Nuestro recorrido por Bolivia continúa, después de dedicar cuatro días al altiplano, con unos paisajes marcianos alucinantes, de los que no te crees que puedan existir, volvemos a una ciudad. Dejamos atrás el sentirnos solos en el mundo, en el que el silencio se ve roto por los motores de los 4×4, y la inmensidad, el caos y las multitudes de La Paz nos dan la bienvenida.
No os voy en engañar, comparada con Sucre o Potosí, dos urbes coloniales con un centro histórico Patrimonio de la Humanidad, que huelen y saben a Historia con mayúsculas y en las que te puedes mover sin problemas a pie, nos encontramos con que La Paz es lo opuesto, en todos los aspectos que te puedes imaginar: gente que aparece de la nada, no hay semáforos, se dan cita todas las manifestaciones inimaginables, ruido, caos, un teleférico que es el principal medio de transporte público… y encanto, mucho encanto.

Sé que suena contradictorio, pero ya he comentado alguna vez que tengo debilidad por ese tipo de ciudades en las que nunca sabes qué va a ocurrir cuando gires la esquina. Como pueden ser las del Este asiático o las de los países musulmanes, y en las que La Paz encaja perfectamente en este perfil.
La amas o la odias, y yo estoy en el primer grupo.
Antes de comenzar con la visita, vamos a dar algunos datos sobre ella.
Brevísima historia de La Paz
La Ciudad de Nuestra Señora de La Paz fue fundada por Alonso de Mendoza en 1548, que tenía la orden de proteger el mercado de metales preciosos entre La Plata, Potosí y Lima.
Inicialmente, se ubicaba en lo más profundo de un valle y, dado que quedaba protegida del frío clima del altiplano, estaba a medio camino de las ciudades mencionadas y había minas de oro en los alrededores, tenía muchas papeletas para prosperar.
A comienzos del siglo XIX, con los primeros gritos de independentismo, se registraron levantamientos contra la Corona española. Una vez que la independencia fue un hecho, en 1825, el departamento de La Paz fue creado por Decreto Supremo.

Con el tiempo, La Paz se ha convertido en un centro cultural y social, además de ser la ciudad más poblada del país, con una población de más de 755 mil habitantes y, el área metropolitana, que incluye más municipios, alcanza el 1,8 millones. Es la capital de facto de Bolivia, y aquí está el Gobierno, mientras que Sucre es la capital constitucional.
Está situada a una altura promedio de 3650 msnm, lo que la convierte en la ciudad más alta del mundo y, gracias a los múltiples miradores que hay, se obtienen unas vistas de la Cordillera Real de los Andes que quitan la respiración.
Plaza de Murillo, el centro neurálgico de La Paz
La plaza de Murillo es la principal de La Paz y uno de sus centros neurálgicos. Si estuviste atento a las noticias en julio de 2024, con el intento de golpe de estado, es probable que te suene porque es aquí donde se hallan los edificios más importantes de la administración boliviana: el Palacio de Gobierno, el Palacio Legislativo y el Gobierno Departamental de La Paz.
Sin embargo, lo que más llama la atención es la estatua de Pedro Domingo Murillo, héroe mártir boliviano, y las miles de palomas que campan a sus anchas, buscando las migas que mucha gente les echa.
Lo que más me gustó de esta plaza es la vida que trasmite, gracias a todas las personas ahí sentadas, observando el tiempo pasar, otros que conversan, niños que juegan, vendedores de helados con sus carritos, el caos circulatorio en las calles cercanas. De estos sitios en los que te sentarías durante horas, simplemente, a mirar. O a buscar curiosidades, por ejemplo, el punto que señala el km 0 en Bolivia.

En la plaza también se puede ver la Catedral Metropolitana. Pese a lo que podríamos pensar, es un edificio nuevo, construido en 1835, de un tamaño inmenso, provisto de columnas macizas, techos altísimos y paredes de bastante grosor. Con toda esta información visual, podríamos pensar en un interior muy rico, pero no: el altar es bastante sencillo y las figuras son similares a las que hemos visto en otras iglesias: resultan demasiado violentas y sangrantes y, en algún caso, tienen un toque kitsch bastante peculiar.
El edificio con aspecto colonial se corresponde con el Museo Nacional del Arte, uno de los principales del país, en el que se exponen obras representativas de distintas épocas artísticas, así como otras temporales de arte contemporáneo. El edificio es precioso, de color arenisca rosa, de los pocos que quedan en La Paz. Nosotros no pudimos visitarlo por falta de tiempo, con lo que me gusta el arte…
Por si tenéis la suerte de visitar este museo, os dejo su página web con toda la información práctica y todas las actividades que organizan.

No muy lejos de aquí, se ubica la plaza de San Francisco que, en el momento de nuestra visita, estaba totalmente levantada por obras. Lo más notable que vamos a encontrar aquí es la basílica de San Francisco, de 1548, con una fachada decorada con motivos florales típicos de la zona, como piñas o chirimoyas, además de rostros con rasgos indígenas. A este tipo de corriente artística se la conoce como barroco andino o mestizo. Al estar la plaza en obras, no pudimos más que ver esta fachada desde cerca, sin la perspectiva que da la distancia.

Por esta zona, además de todos estos monumentos, de lo que más disfruté fue callejear. Las calles Comercio, Sucre o Potosí son perfectas para coger el pulso a una ciudad tan grande. Ver a la gente pasar, a vendedores ambulantes, seguir el olor de unas salteñas recién hechas y, sin duda, para cuestionar los datos oficiales de población. ¡No me creo que vivan menos de 2 millones de personas!
Los museos de la calle Jaén
Al contrario que Sucre o Potosí, La Paz no se caracteriza por tener un centro histórico colonial, sino que son pocos los edificios que quedan de este estilo. La excepción, a parte del museo que acabamos de mencionar, se encuentra en la calle Jaén que, sin duda, es de las más bonitas y, pese a no ser demasiado larga, nos llevó un rato recorrerla, ya que nos íbamos fijando en los detalles de sus edificios, cada uno de un color diferente.
Esta calle, además de por su belleza, es conocida por albergar cuatro museos: el Museo Costumbrista Juan de Vargas, el Museo de Metales Preciosos, la Casa de Murillo y, mi favorito de todos por lo llamativo que resulta, el Museo del Litoral, en el que se exponen mapas históricos que justifican las reclamaciones bolivianas de Antofagasta y de la Segunda Región de Chile.

Pasamos dos veces por esta calle y las dos nos encontramos los museos cerrados a cal y canto, por lo que no pudimos visitar ninguno. Por las descripciones de las distintas colecciones, el más interesante me parece el Museo de los Metales Preciosos, en el que se exhiben obras precolombinas en oro, plata y cobre, varias de ellas desenterradas en Tiahuanaco, yacimiento arqueológico del que hablaré en un post futuro.
En la calle Jaén también hay alguna tienda de recuerdos con souvenirs de bastante más calidad y, por tanto, precio más elevado, que los del Mercado de las Brujas, además de tiendas en las que venden ropa para el frío de marcas europeas
Bajando por la calle Indaburo, hay varios edificios de tipo colonial, aunque en un estado algo decadente. También se halla el Teatro Municipal Alberto Saavedra, el centro de Amigos de la Ciudad y el Museo de Etnografía y Folklore, uno de los mejores de la ciudad.

El Mercado de las Brujas
Antes del viaje, cuando empecé a mirar la documentación, uno de los puntos a los que más ganas tenía era el Mercado de las Brujas. Situado muy cerca de la Basílica San Francisco, los puestos ocupan, principalmente, la calle Linares y las dos paralelas.
Los puestos que entrarían en la denominación estricta del mercado son pocos, pero muy reconocibles, ya que, entre otros productos, venden fetos disecados de llamas. También podemos encontrar pociones, plantas medicinales y distintos artículos para rituales en favor de la Pachamama, la Madre Tierra.

El resto de tiendas están claramente orientados al turista: souvenirs de todo tipo y precios, instrumentos musicales, ropa de abrigo, tanto de marcas originales como falsificaciones.
Desde mi punto de vista, merece la pena acercarse y callejear entre las tiendas. Hay algunas en las que los souvenirs son de una mejor calidad, o incluso piezas de artesanía, con un precio acorde, ya que estás comprando algo más duradero. Sin embargo, me llevé una desilusión cuando comprobé que la zona estaba puesta para redes sociales: paraguas de colores, instrumentos musicales o marionetas colgados de cables por encima de las calles. Todo demasiado bonito o colorido, todo demasiado falso, como que había pedido este toque de autenticidad.

Además, los restaurantes que encontrarás no son la mejor alternativa, aunque, si buscas un poco, te puedes llevar alguna grata sorpresa… Eso sí, hay que tener en cuenta que, los domingos suele estar todo cerrado, excepto en esta zona: abren los sitios más turísticos, de los que no puedes esperar una experiencia gastronómica.
Pese a todo esto, no quiero desanimar a nadie: si visitas La Paz, tienes que acercarte al Merado de las Brujas, pero siendo realista y teniendo en cuenta que las redes sociales llegan a todas partes. Además, si te gusta el Street art, son buenas calles para ver murales que dejarán muy buen recuerdo.

Otros lugares para ver en La Paz
No puedes ir a La Paz y no verla desde la alturas en alguno de sus miradores. Está llena de ellos: Laikakota, Killi Killi o Tupac Katari suelen ser lo más recomendados.
Creo que no hace falta que diga lo sorprendente que resulta ver una determinada ciudad desde lo alto y, en el caso de La Paz, confirmo que es indispensable hacerlo: ver cómo se expande en todas direcciones, cómo van trepando las casas hacia lo más alto de las montañas, el teleférico en el borde al abismo en el municipio de El Alto, ver la Cordillera Andina Real que, en esa época estaba nevada, o esforzarse por divisar el final de la metrópolis. Remarco lo que he dicho más arriba: ¿de verdad aquí viven menos de dos millones de personas?
Nosotros vimos La Paz desde las alturas en el mirador de Killi Killi, que es gratuito y después hicimos un tour por la Zona Sur.
Barrios como San Miguel, Calacoto o Los Pinos son los que conforman la zona más cara y noble de la capital boliviana. Aquí están las embajadas, comercios internacionales, cadenas de comida, restaurantes de categoría y gente de la que no vas a ver en otras zonas más populares.

Teníamos una tarde libre y, dado que me gusta el Street art, decidí preguntar a César, nuestro guía, por la mejor zona para verlo. Vaciló un poco y me contestó que Sopocachi. En menos de cinco minutos, renunció a su tarde libre y organizó un tour andando desde nuestro hotel, muy cerca del Mercado de Brujas, hasta esta zona y, todo lo que nos encontramos a nuestro paso, fue increíble.
Alejado de los circuitos turísticos, bajamos por la avenida Illampu hasta llegar al mercado Rodríguez. Mercado similar al de Tupiza, con puestos, tenderetes y carros en el que se vende de todo. Éramos los únicos turistas y el lugar tiene toda la autenticidad que, desde mi punto de vista, ha perdido el de Brujas. Si quieres un ramo de flores, lo tienes; si quieres papel higiénico, también; lo mismo si te quieres llevar pescado. No falta de nada.

Atravesamos este mercado y seguimos bajando hasta que, a la altura de la plaza de Sucre, vimos la iglesia indígena de San Pedro y algo que nos llamó poderosamente la atención: la cárcel de San Pedro. Sí, en pleno centro metropolitano de La Paz hay una cárcel en funcionamiento.
En este punto, cogemos la avenida del 20 de octubre y, todo recto, entramos de lleno en Sopocachi. Uno de los puntos que más me gustó es el centro Mujeres Creando. Se trata de un movimiento feminista anarquista que utiliza el graffiti como instrumento de lucha, considerándose a sí mismas como agitadoras callejeras. El edificio es conocido por los colores estridentes de la fachada y el mural de las dos llamas dándose un beso. En el interior, hay biblioteca, una pequeña tienda de artesanía y una sencilla cafetería.
Os dejo la web de Mujeres Creando que, sin duda, merece la pena echar un ojo.

Enseguida llegamos a la Alianza Francesa con dos aspectos que me gustan: las letras de Sopocachi están en blanco y azul, de la misma manera que el nombre de las estaciones del metro de París, vistas en el interior del andén. El otro es un mural que representa a Edith Piaf con un sombrero de cholita.
Llegamos hasta la diminuta calle Boyacá, donde vimos murales de distintas personalidades de la música, como Freddy Mercury, los Beatles o Janis Joplin.
No puedo afirmar que sea el mejor Street art de la ciudad, sinceramente, me gustó mucho más el que vi en el Mercado de las Brujas, pero creo que, si tienes una tarde libre, merece la pena alejarse de todo el bullicio y ver callejear por Sopocachi. Además, en esta zona hay restaurantes, tanto bolivianos como internacionales, de muy buena calidad y a precios más bajos que los de la Zona Sur.
Recorriendo La Paz en teleférico y otros medios de transporte público
La Paz es una metrópolis inmensa y, como es fácil de suponer, es complicado llegar a todas partes andando y moverse en coche exige altas dosis de paciencia, si vives allí, y encomendarte a todos los santos si estás de paso. Al final, lo más práctico es moverse en transporte público. Hay de distintos tipos: micros, minibuses, trufi y ¡teleférico!
Los micros son autobuses por los que han pasado varias décadas y son de marcas americanas. En el parabrisas tienen todas las paradas anunciadas en carteles. No suelen tener paradas, así que lo paras donde te venga bien y le pides al conductor que pare cuando llegues a tu destino. El trufi es un vehículo compartido y se distingue de un coche “normal” porque lleva unas banderitas en la parte delantera. El minibús usa el mismo concepto que el trufi pero, en vez de ser un coche, es una furgoneta. Sin embargo, el mejor de todos es el teleférico.

En mayo de 2014 entró en funcionamiento este modo de transporte, que ya había sido considerado años antes por distintos presidentes. Evo Morales impulso su desarrollo y puesta en marcha y cubre grandes zonas de los municipios de La Paz y El Alto.
En la actualidad Mi teleférico está compuesto por 10 líneas de distintos colores. Cada trayecto cuesta 3 BOB y 2 adicionales en el caso de hacer trasbordo. Os dejo la página web oficial de Mi teleférico con toda la información necesaria.
Impresiona estar en la calle y darte de bruces con los enormes postes de sujeción y, especialmente, los cables por los que pasan las cabinas. ¡Hay una cabina de teleférico encima de mi cabeza!

En las distintas estaciones se compran billetes, se pica y listo para subirse a la cabina. Nos pusimos en la cola y, cuando te llegue el turno, subes en la cabina sin dudar. Las cabinas no llegan a parar un ningún momento, sino que entras mientras que está en marcha. Lo mismo para bajar. La primera vez impresiona, después te conviertes en un paceño más.
Nosotros montamos en cuatro líneas distintas e hicimos tres trasbordos y terminamos compartiendo cabina con gente local y, alguno de ellos, estuvo hablando con nosotros.
Ver la ciudad desde lo alto, en movimiento, apreciando zonas por las que no íbamos a pasar, es un gustazo. El cementerio y, sobre todo, las pequeñas casas que trepan por las montañas. Casas tremendamente humildes, en calles estrechas, conectadas entre sí a través de empinadísimas escaleras y, gracias al teleférico, un poco más cerca, de zonas más céntricas.

No lo dudes y muévete en el teleférico, es muy seguro, más ecológico y, sobre todo, una experiencia inolvidable.
Hasta aquí nuestra visita a La Paz que, pese a no tener la belleza de otras ciudades coloniales, su ambiente y vida dejan muy buen sabor de boca.
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