Desde luego, no se puede negar que la vida es aquello que pasa mientras que estás haciendo otros planes. Ya me pasó en Semana Santa, cuando fui a Armenia que, a pesar de ser un destino que tenía en mente, por distintos motivos no estaba en los primeros lugares de la lista. Y me ha vuelto a pasar con las vacaciones de verano.
Las negociaciones en el trabajo para alcanzar un acuerdo de cómo se reparten los días de vacaciones no suelen ser un camino de rosas y este año ha sido especialmente complicado. Al final, no puede coger los días que yo quería y, por lo tanto, el viaje que nos hubiese gustado hacer fue imposible y nos conformamos con la versión corta del recorrido. Viaje, que, por si no fuese poco, tardó más de lo normal en confirmarse, llegándome a ver en junio y sin vacaciones. Problemas del primer mundo.

Bueno, lo importante, el destino que nos esperaba es un destinazo con mayúsculas y no podemos permitir que un percance nos quite la ilusión y las ganas. Así que, con la maleta cargada de esa ilusión y esas ganas y una sonrisa en los labios, ponemos rumbo a Sudáfrica y Esvatini por dos semanas.
Ay, África, qué ganas tenía de volver.
Itinerario por Sudáfrica y Esvatini
Desde Madrid volamos a Estambul, donde hacemos escala, aunque la cosa empezó con más nervios de los necesarios, ya que despegamos con una hora de retraso y tan sólo teníamos 25 minutos para cruzar todo el aeropuerto de Estambul y embarcar en el nuevo vuelo.
Por suerte, todo fue bien, hicimos noche en el avión y sobrevolamos, literalmente, todo el continente africano para aterrizar por la mañana en Johannesburgo. Eso sí, el miedo a que las maletas no hiciesen la escala a tiempo estaba allí. Una vez más, la fortuna nos sonrió y teníamos las maletas en la cinta esperando.
Sin perder tiempo, visitamos Soweto, el township en el que se inició la lucha contra el apartheid, y en el que se da la casualidad de que las casas de Nelson Mandela y Desmond Tutu están en la misma calle.

Nos ponemos ya en ruta por la Panorama route, que nos llevará a un monumento natural: el cañón del río Blyde, el tercer mayor cañón del mundo y en el que, además de alucinar con las vistas, realizaremos una caminata por la garganta de Graskop.
Al día siguiente, entramos en el Parque Nacional de Kruger, uno de los platos fuertes. Se trata de uno de los parques más antiguos del mundo, siendo un área de biodiversidad de primer orden.
Tras unos días en Kruger, cogemos carretera para entrar en Esvatini, un pequeño reino, en el que haremos un safari centrado en la búsqueda de rinocerontes (el único big five que me quedó pendiente en Kenia y Tanzania).
Regresamos a Sudáfrica, en concreto, al Parque Nacional iSimangaliso, donde conoceremos el mayor estuario de África del Sur, en el que nos cruzaremos, entre otros, con cocodrilos e hipopótamos en un entorno natural sorprendente.

Cambiamos radicalmente el paisaje y ponemos rumbo a las montañas Drakensberg, en la región KwaZulu- Natal, cuyos picos más altos hacen frontera natural con el Reino de Lesotho y donde hacemos un trekking, exigente, pero muy bonito.
En un último cambio de paisaje, cogemos un avión desde Johannesburgo hasta Ciudad del Cabo, donde pasaremos los últimos días. No sólo visitaremos la ciudad, sino que la combinaremos con un recorrido en coche por la península del Cabo.
Y, como todo lo bueno tiene que tener un final, y para empezar un viaje hay que terminar el anterior, regresamos a Madrid, vía Estambul (esta vez sin retrasos ni sobresaltos) y comenzamos a soñar con el siguiente destino.
La diferencia con el circuito de tres semanas que queríamos hacer es que, tras el trekking por las montañas Drakensberg se visita también Lesotho y se llega a Ciudad del Cabo por carretera, parando en distintos parques nacionales, además de continuar por la Garden Route, en el extremo sur del país.
Viaje por Sudáfrica por libre o con agencia
Para hacer un safari por tu cuenta, Sudáfrica es el país indicado, entre otros motivos, porque sus parques nacionales así lo permiten, algo impensable en Ngorongoro o Serengueti.
No se puede ocultar que la opción de hacerlo por libre es muy tentadora: tú mismo te fabricas tu recorrido, pasando el tiempo que consideres en cada lugar, visitando lo que te apetece y moviéndote a tu aire. Vamos, un viaje por libre.

Lo malo de esta opción es que tú te lo gestionas y eso sólo se hace de una manera: dedicando muchas horas a leer, a filtrar y a buscar en internet. No hay más vuelta de hoja. Además, con los precios de los vuelos y de los alojamientos que se ven desde los últimos años, con vacaciones en agosto en fechas absolutamente cerradas, es más que probable que nos saliese por un precio superior al que pagamos.
Teniendo en cuenta estas variables, sobre todo la del precio, nos tendríamos que haber puesto a prepararlo con muchos más meses de anticipo respecto al momento en el que tengo que indicar las vacaciones en la oficina.
Además, creo que hay determinadas actividades, como el trekking por las montañas Drakensberg, que se hacen mejor con un guía y, contratar un guía local, sobre todo si sólo somos dos, no suele salir barato.

Y, el punto decisivo para decidirnos a hacerlo con una agencia fue el safari en el Kruger. Por muy bien que queden señalizados en los mapas dónde se han avistado animales, puede ocurrir que no los veamos, nos perdamos, que pinchemos una rueda o que nos quedemos encallados en el barro (como ya me pasó en el anterior safari).
La idea de relajarte en la parte trasera de un 4×4 con la cámara y los prismáticos y disfrutar del espectáculo me parece mucho más tentadora que hacer el viaje por libre.
Pero, como en alguna ocasión he comentado, ésta es mi opción que, por supuesto, no tiene por qué coincidir con la tuya.
Brevísima historia de Sudáfrica
En este primer artículo del viaje por Sudáfrica y Esvatini, haré una introducción exclusivamente a la historia de Sudáfrica, dejando la de Esvatini en el post que dedicaré a este país y a nuestra visita.
Sudáfrica cuenta con los yacimientos paleoantropológicos más antiguos del continente y hace millones de años estuvo habitada por grupos que vivián de la recolección, la pesca y la caza.
Antes de la llegada de inmigrantes europeos, la población indígena se correspondía con pueblos que habían llegado de otras partes de África, entre los que destacan los xhosas y los zulúes.

Aunque los navegantes europeos llevaban mucho tiempo pasando por aquí, no fue hasta 1652 cuando la Compañía Neerlandesa de las Indias Orientales estableció un asentamiento que se convirtió en la actual Ciudad del Cabo.
La ciudad pasó a manos británicas en 1806, convirtiéndose en una de sus colonias, de tal manera que, los bóeres (los primeros colonos, principalmente, neerlandeses, también conocidos como afrikáners) y los británicos se desplegasen por el territorio, generando conflictos con xhosas y zulúes por la tierra.
El conflicto se recrudeció tras el descubrimiento de minas de diamantes y de oro, lo que desembocó en la segunda guerra bóer (1899- 1902) entre los bóeres y los británicos. La guerra finalizó con una victoria de estos últimos, de tal manera que el Reino Unido concedió a Sudáfrica una independencia limitada como colonia en 1910. Sin embargo, en el interior del territorio, la minoría blanca antibritánica luchaba por conseguir la independencia absoluta.
El apartheid (1948- 1992)
En afrikáans, apartheid significa separación y fue la forma en la que fue gobernada Sudáfrica tras la victoria del Partido Nacional en 1948, cuya ala más conservadora simpatizaba con la Alemania Nazi.
En la base del apartheid se encontraba una segregación racial absoluta, dividiendo a la población entre blancos, negros, indios y coloured (pese a no ser exacto, podría considerarse como mestizos).

Entre las medidas que se tomaron, podemos mencionar la ilegalización de las huelgas de trabajadores negros; los trabajos especializados quedaron reservados para los blancos; era legal que, por un mismo trabajo, un blanco ganase más que un negro; el derecho a voto era exclusivamente para los blancos; o la limitación de la libertad de movimiento para los negros.
Por ley, el 8% del territorio sudafricano era para los negros, que no podían comprar ni alquilar fuera de las zonas asignadas y muchos de ellos fueron trasladados a la fuerza a reservas que cada vez estaban más superpobladas.
En 1961, Sudáfrica consiguió la independencia del Reino Unido, formándose la República de Sudáfrica, pero ninguna ley de segregación racial cambió. Los matrimonios mixtos o el sexo interracial eran ilegales; se clasificó a la gente en función de su raza, creándose servicios públicos (bancos de parques o playas incluidos) para blancos y no blancos.
Este sistema fue rechazado por gran parte de la comunidad internacional, de tal manera, se rompieron relaciones diplomáticas y comerciales; además de ser excluidos de competiciones deportivas internacionales como los Juegos Olímpicos, o las copas mundiales de fútbol y rugby.

Dentro del país, se iniciaron movimientos de resistencia, protestas y sabotajes por parte de grupos anti- apartheid, como el Congreso Nacional Africano (CNA), que fueron reprimidos con dureza por parte del gobierno.
En junio de 1964, 7 miembros del CNA, entre los que se encontraba Nelson Mandela, fueron sentenciados a cadena perpetua tras ser condenados por traición. Durante la década de 1970, la resistencia se reorganizó, encabezada por Steve Biko, se impulsó el movimiento Black Consciousness, que abogaba por el orgullo negro, la liberación de los negros y la oposición pacífica al apartheid.
Cuando el 16 de junio de 1976 la policía abrió fuego contra una marcha de estudiantes, generó una ola de manifestaciones, huelgas y violencia a lo largo de todo el país que, en un año, se contabilizaron más de 1.000 víctimas. La población negra comenzó a politizarse.
A comienzos de los 80, los blancos suponían tan solo un 16% de la población, conllevando a una sociedad cada vez más fragmentada y polarizada, lo que llevó al presidente Pieter Botha a instaurar diferentes medidas, como la derogación de la pass law. La respuesta de la población blanca fue la creación de grupos paramilitares nazis. Al mismo tiempo, nació el Frente Democrático Unido, liderado por el arzobispo Desmond Tutu.

Botha fue sucedido por Frederik W. de Klerk que, en su discurso de investidura, anunció la derogación de las leyes discriminatorias o la liberación de presos políticos, entre los que se incluía a Nelson Mandela, tras 27 años encarcelado. Entre 1991 y 1994 el apartheid quedó abolido.
La Constitución de 1993 prohibía la discriminación racial y se garantizaba la libertad de expresión y de religión. Ese mismo año, Mandela y de Klerk recibieron el Premio Nobel de la Paz por sus esfuerzos para la reconciliación sudafricana.
Sudáfrica en la actualidad
Sudáfrica se caracteriza por la diversidad de culturas, idiomas y creencias religiosas. La Constitución reconoce 12 lenguas (más la de signos, como les gusta decir) y, como curiosidad, el inglés, pese a lo que podríamos pensar, se sitúa en quinta posición en número de hablantes nativos. El 79,5% de la población es negra y se divide en grupos étnicos con diferentes lenguas bantúes.
Aunque las décadas del apartheid quedaron atrás, permanecen grandes desigualdades entre clases sociales: una cuarta parte de la población está en paro; el 10% de la población posee el 80% de la riqueza del país. En 2019, el salario medio de los sudafricanos blancos era 3,5 veces superior al de los negros.

Según los datos del Banco Mundial, Sudáfrica tiene el dudoso honor de ser el país más desigual del mundo, medido con el índice de Gini, que da un coeficiente de 0,63, siendo 0 totalmente igual y 1 totalmente desigual.
En 2023, tenía una población de 63,2 millones de personas, de las cuales, casi el 81% son negros de etnia xhosa y zulú; un 8% son blancos de origen europeo; un 9% coloured, descendientes de bóeres y esclavos de origen malayo o africano; y el 2% restante son de origen asiático.
Para los que fuimos a EGB, estudiamos que la capital es Pretoria, pero la situación actual es algo más compleja, ya que Pretoria es la sede del poder ejecutivo, Ciudad del Cabo la del poder legislativo y Bloemfontein, la del poder judicial.
Me gustaría añadir que, de los 18 Premios Nobel de África, 11 vienen de Sudáfrica con grandes nombres como J. M. Coetzee en Literatura o Desmond Tutu en el de la Paz, aunque también podemos mencionar a Michel Levitt en Química o Sydney Brenner en Medicina.

Un país con una historia demasiado gris y compleja, con un presente que no brilla tanto como debería, una sociedad dividida por demasiados aspectos, entre los que se encuentran los que quieren dejar todo atrás y los que sienten rencor porque no están dispuestos a olvidar.
En cualquier caso, Sudáfrica nos recibió con una amabilidad que sobrepasaba lo esperado, una sonrisa sincera y los brazos totalmente abiertos.
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NOTA: la cámara de fotos comenzó a darme problemas hacia la mitad del viaje y muchas de las fotos no tienen la calidad que me gustaría.
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