El recorrido por Sudáfrica continúa. Tras los safaris en el parque Kruger e iSimangaliso, nos espera una jornada de ruta. Nos montamos en el autobús buscando un paisaje distinto al que hemos visto hasta ahora: cambiamos la sabana por las elevadas cumbres de las montañas Drakensberg.
Antes de llegar a esto, seguimos en paralelo a la costa hasta que llegamos a la ciudad de Durban, por la que pasamos y no llegamos a parar, aunque sí que dio tiempo a darse cuenta en las diferencias sociales que conviven: casas señoriales, por un lado, frente a infraviviendas, por otro.

Cuando salimos de Durban, lo que nos lleva un buen rato porque es bastante caótica y las señales son un tanto confusas, entramos de lleno en el interior de KwaZulu- Natal. Mientras que miro por la ventana, la sensación que me trasmite (guardando las distancias, claro) es la misma que cuando recorres Castilla- La Mancha o Castilla y León en coche: un paisaje mesetario, es decir, plano, con alguna que otra colina que lo salpica y pequeñas poblaciones. Eso sí, aquí no está todo cubierto de campos de trigo o girasoles.
Desde mi punto de vista, no me parece que Durban tenga un especial interés y en ningún momento he sentido que me estaba perdiendo algo (como confirmo con este artículo de El grillo viajero). En cualquier caso, si tienes curiosidad o vas a parar aquí, te comparto el artículo de Ver4travel, así como uno de la revista Traveler.
El museo Nelson Mandela Capture Site
Me gustan las sorpresas. Pero no me refiero al paquete envuelto que recibes en tu cumpleaños y no sabes lo que hay dentro. Me refiero a lo que encuentras cuando no estás buscando ni esperas nada.
Y a eso me refiero con el museo del Lugar de captura de Nelson Mandela o Nelson Mandela Capture Site. En mitad de la nada absoluta, bueno, no es del todo cierto, porque está en la población de Howick, se erige este moderno edificio que, si no te lo dicen, ni sabes que existe. A no ser que seas mitómano de Nelson Mandela que, en ese caso, lo conocerías perfectamente.

Para ponernos en contexto, el 5 de agosto de 1962 Nelson Mandela fue detenido mientras que conducía por la carretera R103, a las afueras de Howick. Para pasar inadvertido, no sólo llevaba una identidad falsa, sino que iba vestido de chófer y conducía el elegante coche de Cecil Williams, autor teatral y militante antiapartheid. ¿En qué otra circunstancia un negro y un blanco hubiesen podido compartir coche en Sudáfrica?
Cuando la policía les dio el alto, les detuvo. Williams salió al día siguiente, no obstante, permaneció en arresto domiciliario, y Mandela se enfrentó a un juicio que le envió 27 años a la cárcel.
En el lugar donde fueron detenidos se levantó este museo tan especial, así como una escultura.

Si quieres saber más sobre la historia de Mandela y Williams, te recomiendo que leas este artículo de La Vanguardia.
El Nelson Mandela Capture Site es un museo que recoge la historia de cómo nació el apartheid en Sudáfrica, de la lucha de la población contra este sistema que iba en contra de los Derechos Humanos y, por supuesto, de la figura de Nelson Mandela y su detención. De hecho, el coche que conducía es lo primero que se ve al entrar.
Es un museo muy visual, que se apoya en vídeos, portadas de prensa y carteles explicativos (en inglés y afrikáans). No creo que sea necesario saber ninguno de estos idiomas para visitar el espacio, aunque, en mi opinión, ayuda bastante.

Cuando llegas a las últimas vitrinas, en las que se habla de la liberación de Mandela, de su designación como presidente de Sudáfrica tras la victoria en las elecciones, su legado y la construcción de un nuevo país, los pelos se ponen de punta.
A la salida hay un paseo que no nos podíamos perder. Llamado “Long walk to freedom”, el largo camino hacia la libertad cruza un jardín y conduce a una escultura icónica, en la que 50 columnas de acero forman el rostro de Mandela, que se ve desde un punto concreto.

Como tema práctico, me gustaría comentar que en la salida del museo hay una pequeña cafetería que prepara sándwiches y hamburguesas. La verdad es que están muy buenos y no resultan caros, así que plantéate comer aquí si no llevas comida, sobre todo, teniendo en cuenta, que en la zona no hay mucho más.
Para más información práctica de Nelson Mandela Capture Site, te comparto la web oficial del museo.
Las montañas Drakensberg
Tras la lección de historia y las fuerzas cogidas con la comida, nuestro camino continúa. Dejamos atrás la ciudad de Pietermaritzburg, capital de KwaZulu- Natal, que es tristemente conocida por ser el lugar en el que Mahatma Gandhi fue expulsado de un vagón de primera clase (pese a tener billete) por ser indio, ya que los no- blancos no podían utilizar esta categoría de trenes.
Este incidente fue el detonante para que Gandhi comenzase su protesta pacífica en defensa de los derechos de los indios sudafricanos.

El viaje sigue por un paisaje monótono, en el que, ya en las últimas horas de la tarde, pasamos por pequeñas poblaciones, como Frere, Winterton o Bergville. Esta zona del país está relacionada con los campos de batalla y aquí tuvieron lugar auténticos derramamientos de sangre entre zulúes y británicos y bóers y británicos. La principal localidad de Ladysmith, que suele ser la base para recorrer la región.
Por si estás interesado, o te ha picado la curiosidad lo suficiente, te comparto la web oficial para que planifiques la visita.
Y, volviendo a nuestra ruta, el paisaje va cambiando y, a un lado de la ventana se pueden admirar las montañas Drakensberg que, sin duda, dejan con la boca abierta.
Drankensberg, del afrikáans Drakensberge, Montañas del dragón, y en zulú uKhahlamba, Barrera de lanzas erguidas, es una cordillera que hace frontera natural entre Sudáfrica y Lesoto y en la que encontramos las mayores cumbres de África austral.

La longitud de la cordillera está en torno a los 1000 kilómetros y hay siete picos que superan los 3000 metros de altura. La zona tiene una extensión de 2430km2 de cumbres de basalto y fue declarada Patrimonio Mundial en el año 2000.
Es un destino muy demandado por excursionistas y alpinistas, ya que hay rutas de distintos niveles, que pueden llevar unas pocas horas o requerir hacer noche.
En términos generales, la cordillera se puede dividir en Drakensberg meridionales, centrales y septentrionales, los que yo visité.
La peculiaridad de la zona meridional es que, si deseas entrar en Lesoto, lo harás a través del puerto de montaña de Sani. Con 2865m, es el más alto del país y tienes la sensación de poder tocar el cielo.

La central recibe tanto a excursionistas y escaladores, como a turistas que sólo desean disfrutar del encanto de los pueblos cercanos y las vistas a las montañas. Además, aquí se encuentran Cathedral Peak Natural Reserve con picos de más de 2900m.
La septentrional queda dominada por el Parque Nacional Royal Natal, del que hablaré a continuación.
Nosotros nos alojamos en una colonia de cabañas muy cerca del Parque Nacional Royal Natal, en la que había un pequeño supermercado, bar y restaurante, que fue donde desayunamos y cenamos.
El lugar no queda demasiado lejos del pequeño pueblo de Bergville, en lo alto de una montaña, con unas vistas espectaculares, que hacía sentir que estabas por encima de las nubes. Por las inmediaciones hay poco que hacer: nos acercamos andando a un lago y poco más. Además, en cuanto caía el sol, el frío era más que notable.

A la mañana siguiente, tras un reconfortante desayuno, nos subimos al autobús. Teníamos por delante una serpenteante carretera que nos iba a llevar a la entrada del parque. Treinta y siete kilómetros que tardamos en recorrer una hora pasando por paisajes en los que se notaba el vacío y el silencio, pero con unos escenarios sorprendentes que, ocasionalmente, se veían salpicados por distintos poblados.
Poblados de la Sudáfrica vaciada, olvidados por el turismo, donde la gente vive totalmente ajena a los visitantes, aunque algunos de ellos nos miran con curiosidad cuando pasamos. Mujeres que acarrean distintos bultos, niños uniformados yendo al colegio, el día a día mientras que nosotros estamos de vacaciones.

Y, cuando menos lo esperamos, llegamos al parking del parque Royal Natal. Pagamos la entrada y nos preparamos para la ruta que vamos a hacer: Tugela Gorge. Pero antes de hablar de ella, algunos datos del parque.
El Parque Nacional Royal Natal
Este parque se caracteriza por el espectacular Anfiteatro que eleva una pared de manera casi vertical de unos 500m de altura y con una longitud de 5km. Aquí se pueden admirar algunas de las cumbres más elevadas de la cordillera, con la peculiaridad de que algunos picos se elevan tanto como la superficie del parque alrededor de ellos.
El senderismo por aquí no es un paseíto, sin embargo, los parajes son más accesibles que en otras zonas de las Drakensberg.

En lo más alto del Anfiteatro, la cima Mont- aux- Sources, se lleva todas las miradas. Es el lugar donde el río Orange comienza su camino hacia el Atlántico y las cascadas del Tugela caen mojando las paredes del Anfiteatro, siendo las segundas más altas del mundo, por detrás del Salto del Ángel de Venezuela, antes de dirigirse al Índico.
El parque es conocido por la cantidad de rutas de senderismo, además de los distintos servicios para los excursionistas. Si quieres añadir un extra, visita San Rock Art, el único lugar del parque con arte rupestre abierto al público. Aquí te dejo la web oficial.
Para más información del Parque Royal Natal, te comparto la web de los parques nacionales sudafricanos. En esta web, tienes detallados los distintos trekkings que se pueden hacer.
Ruta de senderismo Tugela Gorge en el Parque Nacional Royal Natal de Sudáfrica
Se trata de la ruta más popular del parque y que, si la completas, llegarás hasta las cascadas del Tugela. El total de la ruta es de 17,64km y el tiempo medio para completarla es de 6,5h. Quiero remarcar lo de “si la completas” porque el último kilómetro (uno de ida y otro de vuelta) es bastante duro y en hacerlo se dedica una hora. Adicionalmente, ten en cuenta que, en temporada seca, como cuando estuvimos nosotros, es probable que las cascadas sean poco más que un hilillo de agua.
Por motivos que ya detallaré, yo opté por no hacer este último tramo. En el caso de que no lo hagas, la ruta es de unos 15,5km y se hace en algo más de 5h.

Cuando nos bajamos del autobús, aprovechamos para ir a los baños. A lo largo del camino no hay ningún sitio más, por lo que éste es el punto para hacerlo. Se ubican en el mismo parking de Thendele, justo el mismo punto en el que comienza la ruta.
Hacía bastante frío y, pese a saber que iba a terminar entrando en calor, sobre todo en las horas centrales del día, cuando estaba haciendo algún grado más de lo “normal”, me abrigué bastante. De esta manera, según cogía temperatura y el sol empezaba a apretar, me tuve que ir quitando ropa y cargando con ella.
El inicio de la ruta trascurre muy cercano al río Tugela, que no estaba especialmente caudaloso, pero con el Anfiteatro en el horizonte, bajo un sol azul intenso sin ni una nube, lo que convertía en una estampa digna de ser admirada.

La ruta es fácil de seguir, no hay desvíos posibles, aunque conviene mencionar que no está muy bien señalizada y que, en ese momento, no había ninguna marca como las que se usan en Europa en las rutas senderistas.
Alternamos tramos bajo un sol que cada vez pegaba más, con otras más sombrías, en las que entraban ganas de taparse un poco. Algo que no merecía la pena hacer por el poco tiempo que se iba a dedicar a transitar por ellas.
Atravesamos el río pisando sobre piedras, en ese momento, menos mal que es tan sólo un riachuelo, no obstante, conviene tener cuidado para no resbalar. Pese a la sequía que sufre el paisaje, el verde de la vegetación luce en todo su esplendor y poco a poco va desapareciendo hasta que abandona por completo a la montaña, que se convierte en roca pelada.
Caminamos en silencio, sólo escucho algún pájaro de fondo y el sonido de mi respiración. Creo que mi cansancio viene más por el calor que por el cansancio en sí. Me estoy arrepintiendo de haberme puesto mallas polares debajo de los pantalones. Sí, lo confieso: soy friolera y me da miedo el pensar que puedo tener frío.

Llegamos a una roca con forma de plataforma, el primer punto y seguido del camino. Aquí hacemos una parada para coger aire, beber agua, comer un tentempié, admirar las vistas y, por supuesto, hacer la foto de rigor. Un lugar así merece ser inmortalizado.
Aquí la guía nos advierte de lo que nos espera: un kilómetro más en cada sentido por una zona pedregosa complicada, en la que hay que tener cuidado con dónde se pisa, en la que no en todas partes se camina, sino que también hay que trepar y saltar alguna roca.
No hace falta decir que no es obligatorio continuar, tienes que ser consciente de tus propias limitaciones. Y yo lo era de las mías: con una rodilla operada hace año y medio y el menisco roto en la otra, no me veo jugando a ser una cabra montesa. Mejor parar, no vaya a ser que ocurra algo o no me vea capaz de seguir. Además, la ruta es para disfrutarla, no para ir con miedo.

El resto del grupo continuó y yo me quedé descansando un rato más y, en cuanto comprobé que nadie me veía, ¡me quité los pantalones y las mallas polares! Éstas fueron directamente a la mochila y qué gustazo llevar sólo unos pantaloncillos de senderismo.
Antes de que me entrase más pereza, me volví a poner en marcha. Yo sola en Sudáfrica, sin teléfono, así tal cual suena. Menos mal que el camino era fácil, porque me hubiese sentido mal si alguien se hubiese sentido “obligado” a regresar conmigo.
Mientras que en la ida no nos cruzamos ni nos adelantó nadie más, la vuelta muy un poco diferente, no en vano el trekking de Tugela Gorge es de los más conocidos del parque, aunque sin exagerar y sin que parezca una romería. Me crucé con algún excursionista más, incluidos dos chicos de Valencia que viajaban en solitario haciendo la misma ruta que nosotros por el país, pero en sentido contrario.

La vuelta fue bastante menos dura que la ida, y eso que el sol pegaba que daba gusto. Además, la sensación de soledad, de silencio absoluto, de estar conmigo misma y mis pensamientos en un entorno natural de primera, es muy difícil de superar. Cuando menos lo esperaba, porque creía que quedaba bastante más, llegué a los baños en los que empezó todo. Mojarse con agua fría los brazos y la nuca fue uno de los mejores momentos que te puedas imaginar.
Y, a la salida, estaba Tim, nuestro conductor, esperando tranquilamente en el autobús. Aproveché para descalzarme, descansar y comer, creo que me quedé un rato dormida. Pasó algo más de una hora hasta que los primeros volvieron: primero Ion y, unos 15 minutos más tarde, Javi.
El pobre llegaba empapado en sudor y casi no podía hablar por los resoplidos constantes. Cuando cogió fuerzas, me dijo que había hecho bien en darme la vuelta, que el camino era bastante más duro de lo que se pensaba. Pese a esto, no se arrepentía de haberlo hecho. Y, para poner un broche de oro a una ruta espectacular, decidimos coger nuestras cervezas, acercarnos al cauce del río, sentarnos en una roca, descalzarnos y meter los pies en el agua helada y brindar.

Momentos y lugares así lo merecen.
Como no puedo contar de primera mano cómo es el tramo que no pude hacer, os comparto la entrada dedicada a esta ruta del blog Más rutas y menos rutinas, además de compartir los datos técnicos de Wikiloc.
Me gustaría comentar que, por lo general, todo no se puede. Si quieres ver el Anfiteatro en su máximo esplendor, el día tendrá que estar despejado, lo que puede coincidir con temperaturas elevadas. He visto fotografías de esta misma ruta en un día en el que el sol no había hecho acto de presencia y las nubes dominaban el entorno. Me temo que el tiempo es de lo poco que no se puede comprar, así que, si has decidido hacer el trekking, buena cara y a por ello.
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