Nuestro segundo día en Sudáfrica comienza antes del amanecer porque tenemos un largo camino por delante: nos dirigimos al cañón del río Blyde y, a través de la ruta Panorama, hasta Graskop, donde haremos noche antes de llegar al Parque Kruger.
Me temo que esta es una constante a lo largo de todo el viaje: se madruga mucho. Las distancias son grandes, anochece pronto y hay que aprovechar la luz solar. La parte buena es que, al estar cansados, tenemos sueño pronto y nos levantamos, más o menos descansados.
Tras la única noche que pasamos en Johannesburgo, tomamos una bebida caliente en el hotel y nos ponemos en marcha. Pasamos por algunas calles residenciales de la ciudad en las que se ven casas, principalmente unifamiliares, con vallas electrificadas. Da un poco de mal rollo, la verdad.

Cuando dejamos la ciudad atrás, el trayecto no tiene demasiado interés, así que aprovechar para dormir un poco es buena idea. Al fin y al cabo, hay una distancia de unas 6 horas en coche.
La primera parada que hacemos es en una estación de servicio con varias tiendas en las que aprovechamos para desayunar, ir al baño, comprar algunas provisiones, un adaptador de enchufe y el libro en el que se indican los animales del Kruger.
Este libro me parece bastante práctico, está en varios idiomas, incluido en español, con fotos de todos los animales que nos están esperando, lo que facilita su identificación.
Menciono esta parada porque el lugar tiene un mirador desde el que se ven algunos animales en libertad. Hay que usar los prismáticos, pero estamos ante nuestro primer contacto con avestruces y cebras. Una pequeña muestra de lo que nos espera. Tras un pequeño percance con los prismáticos (casi los perdemos por un descuido, menos mal que los encontramos), volvemos a ponernos en camino.
Sólo nos queda una parada más en una pequeña población en la que hay varios supermercados para comprar la comida y la bebida del día.

Una de las cadenas más extendida por el país es Spar. Está muy bien abastecida, bien de precios (aunque para un porcentaje elevado de la población resulta caro) y tienen bastante variedad de comida para llevar: sándwiches ya preparados, comida caliente o recién cocinada que sirven en tuppers.
Después de dar varias vueltas, nos dimos cuenta de que, para comprar alcohol, sea de la graduación que sea, no se puede hacer en el propio súper, sino que tiene que ser en locales aparte, en los que sólo venden alcohol. Por cierto, hay botellines de cerveza que la chapa se abre girando. ¡Premio para el inventor!
Tras esta breve parada, cogemos aire porque el paraje natural hasta el que llegamos nos lo va a quitar. Ante nosotros, el cañón del río Blyde.
Algunos datos del río Blyde y el cañón
El río Blyde nace en las laderas de las montañas Drakensberg y trascurre entre valles hasta desembocar en el río Olifants, atravesando el Parque Nacional Kruger.
En afrikáans, blyde significa contento o alegre y se llamó de esta manera tras una expedición de pioneros en 1844 que terminó con la llegada sin problemas de todos ellos; sin embargo, en sePulana, el dialecto de la zona, el río se conoce como Motlatse y significa “río que está siempre lleno”.

El cañón del río Blyde es el tercero más largo del mundo, con 26km de longitud y más de 700m de profundidad y es un imprescindible en Sudáfrica.
La zona está protegida dentro de la Reserva Natural del Cañón del Río Blyde gracias a la biodiversidad (es fácil encontrar plantas endémicas) y las formaciones geológicas.
Para más información sobre esta Reserva, te adjunto la web oficial.
Visita al cañón del río Blyde
Según nos acercamos, hay algo en lo que es imposible no fijarse: grandes áreas en un solo margen de la carretera están quemadas. Lo primero es pensar que ha habido un incendio, no obstante, estas áreas se alargan a lo largo de varios kilómetros, lo que ya hace dudar.
En realidad, se trata de la gestión de la tierra que se hace en el país: todos los años se queman determinadas zonas de manera controlada para, entre otras cosas, que las cenizas alimenten el subsuelo. Esto se hace en años alternos, por lo que, vayas cuando vayas, verás un lado de la carretera quemado.
Cuando llegamos, en el mismo parking hay un mercado donde venden distintos tipos de artesanía. La advertencia es la misma que cuando estuvimos en Soweto: si ves algo que te enamore, no lo dudes y cómpralo, pero lo más seguro es que encuentres la misma pieza en más lugares del viaje. Como así fue…
Si hay algo que llama poderosamente la atención es un árbol conocido como el árbol de coral. Nativo de Sudáfrica, en él florecen densos ramilletes de flores escarlata. Y, después de alucinar con este árbol, vamos a hacerlo con las vistas.

En la zona hay varios miradores, el primero es el de Three rondavels, desde el cual tenemos unas vistas privilegiadas a las tres formaciones rocosas redondeadas conocidas como rondavels, por su semejanza a las chozas tradicionales.
Cuando creíamos que nada podía mejorar lo que vimos, fuimos por el camino que sale a la izquierda y se hizo la magia: el mirador desde el cual se ve a la perfección el meandro del río Blyde. Asomados por la barandilla, con un sol radiante, un turquesa de las aguas mágico y un verde en las montañas que no te cansas de mirar, estábamos pegados a ese momento, que parecía no tener fin.
Aunque nos gustaría quedarnos aquí todo el día, tenemos que continuar. Antes de nada, me gustaría advertir de que hay que tener cuidado en muchas partes de los senderos porque no hay ningún tipo de medidas de seguridad. No todo vale por una foto.

No teníamos tiempo, pero se puede hacer senderismo por la zona o incluso kayak en el río.
El destino me tenía guardada una última sorpresa: un grupo de niños que están de excursión escolar me rodea. Se quieren hacer fotos conmigo, me preguntan mi nombre y de dónde soy. ¡Creo que es la primera vez que tengo un recibimiento tan caluroso!
Bourke’s Luck Potholes
Seguimos por la ruta Panorama y, en poco tiempo, llegamos al nuevo punto de visita: Bourke’s Luck Potholes.
Se trata del resultado de la erosión del agua en la roca. Donde los ríos Blyde y Treur se juntan, erosionan las formaciones rocosas rojizas. Cavidades cilíndricas, cascadas y saltos de agua, piscinas naturales que, con el calor que hace, invitan a darse un baño o, por lo menos, a remojarse los pies.

Se sigue por un camino, que va de un sitio a otro por medio de pasarelas y puentes y, un sitio más en el que apetece quedarse un buen rato, aunque el calor consigue que nos demos un poco de prisa. Menos mal que es invierno…
Por cierto, el lugar lleva el nombre de Tom Bourke, un buscador de oro del siglo XIX que la descubrió mientras que exploraba la zona.
Garganta de Graskop
Seguimos por la ruta Panorama con dirección a Graskop, donde haremos noche. Antes de llegar, hacemos la última parada de la jornada: la garganta de Graskop.
Un desfiladero por el que se bajan 51m en un ascensor panorámico hacia un bosque en el que, literalmente, se oye el silencio, tan solo roto por al canto de alguna que otra ave.
Recorremos pasarelas de madera suspendidas, entre una vegetación exuberante, unas vistas que quitan el hipo y la cascada Motitsi Falls, además de distintos paneles informativos.

En el lugar se pueden hacer otro tipo de actividades, como tirolina o practicar la caída libre. Demasiada adrenalina para mí.
Recorrer la garganta de Graskop requiere tiempo, así que, cuando nos fuimos, ya empezaba a caer el sol y, para cuando quisimos llegar a nuestro alojamiento, en Graskop, quedaba muy poco de luz.
Si estás interesada en bajar por el ascensor panorámico o descargar adrenalina, te comparto la web de Graskop Gorge Lift.
Cuando se adjudicaron las habitaciones del hotel, tuvimos la inmensa suerte de tocarnos al lado de varios adolescentes en viaje de estudios. Los gritos, golpes y carreras por los pasillos fueron una constante durante un buen rato. Estoy convencida de que es el karma castigándome por mis viajes de estudios y las que montaba en los hoteles.

Nada como quejarse para que se callaran y poder dormir plácidamente, eso sí, antes cenamos en el mismo hotel y la sopa que había me sentó de lujo. Cuando se hizo de noche, las temperaturas cayeron, habiendo una diferencia entre máximas y mínimas bastante considerable.
Otros sitios para visitar en la ruta Panorama
La localidad de Graskop está más cerca del Parque Kruger por lo que, si hubiese sido nuestra siguiente parada desde este lugar, hubiésemos tenido más tiempo. Nosotros, al ir desde Johannesburgo, teníamos unas cuantas horas de camino hasta el cañón del río Blyde. Podríamos haber renunciado a la garganta de Graskop, aunque, sinceramente, este lugar me gustó mucho.
De haber tenido más tiempo, o haber llegado desde el Kruger, sin ninguna duda, hubiese añadido a la visita las cascadas de Sabie, un conjunto de cinco saltos de agua y una profunda garganta; el mirador de God’s window que, si tiene ese nombre, las vistas deben a estar a la altura de las expectativas; las cataratas Lisbon, con 94m de altura, son de las más altas del país; las cataratas Berlin, unas cascadas de varias caídas y con una altura de unos 80m sobre una poza cristalina; o cuevas Echo, llenas de estalactitas y restos de la Edad de Piedra declaradas Monumento Nacional.

Entre las poblaciones para alojarse, las más demandadas suelen ser Graskop y Pilgrim’s Rest. En este último era donde nos íbamos a alojar, a no ser por las obras que se estaban llevando a cabo en el hotel. Nos perdimos un pequeño pueblo fundado por los buscadores de oro. Graskop, donde finalmente hicimos noche, no tiene mayor interés turístico que los hoteles y restaurantes, que no es poco.
Sea como sea, el día lo disfruté mucho y sólo nos quedaba levantarnos a una hora intempestiva para empezar el safari por el Kruger.
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