Creo que muchos de nosotros asociamos la costa de la Región de Murcia a larguísimas playas de arena fina y dorada. La Manga, Mazarrón, Águilas o San Pedro del Pinatar son algunos de los lugares que encajarían perfectamente en esa imagen. Lugares vacacionales orientados al sol y playa. Sin embargo, hay una excepción: la costa de Cartagena.
Totalmente escarpada, en la que las playas se pueden contar con los dedos de una mano. Lugares muy desconocidos en los que va a ser difícil que te tumbes a tostarte y en los que, si das con el rincón propicio, te puedes dar un baño en soledad (y casi en alta mar) o practicar deportes acuáticos.
Por sorprendente que nos pueda parecer, es una costa prácticamente virgen, pero en la que podemos encontrar baterías militares, alguna que otra playa nudista y acantilados de una altura vertiginosa. En un litoral vendido al mejor postor y plagado de cemento y hormigón, es un auténtico milagro que haya llegado así hasta nuestros días.
Por mi cumpleaños, nos vamos a remar a un kayak
Mi cumpleaños cae a primeros de junio y, es verdad, llega un momento en que tienes de todo, no necesitas nada y lo mejor que te pueden regalar son experiencias. Entradas para conciertos o funciones de teatro, ir a un spa, una comida en algún restaurante especial o, como Javi decidió regalarme, una ruta en kayak por la costa de Cartagena.
¿Por qué Cartagena? Porque Javi es de allí, así que le resulta más fácil buscar empresas que gestionan estas actividades y pedir referencias.

En una de las pequeñas poblaciones que pertenecen al municipio hay una empresa que organiza actividades acuáticas durante el buen tiempo. Tenían dos rutas diferentes y Javi escogió la que, a priori, podía ser más asequible, dada nuestra condición física y que no estamos acostumbrados a palear y remar. Además, en la otra se advertía que el nivel físico y técnico requeridos era medio, mientras que, en la elegida, bajo. Vayamos poco a poco…
Pues ya tengo regalo de cumpleaños que, no sólo consiste en dejarse en higadillo en un kayak por esta escarpada costa, sino que llegamos a la Cueva del Gigante y nos bañamos en su interior. ¡Toma ya!
La cueva del Gigante
Nunca había oído hablar de este lugar y la actividad dejaba muy claro que era el destino de la excursión. Puede que para la gente que vive cerca, sea un punto conocido, pero para mí, nada y, pese a todo, no quise adelantarme a los acontecimientos y no saber lo que me esperaba. Y fue toda una sorpresa.
La cueva del Gigante está ubicada en el Parque Regional La Muela, Cabo Tiñoso y Roldán. Se puede entrar desde tierra, con un descenso de 63m y que está recomendado para espeleólogos con experiencia, o por mar, aunque hay que trepar por roca ayudados de ganchos y cuerdas.

A la entrada, se ve una sala y es el paso al tesoro que supone esta cueva: un lago interior. Dicho así, no parece que sea gran cosa, sin embargo, si tenemos en cuenta que te puedes bañar y que la temperatura del agua se mantiene agradable y constante a lo largo del año, ¿a que la cosa cambia?
La cueva del Gigante es hipogénica termal y el agua permanece a 22˚C. Una auténtica maravilla. De todas formas, antes de tirarte al agua a lo loco, conviene tener en cuenta que es necesario llevar equipo adecuado y, sobre todo, linternas.
¡Me he bañado dentro de una cueva en la más absoluta oscuridad!
Desde El Portús hasta la cueva del Gigante en kayak
Comprobamos que llevamos todo el equipo requerido: bañador, camiseta, crema para el sol, gafas de sol, gorra, escarpines, comida y ganas de estar unos días con agujetas. El mejor plan para un sábado…
Nos levantamos pronto y nos dirigimos a El Portús, una pequeña población costera desde donde salíamos con el kayak y en la que es complicado aparcar, así que no podíamos demorarnos, además, habíamos decidido reservar la actividad pronto por la mañana para evitar el sol y el calor en la medida de lo posible. Al final, gran parte de la mañana estuvo el cielo algo nublado y la actividad fue mucho más llevadera.
Llegamos al punto de encuentro, donde pudimos dejar nuestras cosas, nos dieron cascos, chalecos salvavidas y linternas y nos enseñaron cómo coger el remo, la manera de remar hacia cada uno de los lados, hacia atrás y cómo coordinarse con el compañero.

Sin más dilación, fuimos a por nuestros kayaks, nos ayudaron a subir y nos ponemos en marcha. Como suele pasar en estas situaciones, los primeros metros de paladas se hacen con mucha alegría, como si te sobrasen las fuerzas o fuese una actividad habitual en tu día a día. Sin embargo, antes de empezar a notar el cansancio, tuve otro percance: a saber cómo, me hice un pequeño cortecito en la mano, que afectaba a la manera en la que cogía el remo. Con el agua salada del mar, eso escocía una barbaridad y parecía que, más que cogerlo con la mano, lo hacía con un muñón. Pues empezamos bien.
Nos vamos internando mar adentro, pero sin separarnos, o por lo menos lo intentamos, demasiado de los acantilados. Para ser nuestra primera vez juntos en un kayak, hay que admitir que a Javi y a mí se nos dio bastante bien y nos compenetramos sin problemas.
Giramos en el puntal del Moco (sí, en la Región de Murcia ponen este tipo de nombres) y todavía nos quedaba un buen trecho. Ay, las fuerzas ya comienzan a escasear y, aunque desde tierra parece que está muy cerca, remando es otra historia.

Eso sí, no podemos dejar de alegrarnos de la suerte que tenemos al estar el sol cubierto de nubes, si no, a la actividad habría que añadir un calor húmedo que, a esas horas, ya sería elevado. Pensando de esta manera y con un último empujón, llegamos a la zona en la que dejamos los kayaks amarrados.
Bajar es fácil y, al llevar chaleco salvavidas, no hay que hacer mucho más esfuerzo para llegar a la orilla. Bueno, orilla por decir algo, porque está todo lleno de rocas y hay que tener cuidado donde se pisa. El último tramo antes de salir del agua es muy poco profundo, sin embargo, las rocas lo hacen complicado.
Cuando salimos todo, el monitor nos explica que va a colocar los ganchos y la cuerda para que la subida sea un poco más fácil y evitar accidentes, aunque hay un tramo en el que nos toca subir como cabras montesas (bueno, a lo mejor con esta última comparación he exagerado un poco, pero sí que tuvimos que trepar).
Visita a la cueva del Gigante
Llegamos a la entrada de la cueva y tenemos que dejar los móviles, más que nada porque lo tienes que llevar en la mano y no le vas a dar mucho uso. El monitor nos pide que no encendamos las linternas hasta que él nos diga. Le seguimos casi sin ver nada y, de repente, la luz se hizo (y nunca mejor dijo): encendió su interna y vemos una piscina natural, de agua totalmente cristalina, con unas rocas enormes que se ven varios metros en la profundidad.
Y ahora llega el momento cumbre: al agua patos. La temperatura perfecta del agua, ni fría, ni caliente, simplemente perfecta. En ese momento ya tenemos que encender las linternas que, por precaución y para evitar que se puedan caer y se queden eternamente como un residuo, llevamos enganchadas al chaleco.
No hace falta nadar, se flota muy fácilmente, me limito a impulsarme levemente con los brazos. Poco a poco se van descubriendo muchos de los entresijos de la cueva. Nos metemos por distintas cavidades, probamos la sonoridad y disfrutamos de un lugar y un baño únicos en el mundo. ¡Vaya regalo de cumpleaños!

Antes de salir, el monitor nos propone que apaguemos todas las linternas. Oscuridad absoluta, en ningún momento tu ojo se llega a acostumbrar y se empieza a vislumbrar algo. Nada de nada. La ligera corriente te va moviendo, te chocas con las paredes (menos mal que llevamos el casco) o con otras personas. Se trata de un buen momento para disfrutar de ese silencio que a veces es tan necesario.
Por desgracia, todo lo bueno suele tener un final y, pese a que me hubiese quedado un rato más flotando a la deriva, tenemos que salir para regresar a los kayaks. Desandamos lo andado, volvemos a bajar con ganchos y cuerdas y comprobamos lo complicado que puede llegar a ser montarse en uno cuando no estás en la orilla ni haces pie.
Un poco más y tengo que agarrarme a uno y que me vayan remolcando… aunque en mi defensa diré que no fui la única, ni mucho menos, en tener esos problemas.
Regreso a El Portús parando en cala Estrella
Antes de regresar a El Portús para entregar los kayak, tenemos una parada en cala Estrella. Se trata de una minúscula cala de rocas, bastante conocida en la zona.
En esta parada programada podíamos darnos un baño o comer, o las dos cosas y, Javi y yo no hicimos ninguna de las dos. Como he dicho, estaba nublado y no hacía demasiado calor, por lo que el baño no apetecía demasiado y, como era pronto, aún no teníamos hambre para atacar los bocadillos, así que, por no estar quietos mirando el mar sin más, comimos frutos secos.
Cuando tocó ponernos en movimiento, llegó una lancha a motor que serviría de coche escoba para los que se quedasen más rezagados. Entre el subidón de la cueva y el descanso en la cala, todas las fuerzas y energías se habían evaporado. ¡¿Que hay que ponerse otra vez a palear?! Qué pereza…
Esta vez nos costó bastante más, hubo momentos en los que era incapaz de hacer el más mínimo movimiento y la lancha escoba se ofreció a remolcarnos durante un tramo, momento en el que nuestro orgullo habló por nosotros y rechazamos el ofrecimiento.

Cada vez vemos El Portús un poco más cerca, queda el último empujón. Javi me dice varias veces que no palee más, que se encarga él, pero no le hago caso, dos palean mejor que uno y tengo ganas de terminar.
Según nos estamos acercando, uno de los monitores nos grita “¡estás dejando que lo haga ella todo!”. Vamos, que si regresamos sanos y salvos ¡fue por mí!
No lo voy a negar, fue cansado, entre el madrugón, el esfuerzo físico y, sobre todo, por los movimientos a los que no estamos acostumbrados. Pese a todo esto, merece mucho la pena, la cueva del Gigante es un lugar impresionante, en uno de los mejores baños que me he dado nunca y, especialmente, como regalo de cumpleaños que, desde luego, no esperaba.
Y lo mejor, la siesta que nos echamos al volver a casa. Zzzzz
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NOTA: ninguna de las fotos las he hecho yo. Las que he sacado de internet, he indicado la fuente; las que no la tienen, son del monitor que nos acompañaba en la actividad.
Ya sabéis que no soy muy dada a decir nombres concretos de empresas. Si alguien tiene curiosidad y quiere hacer la actividad, que me lo diga y se lo comento sin problema.
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