Recorrido por los mejores ejemplos de arquitectura soviética en las ciudades de la antigua URSS

No sé por qué, pero desde hace años siento un especial interés hacia la antigua URSS. Cuando estudiaba la carrera, en la asignatura de especialidad que cursé relativa a Áreas económicas internacionales, fue el tema que más me gustó y, al mismo tiempo, el más complejo de estudiar y de intentar entender. Tranquilos, que no voy a soltar un rollo sobre economía soviética ni de su evolución.

Sin embargo, no sólo me llamaba la atención desde un punto de vista económico, sino que tenía muchas ganas de visitar un país de lo que había sido el antiguo bloque comunista. Comprobar con mis propios ojos el estado actual de lugares que habían pertenecido a un gigante que había dejado de existir cuando yo era niña y no tenía capacidad para comprender las implicaciones de la caída del Muro de Berlín.

Estatuas de Marx y Engels en el Marx- Engels- Forum de Berlín, parque creado por la RDA en 1986

La primera ciudad visitada fue Sofía y, poco a poco, fueron cayendo otras. Muchas de ellas tienen características comunes en lo que se refiere a urbanismo o arquitectura, especialmente, las que son más nuevas, o fuera de sus centros históricos. Avenidas larguísimas, aceras anchas y un tipo de edificación muy peculiar, que horroriza y fascina a partes iguales, en la que el hormigón era la base de todo.

Arquitectura y urbanismos soviéticos

Las ciudades se erigían basándose en tres aspectos fundamentales: colectivismo, planificación central y monumentalidad.

La era estalinista (1924- 1953) estuvo marcada por la construcción de edificios icónicos, como el Palacio de los Soviets, sin embargo, evidenció una falta absoluta de servicios esenciales para la población, como vivienda. Este déficit se tradujo en la obsesión por la construcción masiva de vivienda, implementando microdistritos o viviendas prefabricadas en las que primaba la practicidad. Edificios de hasta seis alturas, conocidos como jrushovkas, que resultan todos iguales.

Jrushovkas, edificios todos iguales, en Riga

Tras la muerte de Stalin, la eficiencia se convierte en el eje central de las construcciones y presenciamos el nacimiento de las brézhnevkas. Moles de hormigón que pueden tener hasta 17 pisos de altura en los que cada apartamento estaba dividido en varias habitaciones y solía ser compartido entre varias familias. Se crearon barrios clónicos, grises, sin vida, con fachadas sucias. Edificios que parecen colmenas con aspecto de búnker.

No sólo se construyeron bloques de viviendas porque, si hay un aspecto que caracterizaba a la URSS era la propaganda. Pasear por algunas calles de estas localidades que siguen manteniendo trazas de este pasado supone ver mosaicos en las que se ensalzan la vida comunista o a alguno de sus dirigentes. La Madre Patria presente en todas partes glorificando a trabajadores, agricultores, mineros o cosmonautas.

Uno de los muchos monumentos dedicados a Marx en Moscú

Y, por supuesto, que no se puede no hablar de los monumentos. Construidos en su mayoría tras la II Guerra Mundial con una geometría imposible, difíciles de explicar y de entender, difícil dejar de mirarlos.

Vamos a hacer un recorrido por las ciudades de la antigua URSS que he visitado.

Moscú, la capital de las capitales

Aunque no fue la primera ciudad soviética que he conocido, me parece justo que sea de la que primero hable. Moscú, la capital de las capitales, la capital de todo el bloque comunista. Se dice pronto.

Es fácil localizar en la Plaza Roja el mausoleo de Lenin, obra de Alexéi Shchusev, terminado en 1930. Según el autor, que el monumento esté escalonado simboliza que la causa de Lenin seguía viva.

La Torre de Shújov es otro de los símbolos soviéticos más conocidos. Con 160m de altura, sirvió para instalar trasmisores de radio, primero, y de televisión, más tarde, en un proyecto aprobado personalmente por el mismo Lenin.

Sede del antiguo Comité de Planificación Económica y Coordinación de la URSS, el Gosplán, en Moscú

Un edificio es el hoy conocido como Rascacielos de Stalin o Siete Hermanas. Un complejo de siete rascacielos, concebidos para conmemorar el 800˚ centenario de la capital. Por fuera son prácticamente iguales, aunque tienen usos totalmente distintos: desde ministerios, hasta la Universidad de Moscú, pasando por casas particulares u hoteles. Como curiosidad, cada uno fue diseñado por un arquitecto diferente.

Si hay un lugar asociado al urbanismo comunista en Moscú, sin ninguna duda, es el metro. La primera línea de 13 estaciones fue inaugurada en 1935 y varias de éstas parecen palacios diseñados por los mejores arquitectos de la época: molduras, mosaicos, lámparas de araña. El sobre nombre del “Palacio del pueblo” era bien merecido.

No me gustaría cerrar este apartado sin hablar de la sede de la Lubianka, uno de los lugares que más miedo y escalofríos debían producir en la población. Lubianka es el nombre del cuartel general de Servicio Federal de Seguridad, que sustituyó al antiguo KGB.

Arte socialista en el metro de Moscú

Pese a lo estético de su exterior, de tipo neobarroco que iba a ser la sede de la Compañía Aseguradora de Rusia, fue incautado por el Estado y le dio otro fin bien distinto. En la actualidad, entre otros, podemos encontrar el Museo de la KGB.

Si quieres saber más sobre la arquitectura soviética de Moscú, te recomiendo este artículo de Condé Nast Traveler y este otro de Russia Beyond.

Berlín, una ciudad entre dos mundos

Como ya sabemos, Berlín quedó dividido en dos tras la II Guerra Mundial. Un muro que no sólo separó una ciudad, sino también familias, sueños y estilos y proyectos de vida. Todo sería radicalmente opuesto si vivías en Berlín Oeste, bajo administración aliada, o en Berlín Este, de la Unión Soviética.

Desde un punto de vista turístico actual, gran parte de lo que vayas a visitar en la capital alemana está en lo que se consideraba Berlín Este: el Reichstag, los museos de la Isla de los Museos o Alexanderplatz.

Centrándonos en su pasado soviético, la torre de la televisión de Alexanderplatz reina sobre el skyline berlinés. Erigida en 1969, era el símbolo de Berlín Oriental, que quería mirar hacia el Oeste desde las alturas. Mide 250m y sigue siendo la cuarta torre de comunicaciones más alta de Europa. El poderío del que quería presumir la RDA se les volvió en contra porque, cuando el sol brilla, se refleja en la cúpula de acero inoxidable formando una cruz y siendo conocida en la RFA como la venganza del Papa. 

La venganza del Papa fue terrible. La torre de televisión en Alexanderplatz, Berlín

Siguiendo con nuestro recorrido, llegamos a Treptower Park, a orillas del río Spree y era una de las mayores zonas verdes del lado Oriental, una característica en las ciudades soviéticas. Está dominado por el Monumento de Guerra Soviético, un conjunto que conmemora la victoria sobre el nazismo. La escultura principal del monumento mide 12m de altura y representa a un soldado cogiendo en brazos a una niña.

Siguiendo los monumentos, no nos podemos olvidar del Memorial a los Soldados Soviéticos, muy cerca de la Puerta de Brandemburgo, que representa a todos aquellos soldados soviéticos que lucharon por la liberación fascista de Berlín.

Comentábamos que una de las características del urbanismo soviético es la existencia de amplias y largas avenidas y la Karl-Marx-Allee es el ejemplo perfecto.

Construida entre 1952 y 1961, era el eje principal de Berlín Este y contaba con multitud de edificios de apartamentos a ambos lados, alguno de los cuales de hasta 13 pisos. Mide 2km de longitud y recorrerla, aunque sea en parte, nos lleva a zonas no tan céntricas de esta capital por las que parece que no ha pasado el tiempo.

Monumento de guerra soviético, en Tiergarten, Berlín

Decir Berlín es sinónimo del muro. Imposible visitarlo y no ver la East Side Gallery o la doble hilera de adoquines marcando por dónde pasaba. La East Side Gallery es una galería de arte al aire libre en la que se conserva buena parte de las pintadas que se hicieron sobre el muro. Asimismo, hay diseminados fragmentos del muro más pequeños.

Como en el caso de Moscú, quiero cerrar este apartado hablando del antiguo cuartel general de la Stasi, convertido en museo, en el que se exhiben los métodos de vigilancia, entre otros, de la antigua policía secreta. Es recomendable complementarlo con la prisión de la Stasi. Creada inicialmente por los soviéticos para procesar a presos, fue entregada a la Stasi, que adoptó los mismos métodos de tortura, interrogatorios y cautiverio. Oficialmente, esta prisión no existía y, en los mapas de la época, había un espacio en blanco en el lugar que ocupaba.

Si te interesa leer más sobre la arquitectura soviética de Berlín, os recomiendo este artículo de La Vanguardia.

Sofía, arte soviético en cada esquina

Sofía fue bombardeada por los aliados durante la II Guerra Mundial, lo que concedió vía libre a los gobernantes posteriores a diseñar una ciudad (y un país) al más puro estilo soviético, ya que, tras la finalización de la contienda, se convirtió en un país socialista y perteneciente al COMECON (Consejo de Ayuda Mutua Económica).

El edificio que más llama la atención es la Antigua Sede del Partido Comunista. De un tamaño impresionante, situado en la Plaza de la Independencia, en pleno centro de Sofía. En la actualidad acoge despachos gubernamentales.

La antigua sede del Partido Comunista en Sofía. Imposible ser más soviético

Por supuesto que no puede faltar un Monumento al Ejército Soviético, levantado tras el décimo aniversario de la liberación del país por parte de las tropas soviéticas. La estatua que lo corona representa a un soldado caminando delante de un hombre, una mujer y un niño.

Sin embargo, cuando visitas Sofía, no hace falta llevar un mapa que marque cada punto en el que hay un edificio o monumento soviético, sino que basta con llevar los ojos abiertos. Es muy frecuente encontrar por las calles y parques estatuas de la época comunista (las que no han sido trasladadas al Museo de Arte Socialista) o mosaicos en las paredes.

Además, la ciudad y sus afueras está plagada de bloques humildes, sencillos, con pocas plantas en algunos casos, que tienen el reconocible aspecto de las colmenas de hormigón anteriormente mencionadas.

Si todo esto te sabe a poco, el Museo de Arte Socialista es tu lugar. De las dos veces que he estado en Sofía, no lo he visitado en ninguna de ellas: la primera, porque todavía no se había inaugurado (fue en 2011) y, la segunda, por desconocimiento absoluto, porque me enteré de la existencia de este lugar a la vuelta a casa, aunque, siendo sincera, tampoco me hubiese dado tiempo a ir.

Jardín del Museo de Arte Socialista de Bulgaria. By Иван – Own work, CC BY-SA 3.0, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=18204973

El museo da la bienvenida con la estrella roja de cinco puntas que coronaba la Antigua Sede del Partido Comunista. El jardín reúne buena parte de las estatuas y distintas obras de arte soviético que decoraban las calles. En el interior, se pueden ver pinturas de temática soviética, así como carteles propagandísticos.

Praga y Budapest también pueden ser brutalmente bellas

Creo que no hay ninguna duda si afirmo que Praga es una de las ciudades más bonitas del mundo. Pasear entre las calles, las plazas o los puentes del centro histórico es retroceder varios siglos de historia, no obstante, dado que la actual República Checa, Checoslovaquia por aquel entonces, era miembro del COMECON la impronta soviética tenía que dejar huella.

Por suerte, no es tan visible como en otras urbes, aunque en las afueras es fácil encontrar paneláky, como son conocidas las colmenas de casas iguales que han sido pintadas, en muchos casos, para dejar atrás el monótono y triste gris.

Vista de tristes, aburridos y monótonos paneláky en Praga. Foto de Samura Silva en Unsplash

Si pensamos que nos vamos a ir de Praga sin haber sido golpeados por el brutalismo, estamos muy equivocados, ya que, la nueva sede del Museo Nacional, ubicada al lado de la plaza de Venceslao es un ejemplo de aquella época.

Para saber más sobre la arquitectura soviética de Praga, te recomiendo este artículo de Condé Nast Traveler.

Al contrario que Praga, Budapest no tuvo tanta suerte, arquitectónicamente hablando. En una misma ciudad conviven la magnificencia del Castillo o el Parlamento junto con la hoy conocida como la Casa del Terror, Memento Park o el Monumento a la Ocupación Soviética.

La Estatua de la Libertad de Budapest conmemora la liberación de Hungría a manos de la Unión Soviética

Como en otras capitales, la Casa del Terror se ubica donde estaba la sede de la Gestapo, primero, y la AVO, policía secreta húngara, más tarde.

El exterior impresiona: decorado con cadenas y fotos de detenidos y víctimas, además de un techado que proyecta la palabra TERROR en la fachada. Muchas habitaciones se conservan tal cual estaban en la época: celdas, salas de interrogatorios y de tortura que jamás deberían haber existido.

El Memento Park es un museo al aire libre en el que se exponen todas (o casi todas) las estatuas de la época comunista situadas en las calles de Budapest. Estatuas de Marx o Lenin, entre otras de obreros, soldados, ensalzando la amistad soviético- húngara o de mártires se exhiben para que, entre otras cosas, no olvidemos nuestro pasado.

Otros lugares de Budapest en los que buscar la herencia soviética son el cementerio Kerepesi, con esculturas y monumentos que homenajean al comunismo y las tumbas de distintos líderes del partido; o la Estatua de la Libertad, en lo más alto de la colina de Gellért, erigida en 1947 en memoria de la liberación de Hungría a manos de los soviéticos.

Otros ejemplos de arquitectura soviética en Tallín, Riga y Tirana

Tallín, con su casco histórico medieval que hace las delicias de todo el que lo recorre, no escapa tampoco de mantener algún resto soviético. En este caso, Linnahall. Construido para acoger las pruebas olímpicas de vela durante los Juegos Olímpicos de Moscú en 1980, es una mole de hormigón antes conocido como Palacio de Cultura y Deportes Vladimir Ilich Lenin de Tallin. En la actualidad, está prácticamente en desuso y las autoridades no terminan de ponerse de acuerdo sobre qué hacer con él.

Estado actual de Linnahall, en Tallín. Foto de Kirke Põldsamm en Unsplash

Otro lugar que hay que tener en cuenta en Tallin es el hotel Viru. Una mole de “tan sólo” 23 plantas, con ese aspecto soviético que da el hormigón. En hotel se abrió en 1972 y, sorprendentemente, el ascensor sólo tenía 22 botones. ¿Por qué? Porque, oficialmente, una planta no existía: aquí se ubicaba el centro de espionaje de la KGB que, además de espiar a los estonios, hacía lo propio con los turistas. En la actualidad, sigue funcionando como hotel y el piso 23 es un museo sobre la temida KGB.

Si has visitado Riga, uno de los elementos que más te habrá llamado la atención es la Academia de Ciencias de Letonia. Construida como la Universidad de Lomonosov de Moscú entre 1951 y 1961, se conoce como “tarta de cumpleaños de Stalin”. La estructura es de hormigón armado y está decorada con símbolos de la época, tales como, hoces y martillos.

Tirana es la capital de un país, Albania, con una historia reciente demasiado movida. La época comunista comenzó en 1944 y mantuvo relaciones con otros países del Bloque hasta 1961, para aliarse más tarde con China y, a continuación, romper relaciones con todos.

Los pocos años de relaciones soviéticas dejaron su impronta en lugares como el Museo Nacional, con un mosaico en la fachada que ensalza figuras de la historia albanesa. En la misma plaza en la que se ubica, encontramos también el Palacio de Cultura, una inmensa construcción de hormigón, de los que ya hemos visto anteriormente como ejemplo claro de la arquitectura estalinista.

La plaza Skanderbeg, en Tirana, al más puro estilo soviético

Tashkent, arquitectura soviética para reconstruir una ciudad

Sí, la URSS llegó hasta el océano Pacífico y, aunque los ejemplos de arte y arquitectura soviéticos no son tan claros como los que se puede ver en Europa, hay ciudades que quedaron inevitablemente marcadas por este urbanismo.

Tashnekt, capital de Uzbekistán es, desde mi punto de vista, una ciudad desangelada y repleta de contradicciones: por un lado, edificios tradicionales y minaretes como los que se encuentran en otras urbes del país, por otro, inmensas avenidas, jardines y bloques de pisos al más puro estilo soviético que surgieron tras el terremoto que la asoló en 1966.

Un lugar que llama la atención dentro de esta última categoría es el Bazar de Chorsu, con su cúpula del característico color turquesa. Se tiene que notar que estamos en Asia.

La cúpula turquesa del Bazar de Chorsu, en Tashkent

Otros puntos que consiguen que no olvidemos el paso soviético por aquí son el Hotel Uzbekistán es una inmensa mole de cemento con más de 250 habitaciones; el Monumento al Valor, dedicado al terremoto y muestra a un hombre intentando proteger a una mujer y un niño; o el Palacio Istiklol, también conocido como el Palacio de la Amistad entre los Pueblos, un imponente edificio blanco que funciona como sala de conciertos.

Si hay algo que evidencia que Tashkent ha sido capital de una antigua república soviética es el metro, sin duda, uno de los más bonitos del mundo. Cúpulas, ornamentación y mosaicos ensalzando personalidades de la URSS o distintos aspectos de la vida, estaciones que parecen museos. Al contrario que el de Moscú, las estaciones no son especialmente profundas pero, también en este caso, las escaleras mecánicas se dividen un varios tramos o personas vigilando cada uno de ellos.

Ulán Bator, la arquitectura soviética llega al Extremo Oriente

Asociamos Unión Soviética a las repúblicas que están en el Este de Europa, quizás, por cercanía geográfica, sin embargo, dado que Mongolia sólo hace frontera con dos países (Rusia y China), no es de extrañar que fuese parte de la URSS y sí, entre pagodas, gers, y la más absoluta nada de la estepa, también floreció el urbanismo soviético.

Salvo honrosas excepciones, Mongolia no puede presumir de ciudades históricas, con monumentos y construcciones de varios siglos de antigüedad, por lo que las urbes y pueblos que se visitan, o por los que tan sólo se pasa, tienen ese toque socialista: calles en forma de cuadrícula, anchas y largas avenidas, parques y algún otro mural que permanece imperturbable.

Sin nos centramos en Ulán Bator, su capital, la céntrica plaza de Sukhbaatar está presidida por el imponente Parlamento. Se trata de un mastodonte, renovado recientemente, diseñado por dos arquitectos soviéticos. En los otros laterales de la plaza, vemos más edificios gubernamentales y teatros, con ese toque que traslada a varias décadas atrás.

El Parlamento de Mongolia en la plaza de Sukhbaatar

Muy cerca de la estación de tren de la que sale el Transmongoliano, en la avenida Narnii, se ubica un museo al aire libre en el que se exponen locomotoras de épocas anteriores, muchas de ellas con retratos de Stalin o la hoz y el martillo como elemento característicos.

Si quieres encontrar arquitectura soviética por las calles de Ulán Bator, lo mejor es vagar sin rumbo y fijarte en los distintos edificios. Desde bloques de apartamentos, hasta estaciones de tren, teatros o el que acoge la sede del Partido Revolucionario del Pueblo de Mongolia.

Hasta aquí, el recorrido por la arquitectura soviética que me he ido encontrando la viajar, un tipo de arte que gusta y espanta a partes iguales. Sé que todavía me queda mucho por ver, no sólo en capitales, sino también en ciudades y pueblos, así como monumentos diseminados por el territorio, como puede pasar en Bulgaria. Espero que pueda haber segunda parte.

PD. Según tenía terminado este artículo, me di cuenta de que se me había olvidado mencionar otra ciudad que tiene mucho que aportar a este tema: Bratislava. Queda apuntado.

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