícil imaginar que la adquisición y rehabilitación de un edificio así, o de sólo una parte, no es barato, lo que puede explicar que haya tanta vivienda vacía en el área. Los que tienen terraza con vistas al río se convirtieron en mis favoritos y cualquiera de ellos fue directo a la “lista de pisos que me compraría si tuviera dinero infinito”. Qué se le va a hacer, tengo ojo de rica.

Tras alucinar con las vistas de la ciudad que se obtienen desde esta orilla y con las casas, vemos recomendado en maps un sitio para comer. Es un pequeño bistrot, de los de formula y plato del día a unos precios de risa. Sin dudarlo, hacemos en este momento la parada y, mientras que comemos pollo asado con patatas, charlamos con la dueña, una mujer ya jubilada hija de un español, que llegó a Montauban huyendo de la Guerra Civil, aunque confiesa con algo de vergüenza que no habla absolutamente de esta lengua. Para compensar, nos explica, que su hijo sí que lo hace y que viaja bastante a nuestro país.

Cuando terminamos, cruzamos por el Puente Viejo, que está en obras, en las que dos artesanos, porque no se les puede llamar de otra manera, están modelando una a una las piedras que forman las aceras del puente. En la antigüedad, este puente contaba con torres de protección y formaba parte del dispositivo de defensa.

El pont Vieux sobre el río Tarn, visto desde el barrio Villebourbon, en Montauban

Ya en la otra orilla, pero en dirección contraria al centro, llegamos a los conocidos como conventos de la ribera Montmurat, que se establecieron tras el restablecimiento de la paz religiosa (1619). Pasamos por el antiguo convento de las Clarisas, el de los Carmelitas y el de los Capuchinos. Ninguno de ellos mantiene su función original.

En el mismo río Tarn se halla la isla de la Pissote, un lugar excepcional para el anidamiento de aves y que sirve, durante la primavera, de hogar a una colonia de reproducción de distintas especies.

Jardín de Plantas y museos Ingres y Victor Brun

Muy cerca del centro y bajando por unas escaleras semi ocultas, es esconde uno de los pulmones verdes de Montauban: el Jardín de Plantas. Con una clara inspiración en jardines románticos, se inauguró en 1861 y es un gustazo pasear entre sus árboles y arbustos de todos los continentes entre los que se mezclan estatuas, niños correteando, gente que pasea sin prisa o que, simplemente, se sienta en un banco a ver la vida pasar. Me gusta mucho el uso y disfrute que se da a los parques en otros países de Europa: cuidados, para los vecinos, con la mera finalidad del esparcimiento y sí, porque es posible salir a la calle y hacer algo que sea gratis.

Montauban es un museo de escultura al aire libre y el Jardín de Plantas es un buen ejemplo

No muy lejos, se sitúan dos museos de los que Montauban presume: el Museo Ingres y el Victor Brun.

Cuando empecé a revisar los distintos puntos de interés de Montauban, el Museo Ingres estaba en los imprescindibles. Como amante del arte, no podía dejar pasar un lugar así y, pese a que no es uno de los pintores de primera línea, no podía no visitarlo. Pero no, ya sabemos que lo que se desea y lo que luego ocurre no tienen por qué seguir en la misma dirección. Con el regreso a Madrid a las 21:30, nos daba tiempo de sobra; con el regreso a las 17:30, no. Como he explicado en la introducción, no tuvimos la más mínima duda en lo que queríamos priorizar: conocer Montauban y, la verdad, no me arrepiento.

El Museo Ingres es la niña bonita de la ciudad, allá donde consultes, lo vas a ver recomendado y creo que no es para menos. Ubicado en un antiguo hôtel particulier, hizo las veces de Ayuntamiento, aunque se transformó en museo a lo largo del siglo XIX. No sólo acoge la obra de Ingres, sino también las esculturas de Emile- Antoine Bourdelle y una muestra de arte europeo de los siglos XVII y XVIII. Y yo me lo perdí…

El Museo Victor Brun hace un recorrido por las Ciencias de la Tierra y la Vida, teniendo una de las colecciones de pájaros más importantes de Europa en cuanto a variedad y estado de conservación. También se exponen fósiles, minerales y restos de un meteorito que cayó cerca en 1864.

Ya nos estamos acercando al final de la ruta propuesta, la Plaza Nacional, pero antes, nos encontramos por el teatro Olympe de Gouges y la iglesia de Saint Jacques.

Street art que representa a Olympe de Gouges, realizado por MOG en 2018

Desde mediados del siglo XVIII, Montauban dispone de una sala de espectáculos. Cuando ésta se quedó pequeña, hubo que reconstruirla y se tomó como inspiración las de Italia. En 1878 se inauguró la Plaza de Lefranc de Pompignan, a la cual, se añadió una fachada nueva en 1930. Fachada inspirada en la Plaza Nacional, con bajorrelieves alegóricos del Baile, la Música, la Poesía y la Comedia.

En la actualidad el teatro Olympe de Gouges está ubicado en una plaza muy tranquila, con unas fuentes cercanas con unos caños muy “teatreros”, con street art cercano bastante colorido y llamativo y justo al lado del Puente de los Cónsules que, pese a no pasar por encima de un río, las casas y las terrazas que allí se ubican pasaron a la lista de “casas que tendré cuando mi presupuesto sea infinito”.

Por cierto, Jean- Jacques Lefranc de Pompignan fue el fundador de la Academia de Ciencias, Letras y Artes y padre de Olympe de Gouges, autora de la Declaración de Derechos de la Mujer y de la Ciudadana en 1791. Toda una feminista que murió guillotinada tras la Revolución Francesa. Os comparto este artículo de Focus on women sobre esta mujer tan apasionante y adelantada a su época.

Desde aquí, callejeando y sin cansarnos de ver ladrillo rosado, ventanas pastel y puertas con encanto, caminamos hasta la iglesia de Saint Jacques. Se trata del único vestigio medieval conservado en la ciudad y llama la atención por la torre y campanario de estilo tolosano. En la fachada aún se pueden ver las huellas de las balas de cañón del sitio de 1621, así como un mosaico del siglo XIX, que no es algo que se suela ver en la fachada de una iglesia.

Iglesia de Saint Jacques, con campanario de estilo tolosano y un peculiar mosaico, en Montauban

La Plaza Nacional

Y ya llegamos al punto más importante, el centro neurálgico de Montauban: la Plaza Nacional. Centro de la vida pública, con funciones comerciales desde la Edad Media, todas las calles convergen aquí. Fue destruida dos veces, curiosamente, en el mismo siglo, en los años 1614 y 1649, y dos veces reconstruida.

Se trata de un conjunto armónico y compensado, en ladrillo, como no podía ser de otra manera, con arcadas que, pese a lo que pusiésemos pensar, no son todas iguales y cada una de ellas corresponde a la anchura de su respectivo edificio. Bajo los tejados, hay pistas de sus propietarios y fechas de construcción y, tras las puertas, aquello que no vemos y que se sabe que se salvó de los incendios, como una galería renacentista y patios interiores decorados con galerías y torres. No estoy segura de si se puede pasar o no, me imagino que se tratará de viviendas u oficinas privadas, ¡se podría estar un día entero descubriendo todos sus rincones y recovecos!

En lugar me gustó mucho y mira que, siendo europea, he visto unas cuantas plazas de este tipo, no obstante, creo que ésta es una de las que se lleva la palma. No es ni mucho menos la más grande, ni siquiera la más bonita, pero tiene ese algo, ese je ne sais quoi tan francés. Te pones en una de las esquinas y tienes toda una perspectiva de arcadas que encajan unas dentro de otras, como si de una matrioska se tratara.

Las arcadas como matrioskas en la Plaza Nacional de Montauban

Y, en los bajos comerciales, ¿qué se encuentra? Principalmente, hostelería, aunque, también, una tienda libros de segunda mano o de regalos. Recorrimos todos los soportales, son fijamos en cada comercio, en los que los precios ni lo que vimos está orientado al turista, sino al vecino que pueda ir de manera habitual, al igual que el resto de la ciudad.

Creo que este aspecto es lo que hace que la Plaza Nacional me haya gustado tanto: se centra en sus habitantes, no se oye griterío, negocios con una calidad por la que sabes que no te están estafando por llevar una cámara de fotos en una mano y un mapa en la otra. La vida del día a día. Cuánto se echa de menos… ¿Debería desvelar este secreto o quedármelo para mí?

Valoración de Montauban

Está enteramente construida en ladrillo rojo. Grandes ladrillos porosos que silban suavemente cuando se les ordena, apilándolos secos unos sobre otros.

Émile-Antoine Bourdelle, extracto de una carta inédita.

Creo que no se puede definir mejor esta ciudad de tonos rojizos que es tan desconocida para la mayoría de viajeros.

Se trata de una ciudad pequeña, cómoda, las calles están muy cuidadas y limpias. Apenas hay turistas, aunque es verdad que es un miércoles laborable, tan sólo nos cruzamos con un par de parejas francesas de mediana edad, que se nota que están de paso, igual que nosotras. Por el tipo de comercio que hay, no hay nada orientado “a los que vienen de fuera”: nada de tiendas de imanes y postales o de bares y restaurantes con precios desorbitados. Resulta muy acogedor.

Sin embargo, no nos engañemos, es fácil pensar que es más de lo mismo: edificios de ladrillo de pocas alturas, con ventanas y contraventanas pintados de colores claros, calles tranquilas, detalles que captan nuestra atención. Pese a esta repetición, Montauban tiene ese algo, esa chispa que consigue que tenga más luz de la que pudiésemos llegar a pensar. Por otro lado, es fácil suponer que, si los folletos turísticos los tienen traducidos en varios idiomas, es porque hay demanda, es decir, la visitan turistas, además, se hallan paneles explicativos por las calles delante de los principales monumentos y edificios que también están en español.

El ladrillo rojo de Montauban, que tanto gustaba a Émile- Antoine Bourdelle. En la foto, uno de los accesos de la Plaza Nacional

Si hay más visitantes, nosotras no los hemos visto, ni tenemos la sensación de que se les esté esperando, de hecho, el ver a los vecinos sentados en terrazas en la misma Plaza Nacional, donde los precios son considerablemente más baratos que en otras ciudades en las que hemos estado y, en algún caso, que los de Madrid, a mí me indica que los montaubanaises están encantados de lo que tienen y, si se mantiene en secreto, mejor.

Tampoco quiero llevar al engaño o a generar unas expectativas sobredimensionadas: es una ciudad pequeña y cuca, pero no es la quintaesencia ni te estás perdiendo “El Lugar” por no ir.

Balance del viaje por Occitania

Cuando termino un viaje, me gusta hacer un balance, sobre todo si se trata de uno que he organizado yo, al margen de alguna agencia. Por temas prácticos, esta vez he optado por incluirlo en un apartado de este post, en vez de sacar uno independiente, que se iba a quedar demasiado corto.

La región de Occitania es enorme, por lo que, cuando vas con el tiempo limitado, como era nuestro caso, vas a tener que dejar puntos de interés fuera y establecer un planning diario realista, teniendo en cuenta los tiempos de desplazamiento y, muy importante, los horarios de cierre. Siento decir que los horarios de Francia no son los de España, parece que estamos un poco malacostumbrados.

El destino me ha gustado mucho, en general, ha estado a la altura de las expectativas. Aunque ya había estado en Toulouse varios años antes, no me ha importado lo más mínimo, para poder volver a recorrer lugares que ya estaban confundidos, cuando no perdidos, en la memoria. Además, volver a Francia siempre es un placer: buen vino, buen queso y poder desempolvar mis conocimientos del idioma, que parece que no estaban tan oxidados como me imaginaba. Porque me temo que este punto es importante: en Francia se habla francés, como en España se habla español.

Desde hace muchos años he escuchado a gente quejarse de las malas maneras de los franceses que se negaban a hablarles en inglés (¿y si no lo hablan?). Esfuérzate en aprender unas pocas palabras básicas y te aseguro que, si empiezas con un bonjour, la situación será diferente respecto al hello.

Ladrillo, casas bajas y contraventanas pastel, denominador común en Occitania. En la foto, calle típica de Montauban

Por otro lado, creo que la planificación que hemos hecho ha sido correcta y estaba compensada, buscando alternativas cercanas por si un día se nos quedaba corto, el tiempo no acompañaba, había algo cerrado o, simplemente, nos apetecía hacer otra cosa. Lo único que cambiaría sería el poder pasar en Toulouse un día más o, por lo menos, una mañana más, antes de coger carretera. Lo que tiene hacer tu propio viaje.

Hemos tenido sorpresas inesperadas, como Montauban o la abadía de Fontfroide, otras esperadas, Carcasona o Albi y, por desgracia, lugares que me dejaron un poco chafada, como Foix o la abadía de Lagrasse, sin embargo, no las sacaría del itinerario si tuviese que volver hacerlo: Foix era algo personal que me acompañaba desde hace muchos años y la abadía, pues si aparece como imprescindible en todos los lugares que consultas, ¿dejas de ir? Por no hablar de la cantidad de pueblecitos, que apenas aparecen en los mapas, y que iban saliendo por carretera a nuestro paso. En más de uno optamos por parar donde se pudiese para bajar y dar una vuelta.

También creo que hemos tenido suerte con los días elegidos (en Semana Santa no es festivo en Francia, salvo el lunes de Pascua, y creo que no en todas partes), por lo que no nos hemos sentido agobiadas en cuanto a número de turistas. Y, por si no fuera poco, el tiempo a acompañado: aunque tuvimos que sacar el paraguas en algún que otro momento puntual, en general, el cielo azul nos acompañaba y, sabiendo cómo estaba el tema en España, estuvimos mejor allí que aquí.

Capítulo aparte merecen los precios. Ya sabemos que Francia son más elevados que en España y, si a esto le añadimos lugares turísticos, el coctel puede ser explosivo. Pese a que en algún lugar la clavada fue maja (Narbona está muy arriba en el listado de lugares más caros en los que he estado), en otros conseguimos compensar, yendo a lugares más retirados y comprando en supermercado. Cuando el presupuesto no es infinito, si quieres estar más días, tienes que recortar de algún sitio.

Como ya he dicho, nos hemos dejado muchos puntos por ver, así que puede ser una buena opción para otro año en esas fechas. Digo yo que se puede ir dando una vuelta a la Semana Santa del año que viene, ¿no? Ideas, tengo ya unas cuantas.

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