Tras la ruta que hicimos en las montañas Drakensberg, toca volver a hacer las maletas y dirigirnos a nuestro nuevo destino: Ciudad del Cabo. Será la última vez que las hagamos antes de regresar a casa, así que ese punto de tristeza es inevitable.
Salimos pronto, tenemos por delante un trayecto en carretera de más de tres horas y media, teniendo en cuenta que hay que hacer paradas y llegar con tiempo de sobra. Y es que no vamos directamente a Ciudad del Cabo, sino al aeropuerto de Johannesburgo, donde cogeremos un vuelo interno.
Tras las horas de espera en el aeropuerto y las más de dos horas que dura el vuelo entre las dos ciudades, por fin aterrizamos en nuestro destino.

Tras recoger el equipaje, me encuentro con una sorpresa: falta el candado de la maleta, lo que sólo puede significar una cosa. En efecto, me la han abierto. Más tarde, en el hotel pude comprobar que así era cuando me vi parte de mis cosas revueltas. Eso sí, ni un solo mensaje indicando que las autoridades, por seguridad, lo habían hecho. Pues qué bien.
En cualquier caso, no me quiero quedar con esta primera impresión, sino con el atardecer que nos dio la bienvenida. Un sol de un naranja intenso, quedando cada vez más oculto por la montaña de la Mesa y, poco a poco, cayendo sobre el Atlántico.

Tuvimos suerte porque pudimos seguir viendo ese sol de última hora mientras que nos adentrábamos en la ciudad. Aparte del atardecer, nos recibió un atasco terrible, por ser la hora de llegada de trabajadores a sus casas, y fuimos pasando por delante de distintos townships. Por lo que nos contó Marta, hay mucho orgullo de vivir en estos barrios y no son pocos los que, pese a haber prosperado y poder permitirse una casa mejor, permanecen en su barrio de toda la vida.
Antes de empezar la visita a la ciudad, vamos a hablar y a situar Ciudad del Cabo.
Brevísima historia de Ciudad del Cabo
Poco se sabe de lo que hoy en día ocupa la urbe hasta que la Compañía Neerlandesa de las Indias Orientales (Vereenigde Oost- Indische Compagnie, VOC) fundó aquí una base en 1652. Hay constancia de restos humanos, pero dado que no ha quedado ninguna documentación escrita, sólo se puede teorizar. La primera reseña que tenemos es la mención de Vasco de Gama en 1497 cuando llegó al cabo de Buena Esperanza.
Tras la fundación de VOC, la ciudad creció muy lentamente y hay dos explicaciones a este hecho: por un lado, la dificultad de encontrar mano de obra cualificada; por otro, el rechazo de los indígenas a los neerlandeses. Sea como fuere, el resultado fue la compra e introducción de esclavos provenientes de Madagascar, India, Ceilán, Malasia e Indonesia, creándose las primeras comunidades mestizas.

Poco a poco, Ciudad del Cabo fue ganando popularidad y prosperó, llegando a ser conocida como “la taberna de los siete mares”, por ser su puerto un animado punto de encuentro de los marineros que navegaban entre Oriente y Europa.
Sin embargo, todo cambió a partir de 1808, cuando fueron los británicos quienes pasaron a dominarla y la anexionaron al Imperio Británico. Una de las primeras medidas tomadas fue la abolición de la esclavitud en ese mismo año y, ya en 1844, se declaró libres a todos los esclavos.
Cuando en 1948 el Partido Nacional ganó las elecciones, estableció medidas de segregación racial, de las que ya hablé en el post de Introducción a Sudáfrica. Medidas que se notaron en la ciudad, como en el resto del país, suponiendo movilidad forzosa de ciudadanos, hacinamiento y guetización.

Tras la caída del apartheid, se ha tenido que lidiar con otros problemas: SIDA y otras enfermedades infecciosas, tráfico de drogas y una de las tasas de homicidios más altas del mundo.
En la actualidad, Ciudad del Cabo es una de las tres capitales de Sudáfrica, junto a Pretoria y Bloemfontein. Con una población de algo menos de 5 millones de habitantes, es la segunda ciudad más poblada del país, por detrás de Johannesburgo.
Los negros representan el 46% de la población, los coloured, el 35%, los blancos, el 16% y los asiáticos, el resto. Pese a ser minoría, los blancos son más privilegiados, ya que viven en los barrios más ricos de la ciudad, en casas con vistas al mar, al alcance de muy pocos y opuestas a los townships que se ven a las afueras.

A esta desigualdad, hay que añadir que los precios de las viviendas son considerablemente más bajos que las de ciudades como París, Londres o Nueva York, lo que atrae a millonarios de otros continentes, generando, por lo tanto, más tensiones en precios y desigualdad.
Como dato de interés, es la única gran ciudad sudafricana que no está gobernada por la ANC, pese a ser lugar de nacimiento de muchos líderes de este partido.
V&A Waterfront e isla de Robben
El Waterfront es el área que se corresponde con el puerto, así que como las zonas cercanas. Es un centro de ocio, restaurantes y tiendas bastante turístico, tranquilo y seguro.
Como curiosidad, en el nombre, V&A se debe a la Reina Victoria y a su hijo Albert, que da nombre, también, a las dársenas de 1860.

Nuestro hotel se ubicaba en esta zona y podíamos movernos andando con la sensación de que estábamos en cualquier otra ciudad europea. Ayuda el que haya presencia constante de policía del Waterfront, una especie de policía turística, además de servicios de seguridad privados. Sin embargo, no somos sólo turistas los que no paseamos por la zona, sino que, gracias a la cantidad de restaurantes de calidad que hay, también se acercan locales.
Desde un punto de vista turístico, no hay puntos de interés en esta zona, aunque sí que resulta agradable para pasear y comprar souvenirs. Porque para esto último, hay tiendas a patadas, pero no tiendas de baratijas made in China de artículos baratos. No, nada de eso.
Tiendas en las que venden desde imanes hasta máscaras, pasando por joyería de distintos precios, ropa con estampados africanos coloridos, peluches de cualquier animal que hayas visto en el Kruger y patés hechos con la carne de éstos, libros y cuadros. Desde precios muy baratos (para nuestro estándar español y teniendo en cuenta que era un sitio para turistas) hasta otros más elevados que se piden por piezas de artesanía de inmenso tamaño. Todo esto puesto de manera que te entra por los ojos.

Ojalá hubiese más tiendas de souvenirs así, porque lo único que me costó fue decidir qué no me llevaba. Me gustaron más estos artículos que los que vi en las tiendas del Parque Kruger, como no visité otras ciudades, no puedo asegurar si hay más.
En el Waterfront también hay varios centros comerciales con tiendas de las que podemos encontrar en cualquier ciudad europea y a las que, a mí, no me aportan gran cosa. Pero, sobre todo, valoro la zona por la cantidad de restaurantes.
De las tres noches que pasamos en Ciudad del Cabo, las tres cenamos en el Waterfront, por cercanía al hotel y por seguridad, ya que así no nos teníamos que desplazar a otras zonas de la ciudad y depender de taxis, sobre todo, teniendo en cuenta que no llevábamos datos en el móvil.
Hay restaurantes de muchos tipos, tienen buena pinta, aunque por desgracia, los precios son superiores a los que habíamos pagado en el resto del país, siendo más parecidos a los que se dan hoy en día en Madrid. Por cierto, si quieres probar carne de distintos tipos de animales, hay uno especializado. Se llama Karibu y es recomendable.

Sí hay algo que tiene el Waterfront y que es uno de los lugares más visitados en Sudáfrica es la isla de Robben.
A 12 km de la costa, la isla de las focas, en neerlandés, ha sido prisión desde los tiempos de la VOC hasta 1996 y, entre 1836 y 1931, fue utilizada como colonia de leprosos. El motivo por el cual es conocido este infame lugar es por haber tenido presos a prisioneros políticos, siendo el más notorio, Nelson Mandela.
En la actualidad, la prisión como tal está clausurada, no obstante, se puede visitar, llegando en ferry desde Ciudad del Cabo, y es Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO.
Por desgracia, no pudimos ir porque, durante los días que pasamos en la ciudad, estaba cerrada por labores de mantenimiento. Pues ya es mala suerte… es como ir a París y que la torre Eiffel está cubierta por andamios porque la van a pintar.

Me encantaría poder compartir aquí mis impresiones y comentar cómo fue, pero me temo que es imposible. Te recomiendo la lectura del post escrito en el blog de La Cosmopolilla y, para datos prácticos, la consulta de la web oficial de la prisión.
Otro punto al que me hubiese gustado ir, y en este caso sí que no pude hacerlo por falta de tiempo es el museo Zeitz MOCAA Museum. Está situado en los antiguos silos de grano, en una reforma que resulta fascinante y que seguro que sorprenderá a los aficionados a la arquitectura. Aquí se expone una colección de arte contemporáneo africano y que tiene muy buenas reseñas.
Montaña de la Mesa
Creo que si por algo se caracteriza Ciudad del Cabo es por la montaña de la Mesa o, mejor dicho, el Parque Nacional Montaña de la Mesa. Sí, Ciudad del Cabo es una de las pocas ciudades, si no la única, que tiene un parque nacional en su área.
La montaña de la Mesa tiene una forma que la define a la perfección: de mesa. Se trata de una meseta, de unos 3km de longitud y con una altura máxima de 1.086m y que es plana.

La flora de la montaña de la Mesa es la característica fynbos, un arbusto endémico que forma parte del Reino Florístico del Cabo. Si te fijas con atención, es probable que veas dassies, un pequeño mamífero parecido a un conejillo de indias.
Uno de los principales problemas que tiene es que a las nubes les encanta quedarse encaramadas en lo más alto, lo que hace imposible admirar su peculiar forma. Y si hay nubes que nos impiden verla, es fácil adivinar que, desde arriba, tampoco se verá gran cosa.
Este es el motivo por el que, cuando regresamos de avistar ballenas en Gansbaai (de esto hablaré en un futuro post) y vimos que la Mesa estaba totalmente despejada, no lo dudamos ni lo más mínimo y nos dirigimos para allá.
A la montaña se puede subir en una ruta de trekking que dura unas 3 horas o en teleférico. Creo que no hace falta que aclare que nosotros optamos por esta última opción.

No hace falta comprar los billetes por anticipado, además, si no subes en ese momento, tienes hasta 7 días para hacerlo. La cola para subir en la cabina avanza bastante rápido, entre otros motivos, porque es de alta capacidad.
La cabina gira sobre sí misma durante todo el trayecto, tiene algunas ventanas abiertas, lo que facilita las fotos y, te pongas donde te pongas, vas a tener la oportunidad de ver la escalada hasta lo más alto y observar cómo la ciudad cada vez se hace más pequeña.
Nosotros compramos los billetes en ese momento, nos pusimos en la cola para subir y ¡tachán! toda Ciudad del Cabo estaba a nuestros pies. Con el placer que supone ver las ciudades desde las alturas, sin ninguna duda, ésta ha sido de las más impresionantes.

Recorrimos los miradores, nos quedamos anonadados con las vistas, nos abrochamos las chaquetas hasta arriba porque el viento era bastante molesto y nos costó dejar de hacer fotos.
En un lado, Ciudad del Cabo, la bahía y la isla de Robben. Vimos desde lo alto el puerto, el estadio del mundial, la montaña conocida como Cabeza de León. Insuperable. Cuando nos despegamos de uno de estos miradores y llegamos al otro lado caminando, las vistas volvieron a ser maravillosas: una cadena montañosa que llega hasta la costa y el barrio de Sea Point. ¿Nos podemos quedar a vivir aquí para siempre?

La visita lleva más tiempo del que nos podíamos imaginar, más que nada, porque es imposible parar de hacer fotos. El caminar por esta zona es un poco incómoda porque no todo está habilitado para el paso y porque se ha tratado para que haya la menor intervención posible. El viento que nos acompañó en todo momento resultaba bastante incómodo. Al final, estuvimos en torno a hora y media disfrutando del entorno. En ese momento, volvimos al teleférico (habíamos comprado billetes de ida y vuelta) y nos dispusimos a bajar.

Si vas a subir a la montaña de la Mesa mi consejo es que estés pendiente del tiempo y, en cuanto veas que no hay nubes, vayas a toda velocidad. Si decides comprar los billetes por anticipado desde su página web, fíjate en la cámara en directo que tienen y en la previsión del tiempo. Para más información, te comparto su web oficial.
Long Street y City Bowl
Lo confieso. Con un poco de vergüenza tengo que admitir que no exploré el centro de Ciudad del Cabo como a mí me gusta, es decir, andando, buscando esos lugares que no te puedes perder, buscando el encanto que tengan y haciendo fotos. Y si no fue así, ¿cómo lo hice? En autobús turístico. Argrgrgr.
Como la idea de pasar la tarde en el hotel no me motivaba y nadie más parecía estar dispuesto a darse un paseo, tuve que claudicar y unirme a la excursión. Lo bueno es que justo iba a pasar uno y sólo nos teníamos que subir y pagar el billete; lo malo, que era el último servicio, por lo que, si nos bajábamos, tendríamos que regresar andando.

El recorrido incluía los barrios de City Bowl, Sea Point, Mouille Point y Waterfront, además de subir hasta el funicular de la mesa de la Montaña. Resulta cómodo porque ves varios sitios, pero siendo sincera, a mí no me gustó la experiencia porque no pudimos parar ni dedicar el tiempo necesario. Por no hablar de las explicaciones de la audioguía, que resultaban machistas y superficiales.
En cualquier caso, creo que conviene aclarar que lo que vimos en Long Street y las inmediaciones tampoco resulta especialmente agradable, ya que hay zonas que están tomadas por personas sin hogar, que te hacen plantearte si de verdad quieres pasar por allí.
Dicho esto, la principal calle y en la que se encuentran los puntos turísticos más interesantes es Long Street. Una concurrida calle con edificios victorianos de balcones de hierro forjado, tiendas, pubs y restaurantes. Merece la pena darse una vuelta por ambas aceras y ver los edificios, observando el contraste de los más clásicos con otros más modernos justo al lado de manera muy armoniosa.

Long Street era la frontera entre City Bowl y Boo- Kaap, el barrio musulmán, y aún se conserva la mezquita de Palm Tree, que data de 1780, aunque no se puede entrar, y la SA Mission Museum, la iglesia de misión más antigua de Sudáfrica.
En el barrio de City Bowl, podemos mencionar la plaza de Greenmarket Square es el segundo espacio público más antiguo tras Grand Parade. En la actualidad, acoge un mercadillo de artesanía y souvenirs que, para mí, no tiene mucho más interés. Me resulta más atractivo fijarse en los edificios art- déco de la zona, como Market House o Protea Assurance Building.

Además de todos estos lugares, añado los siguientes:
Sin ningún tipo de duda yo visitaría el Iziko Slave Lodge, un museo situado en uno de los edificios más antiguos del país y que llegó a albergar a 1000 esclavos. Además, fue burdel, cárcel, manicomio, oficina de correos, biblioteca y Tribunal Supremo del Cabo. Hoy es un interesante museo dedicado a la esclavitud.
El museo District 6, levantado en el antiguo Distrito 6, un lugar diverso en términos de lenguaje, religión, clase económica y procedencia, lo opuesto a lo que el apartheid obligaba, convirtiéndose en el primer objetivo a destruir en la ciudad. En febrero de 1966, el Distrito 6 se declaró área blanca y todos los habitantes fueron expulsados por la fuerza de sus casas, que fueron derribadas. El museo es el recuerdo de que lo ocurrió.

El castillo de Good Hope tiene forma pentagonal y está rodeado de muros de piedra. Fue construido por neerlandeses entre 1666 y 1679 para defender la ciudad y sigue siendo la sede de la jefatura provincial de la Provincia Occidental del Cabo, además de acoger un museo.
Por último, me acercaría hasta el Ayuntamiento que, pese a no llamar la atención de los europeos (porque estamos acostumbrados a este tipo de arquitectura) es el lugar desde el que Nelson Mandela dio su primer discurso tras ser liberado, el 11 de febrero de 1990.
El barrio de Bo- Kaap
Este colorido barrio no estaba en el trayecto del autobús, así que, la última mañana, antes de ir al aeropuerto, y tras caminar por los jardines botánicos de Kirstenbosch, cogimos un taxi para que nos acercase a esta zona que no me quería perder.
Lo tiene todo para triunfar en redes sociales y convertirse en un escenario de cartón piedra de esos que entran por los ojos, aunque carentes de encanto y alma.

Bo- Kaap es el antiguo barrio malayo, es decir, un área racial segregada en la que vivían los malayos que fueron liberados de su condición de esclavos. Hoy en día, sigue es una zona multicultural en la que más de la mitad de sus vecinos se declaran musulmanes, pudiendo ver mezquitas entre sus calles.
No es este hecho lo que llama la atención de Bo- Kaap, sino sus casas bajas pintadas de colores chillones. Quiero aclarar que esto no es una circunstancia actual, sino que se empezaron a pintar hace ya varias décadas, sin embargo, en la época de redes sociales, tenía todas las papeletas para ser un éxito.

A ver, no nos engañemos, resulta bonito pasearse por un par de estas calles, alucinar con los colores y hacer fotos. Me gustan los colores vivos y ver que hay lugares que se escapan del gris y de lo común se lleva mis miradas.
Además, otro aspecto que me entusiasma es saber que la mayoría de la gente que sigue viviendo aquí son los propietarios de las casas, que luchan contra viento y marea y aguantan las presiones de grandes fondos de inversión, hoteles y alojamientos turísticos para que les vendan sus casas. Pese a que la gentrificación les acecha (y no tengo dudas que de que la oferta por la casa es sustancial), ellos siguen a lo suyo en sus casas. Espero que siga siendo así.
Jardín Botánico de Kirstenbosch
Tengo que admitir que, pese a que este jardín botánico es una maravilla, no estaba en mi lista de imprescindibles de Ciudad del Cabo. Fuimos la última mañana, en las horas que teníamos libres antes de ir al aeropuerto, aunque no era el plan que a mí me apetecía hacer.
Quería visitar la zona de City Bowl andando y, dado que no teníamos datos en el móvil, era un poco temerario hacerlo, resultaba más conveniente ir acompañados de alguien que sí tuviera. De aquellos, no todo el mundo estaba por la labor. Así de primeras, sólo otra pareja tenía ganas de madrugar y ver algo más antes de irnos, pero no el centro, sino los jardines de Kirstenbosch. No quedó otra que aceptar el plan y allá que nos fuimos. La parte buena es que no defraudó en absoluto.

Con una extensión de 528 hectáreas situadas en las laderas de la montaña de la Mesa, es el jardín botánico más grande de África del Sur. Está incluido en la Región Floral del Cabo, que es Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO.
El jardín se creó en 1913 y, en el conjunto de la Región, se cuentan en torno a las 9.000 especies de plantas, de las cuales, más de 700 son endémicas. Si a esto le añadimos que estábamos al final del invierno austral y que las flores estaban empezando a florecer, el paseo fue una auténtica delicia.
Llegamos a primera hora, en cuanto abrieron la puertas, y recorrimos varios de los senderos del jardín. La gran parte del tiempo estuvimos nosotros solos, con una vegetación maravillosa, que ya iba cogiendo un color verde precioso, unas flores exuberantes, un cielo azulísimo y, de fondo, la montaña de la Mesa. ¿Qué más se puede pedir?

Estuvimos unas dos horas paseando con toda la parsimonia del mundo, saboreando el momento y los últimos minutos de viaje, ya que tocaba volver a casa. Al salir, acababan de llegar varios autobuses de turistas, por lo que la alegría de haber tenido la oportunidad de disfrutarlo en soledad fue mayor aún.
Sobre si lo recomiendo o no, todo es relativo. El jardín es una maravilla y un remanso de paz, si te gusta la botánica o quieres salir del ruidoso mundo, desde luego, hazle un hueco en tu agenda. Por el contrario, si no tienes tiempo o no te termina de convencer, la decisión es tuya. En cualquier caso, y si decides ir, hazlo a primera hora, antes de que lleguen todos los grupos y lo invadan.
Si has decidido que visitas el Jardín Botánico de Kirstenbosch, te dejo su web oficial con información práctica.
Sea Point
Sea Point es una zona privilegiada de Ciudad del Cabo. Entre las playas atlánticas y la montaña de la Mesa, hay una concentración de viviendas de lujo que nos hacen soñar a muchos con una vida mejor.
Turísticamente hablando, no hay nada de especial interés, aunque sí que me parece que el conjunto de todo merece la pena. Es fácil dedicarle un rato para pasear con calma, ver el mar, la nube en la base de la montaña y ver otro lado de la ciudad que poco o nada tiene que ver con City Bowl.

Al ser una zona muy segura, aquí hay establecidos gente de bastante poder adquisitivo y, como decía al comienzo, dados que los precios son más asequibles que en otras ciudades, se termina convirtiendo un lugar de residencia de millonarios.
En cualquier caso, no me importó lo más mínimo pasar por aquí ya que tiene imágenes muy bonitas. Creo que es buen plan llegar hasta la playa de Camps Bay, de una arena blanquísima, rocas enormes moldeadas por la fuerza del agua, las casas bajando de forma armoniosa por la ladera de la montaña y las nubes en la base de la montaña. Porque va a haber nubes… Lugares que permanecen en la retina.
Seguridad en Ciudad del Cabo
Ciudad del Cabo es una ciudad que impone debido a su mala fama. Había recopilado información de distintos blogs y leía sentimientos y experiencias opuestas: empezando por “si te mueves por el centro, con un poco de precaución, no pasa nada” y terminando en “ni de coña salgo por mi cuenta”. Y, en el término medio, estaba yo.
Me subía por las paredes por el hecho de pensar que no conocería la ciudad como a mí me gusta hacerlo, ¡con todo lo que tiene que ofrecer! No obstante, al mismo tiempo, tampoco quería verme en una situación de peligro.

Hubo un testimonio del blog Ganas de mundo que hizo decantar la balanza más hacia el lado de la prudencia. Estamos hablando de que el autor de este blog ha recorrido por libre y mayoritariamente en transporte público por países como Liberia, Sierra Leona o Gabón y afirma sin tapujos que pasó miedo en Ciudad del Cabo. Mal vamos.
No me enfrenté en solitario a esta ciudad, sino que siempre nos movimos en grupo. La gente con la que viajé era bastante precavida (no lo digo como crítica) y no parecía que nadie estuviera dispuesto a acompañarnos. Lo que sí que tenía claro es que yo no iba a salir sola y tampoco me lo llegué a plantear yendo con Javi, entre otros motivos, porque no teníamos datos.
En el tour que hicimos por autobús pasamos por pocas calles del centro, dando preferencia a otras zonas más turísticas y seguras. Por las calles de City Bowl por las que circulamos vi pocos turistas, pocos peatones y bastantes sin techo. No nos engañemos: esto genera inseguridad.

¿Me arrepiento de haber visitado la ciudad de esta manera? Pues ni sí ni no. Por un lado, pienso que no tiene por qué pasar nada, aunque pasa, de hecho, he leído en un blog un intento de atraco que tuvieron. Por otro, nunca se sabe, no todo depende de nosotros.
Espero que la situación de Ciudad del Cabo mejore, primero, para todos sus habitantes y poder volver a ella paseando y conociéndola como se merece.
No sé si he respondido a tus dudas sobre la seguridad en Ciudad del Cabo. Si no es así, te recomiendo que leas las Recomendaciones de viaje del Ministerio de Asuntos Exteriores y leas otros artículos escritos por distintos blogueros y tomes tus propias decisiones. En cualquier caso, si no te vas a sentir cómodo caminando solo, no lo hagas.
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