Córdoba: Mezquita, ruta de las iglesias fernandinas y Medina Azahara

Comenzamos el segundo día en Córdoba con un objetivo tempranero: la visita a la Mezquita. Las entradas son a las 9:30, por lo que no nos podemos demorar en levantarnos y desayunar para poder llegar pronto.

Mezquita de Córdoba y Patio de los Naranjos

Entramos por el Patio de los Naranjos y sólo puedo decir que es una maravilla. Los naranjos han cambiado la flor y el olor de azahar por unas naranjas bastante grandes y no me quiero ni imaginar qué puede ocurrir si te cae una en la cabeza. Aunque nos detenemos unos minutos para hacer fotos y admirar la torre, no tardamos mucho en dirigirnos a la puerta. Según entramos, momento Stendhal. Da igual las veces que hayas visto la sala de las columnas en fotografías o en la tele, verlo con tus propios ojos impresiona. Por cierto, si quieres saber qué se hace con todas estas naranjas, lee este artículo de Córdoba hoy

El Patio de los Naranjos en la Mezquita de Córdoba

Sé que, ante tanta belleza que nos paraliza y que no nos permite parar de hacer fotos, es complicado caminar y no quedarse en la entrada, pero intentad hacerlo. Alejaros unos metros, dejad atrás a todos los que han entrado al mismo tiempo y lo agradeceréis ya que tras las columnas y los arcos rojos y blancos hay bastante menos gente.

La arcada blanca y roja de los Omeyas

Se trata de la única mezquita en el mundo que alberga en su interior una catedral y lleva en activo desde el siglo VIII de manera interrumpida. El interior es una mezcla perfecta e increíble de arte omeya y estilos góticos, renacentista y barroco. Da igual si giras la cabeza a un lado o al otro, si te quedas con lo que tienes justo delante o miras más a lo lejos, el bosque de columnas bicolor impresiona y es imposible cansarse de él. Nosotros optamos por alejarnos y dar la vuelta completa, en la que se van alternando distintas capillas de santos y vírgenes con la arquitectura musulmana. También vimos el altar mayor de la catedral y el coro. Y fue aquí cuando llegó la sorpresa, al ser 8 de diciembre, día de la Inmaculada, desalojaban y cerraban la Mezquita a las 10:25 para una misa que comenzaba una hora más tarde. ¡¿Qué?! Esto no estaba indicado en la entrada ni la web lo advertía a la hora de comprarlas, no obstante, daba igual, estaban desalojando a la gente y te tienes que ir, ya sea enfadado o de buenas, ahí tienes la puerta. Sé que no va a servir de nada, pero en la encuesta de satisfacción que he recibido en mi correo tras la visita, lo he remarcado: así no se hacen las cosas.

La única mezquita del mundo que alberga en su interior una catedral

Al salir, dimos la vuelta alrededor del edificio, fijándonos en los detalles hasta que llegamos a las puertas de Al- Hakam II, más conocidas como las puertas doradas que se han hecho famosas en redes sociales. Pese a lo que se podría pensar, había menos gente de la esperada y sólo tuvimos que esperar a que una pareja se hiciera las 70 fotos de rigor para poder verlas y hacer alguna que otra foto (no 70). Justo al lado, se erige uno de los triunfos de San Rafael que hay repartidos por las calles, en este caso, el de la Puerta del Puente que, junto a la propia puerta como tal, dan acceso al puente romano sobre el Guadalquivir.

Alcázar de los Reyes Cristianos

Como todavía era pronto, optamos por visitar el Alcázar de los Reyes Cristianos. No había reservado las entradas, llamadme ingenua porque daba por hecho que no habría tanta gente, así que no nos quedó otra que hacer cola. Estando allí, la página web se quedaba colgada y no había manera de comprar ni consultar cuántas quedaban. Echamos un buen rato y, cuando quisimos llegar, nos llegó una de las noticias que nos esperábamos: quedaban entradas para ese mismo día, pero justo a la hora de la comida. El problema venía que habíamos quedado con mi hermana para comer y teníamos una reserva para las 13:00. Era imposible comer a esa hora y estar en el Alcázar a las 14:00.

Para el día siguiente, pese a que quedaban entradas disponibles a todas horas, teníamos otros dos “inconvenientes”: por la mañana habíamos contratado una visita guiada en Medina Azahara y, por la tarde, los Reyes Magos habían llegado a casa con un mes de anticipo dejando un regalo: una visita a un hammam con masaje relajante. Era literalmente imposible meter la visita al Alcázar y poderla disfrutar cómo se merece.

Sin Alcázar de los Reyes Cristianos pero con paseo por la Medina

Me sentí tonta por no hacer las cosas bien: ya que tenía que reservar las de la Mezquita, ¿qué más me daba reservar también ésta? No cuesta nada y te aseguras de que la tienes. Di por sentado que la gran parte de los turistas se centrarían en la Mezquita y pasarían de largo del Alcázar y no ocurrió así, aunque no iba del todo desencaminada porque, del primero es casi imposible coger las entradas en el mismo día y, del último, a primera hora puedes seleccionar cuándo las quieres. En fin, todos nos equivocamos y ésa es la sal de la vida y de los viajes. Como era una recomendación directa de Lidia, al volver, le tuve que decir que no había podido ser… para volver a Córdoba no se necesitan motivos y ése será el mío (y conocer los pueblos de la provincia).

El resto de la mañana, hasta la hora de la comida, consistió en cruzar el puente romano andando, ver las vistas desde la otra orilla del Guadalquivir, ver por fuera la Torre de Calahorra y descubrir el arte urbano que hay por esa zona. Un rato más tarde, volvimos a la Judería para comer.

El puente romano sobre el Guadalquivir y la torre de Calahorra al fondo

Paseo por la Medina

Cuando terminamos y nos despedimos de mi familia, optamos por dar una vuelta para bajar la comida. Salimos de los límites de la muralla de la Medina, llegando hasta la puerta de Almodóvar y viendo las estatuas de Averroes y de Séneca. Seguimos callejeando de camino a nuestro hotel, pero saliéndonos de los caminos ya recorridos, pasando por esas calles y plazas más desconocidos, que nadie menciona y que no aparecen en las guías. Regresamos al Cristo de los Faroles y la Cuesta del Bailío para verlo a la luz del día. Y, como decía en el anterior post, no tiene nada que ver. Me reafirmo: si vais a ver el Cristo de los Faroles, id de noche.

Esta vez nos encontramos bastante gente, ruido y la pérdida del misticismo que tiene la iluminación tan simple. La parte buena es que las dos iglesias que están en la misma plaza (Santuario de Nuestra Señora de los Dolores y Hermandad de la Paz y la Esperanza) estaban abiertas y pudimos pasar a verlas.

La muralla de Córdoba

Ruta de las iglesias fernandinas

Nos propusimos hacer la ruta de las Iglesias fernandinas. Esta ruta recoge las doce iglesias que fueron fundadas por Fernando III el Santo tras la reconquista de la ciudad en 1236. Se trata de iglesias muy pequeñas, algunas son mezquitas transformadas, las hay más o menos llamativas (cerca de nuestro hotel, la fachada de San Pablo con sus columnas retorcidas roba todas las miradas), y no está de más entrar en alguna de ellas. Están más o menos cerca las unas de las otras, aunque conviene llevar un mapa para orientarse, por lo laberíntico de las calles, sin embargo, los distintos campanarios se ven por encima de los tejados, ya que las casas del centro de Córdoba no tienen muchas alturas.

La entrada a las iglesias es gratuita mostrando la entrada para la Mezquita, si no, hay que pagar entrada para cada una de ellas. La ruta está compuesta por las iglesias fernandinas propiamente dichas (San Francisco, Sam Pedro, Santiago, Puerta Nueva, San Lorenzo, San Agustín, Santa Marina y San Andrés), además de otros templos, considerados también fernandinos, fuera de ruta (San Pablo, San Miguel, San Nicolás de la Villa y San Juan y Todos los Santos). Donde estábamos situados nosotros, y por la hora que era, optamos por hacer una ruta circular comenzando en San Pablo y terminando en Santa Marina que, además de estas dos, incluía San Andrés, La Magdalena, San Lorenzo y San Agustín.

La belleza nocturna del Realejo cordobés

A la hora de entrar, no tuvimos que enseñar la entrada a la Mezquita en ningún momento porque, cuando llegamos, ¡estaban dando misa! Así que, en cierto modo, aunque pudimos pasar, en las que estaban abiertas, no pudimos recorrerlas, quedándonos tan solo unos segundos en la puerta para no molestar.

Pudimos entrar en San Pablo y San Lorenzo, pero sin ver gran cosa, además, la primera está de obras. Encontramos cerradas todas las demás, con la peculiaridad de que La Magdalena funciona como centro cultural y Santa Marina está protegida por una lona ya que está siendo restaurada.

Varias de estos enclaves se encuentran en el barrio del Realejo y, salvo en la calle principal, no nos cruzamos apenas con gente. Resulta un poco laberíntico moverse de una a otra, sin embargo, desde mi punto de vista, esto hace que tenga mucho más encanto, además, nos permitió ver otras zonas por las que no pasan los turistas y que son bastante más tranquilas y “auténticas”. Las torres de las iglesias lucen iluminadas por encima de los tejados y mientras que buscábamos San Agustín nos dimos de bruces con la iglesia del Juramento de San Rafael, que, pese a no pertenecer a la ruta, resulta impresionante. Como curiosidad, esta última iglesia está situada en el lugar en el que se cree que el arcángel san Rafael al padre Roelas en 1578, jurándole proteger la ciudad. Por cierto, la plaza que está justo delante de San Agustín está arreglada y el suelo está formado por piedras que hacen dibujos de una manera muy característica. Creo que no estoy diciendo ninguna obviedad que, al viajar por Andalucía, te vas a hartar a ver iglesias, retablos y arte sacro, más o menos, lo mismo que nos pasó a nosotros, y eso que nos gusta el turismo cultural.

La iglesia de San Agustín y la plaza restaurada

Después de esta auténtica paliza a andar, decidimos retirarnos, no sin antes picar algo rápido y tomarnos algo en un bar de música indie de referencia en la capital desde hace décadas y que nos quedaba justo al lado de nuestro alojamiento.

Medina Azahara

La mañana siguiente el despertador sonaba un rato antes. Habíamos quedado a las 9:00 para coger el autobús de camino a Medina Azahara en la Rotonda de la Cruz Roja, por lo que desayunamos por la zona.

Medina Azahara es un yacimiento arqueológico que está a unos 8 km de Córdoba, y a los pies de Sierra Morena, al que no se puede llegar en transporte público, sólo en coche particular o apuntándote a una visita con el transporte incluido. Cuando entramos en el centro de recepción de visitantes, nos pusieron un vídeo sobre la ciudad y la importancia que había tenido. Al terminar, la visita con Miguel, nuestro guía comenzó.

Hay que reconocer que hacía bastante frío, así que, si vais por esas fechas, mejor abrigaros. Miguel nos contó que, la leyenda romántica de que fue fundada por Abderramán III para Azahara, su concubina favorita, es falsa. Sí es cierto que fue fundada por Abderramán III, entre los años 936 y 976, que quería una ciudad a las afueras, y que aglutinase labores administrativas y residenciales del califato omeya. Por desgracia, en el siglo XI, quedó destruida tras la guerra civil de Al- Ándalus. Medina Azahara sólo estuvo habitada durante 80 años.

Medina Azahara

Hoy en día, el yacimiento se sigue excavando y estudiando y sólo es visitable una mínima parte, entre otros motivos, porque se calcula que sólo se han excavado 10 de las 112 hectáreas del total. Me llamó la atención que nos contara que el lugar es muy visitado desde que fue nombrado Patrimonio de la Humanidad en el año 2018 y que, anteriormente, era muy poco conocido, pudiendo darse la circunstancia de que, en un día bueno, se juntasen 10 personas, contando con el guía y el guarda de seguridad.

Os confirmo que, en nuestro caso, éramos unos cuantos más y que los guías tenían que jugar al tetris para conseguir cuadrar los grupos en el espacio disponible, que no se quedase nadie atrás, que nos enterásemos de las explicaciones y que nadie hiciese nada indebido. Vamos, un estrés. Para mí, una de las cosas malas de este tipo de grupos es que cada vez son más numerosos, no es lo mismo mover a unas 10 personas que a 25 o, lo que es peor, a 40 ó más, lo que puede convertirse en un infierno. Además, otra cosa que llevo una temporada notando es mala leche en algunas personas cuando ven que vas a hacer una foto: se quedan en medio, paradas, te han visto que estás con la cámara en alto esperando a que se muevan para hacer una foto y no se inmutan. Y, en algún caso, encima se te quedan mirando. Por supuesto, esto no es norma, ni ocurre constantemente, pero sí que es algo que he ocurrido en los dos últimos viajes, no sé si vosotros tenéis esta misma percepción. Bueno, pues algo así me ocurrió en Medina Azahara, con una mujer (adulta) que venía en mi grupo. En fin…

Casa de Yafar, Medina Azahara

Volviendo a nuestra excursión, regresamos al punto de partida pocos minutos pasadas las 13:00 y no podíamos demorarnos más para ir a comer. Queríamos ir a unas bodegas cercanas a la plaza de las Tendillas, que son de las más conocidas. Hasta hace poco, sólo se podía comer en mesa y de carta, aunque en los últimos tiempos, también se puede estar de pie en barra o en unos barriles. No se reserva ni va por turnos, si ves el hueco, es tuyo, da igual que hubiese otra persona esperando antes que tú. En Madrid, por lo general, se guarda cola y los huecos se van rellenando por orden de llegada, y pobre de ti si intentas colarte, por lo que el método cordobés no me gusta mucho.

Después de un rato esperando, nos conseguimos hacer con un hueco y cayeron más raciones típicas cordobesas: flamenquín, rabo de toro y boquerones fritos. Con todo lo que comimos, el único sitio al que podíamos ir era a descansar un rato al hotel y coger fuerzas para lo que nos esperaba: un hamman. Y es que viajes a ciudades tan extraordinarias se merecen un broche a la altura de las circunstancias.

Hasta aquí, nuestra escapada a Córdoba, que llevaba mucho tiempo en la recámara esperando. Espero que os haya gustado y que, si no la conocéis, os animéis a hacerlo.

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Lee el otro post de este viaje:

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