Reflexión sobre viajes y seguridad

En los últimos días, varias personas que saben que me gusta viajar, me han preguntado si estaba al tanto de que se puede hacer turismo en Afganistán. He respondido afirmativamente, lo que les ha sorprendido bastante, de hecho, puedo mencionar, a bote pronto, cuatro agencias, tres de ellas españolas, que tienen en su catálogo este país asiático. Agencias orientadas a destinos “peculiares”, menos trillados o sí, peligrosos, pero también orientadas a otro tipo de viajeros, ese que tiene muchos kilómetros en las suelas, que ha visitado muchos sitios, que tiene curiosidad por conocer mundo y, sobre todo, que no se deja amedrentar por el miedo.

En cierto modo, me siento identificada con ellos: a mí también me gusta viajar y la curiosidad por conocer otros lugares y otras culturas pesa mucho, cada vez tengo más kilómetros en las suelas, aunque el respeto, más que el miedo, a determinadas situaciones de guerra o violencia extremas hacen que no haga ese último click para contratar un viaje. No quiero ni imaginar la bronca que tendría con mi madre si le dijese que voy a Afganistán o a Libia, por mucho que ella sepa que viajar me hace sentir viva y cada vez acepte más que me vaya a sitios lejanos. Tampoco quiero ni imaginarme cómo sería la conversación con el otro descalzo por el mundo para comentarle que he decidido dónde nos vamos a ir de vacaciones.

El otro lado de Kabul, capital de Afganistán. Foto de Mohammad Husaini en Unsplash

Pero no es sólo por las conversaciones incómodas por las que no voy a países a los que el Ministerio de Asuntos Exteriores español desaconseja desplazarse, sino también, como acabo de mencionar, el respeto pese más que la curiosidad. Tengo pendientes muchos más lugares que unos pocos a los que, sinceramente, no creo que sea el mejor momento para ir. Espero que en pocos años se pueda, ya no por ese egoísmo viajero, sino porque será un entorno seguro para sus propios habitantes. En cualquier caso, no creo que muchos de los que paseaban por La Rambla de Barcelona aquel fatídico 17 de agosto de 2017 o los que compraron una entrada para ese concierto de la parisina sala Bataclan el 13 de noviembre de 2015 pensaran que iban a encontrar una muerte tan trágica. Y, desgraciadamente, ocurrió. De la misma forma que no creo que ningún ministerio de asuntos exteriores de ningún país desaconseje viajar a España o Francia.

Huyo de comentarios del tipo “se metían en la boca del lobo” o “se lo merecen”, primero, porque no creo que nadie merezca morir, segundo porque ¿qué es la boca del lobo? ¿No han oído hablar de los accidentes domésticos? ¿No saben que también puedes morir yendo de vacaciones a Portugal? Que tu manera de entender la vida o las vacaciones sean opuestas a las mías no significa que una de ellas sea mejor, significa que son diferentes. Tú me respetas, yo te respeto.

¿Por qué seguimos tildando de locos a aquellos que hacen actividades o van a sitios a los que la gran mayoría no van ni hacen? Seguro que Amudsen también se tuvo que enfrentar a la incomprensión o los insultos de aquellos que no tenían ese “espíritu aventurero”. Todas esas imágenes o documentales de ensueño que vemos en National Geographic, por ejemplo, están filmadas por un aventurero. Darío Barrio practicando salto base y la estupefacción de gran parte de la sociedad cuando nos enteramos de su accidente mortal.

Me gustaría acompañar esta reflexión por los dos artículos que la han propiciado y que son bastante mejores que lo que acabo de escribir. El primero, de Javier Brandoli para El Confidencial y, el segundo, de Daniel Landa para Viajes al Pasado. No piden, no pedimos, que lo entiendas, sino que lo respetes.

Y sí, para todos aquellos que braman que no quieren que con sus impuestos se repatríe los cuerpos de tres pijos aburridos que han ido a Afganistán de vacaciones, decirles que, por un lado, no se decide a qué queremos que vayan dedicados nuestros impuestos, no funciona así y, si lo hiciera, yo también tengo un criterio, que es tan válido como el suyo y, por otro lado, que, para su tranquilidad y su bolsillo, las víctimas viajaban aseguradas, por lo que el seguro se hace cargo de los gastos. Aunque los seguros de viaje no son obligatorios y, en algunos destinos deberían serlo, sí son muy recomendables y lo más frecuente es contratarlo: supone una mínima parte del precio del viaje y sabes que estás cubierto. (Descalzos por el mundo no es un blog con enlaces afiliados, por lo que no os voy a ofrecer descuento en ningún seguro, sorry not sorry). Por cierto, si digo que el sitio donde he pasado más miedo viajando fuese Viena, ¿cómo se os queda el cuerpo?

Dicho esto, creo que muchas veces, o la mayor parte, si no tienes nada positivo que decir, mejor permanecer callado.

Aquellos que eran vistos bailando, eran considerados locos por quienes no podían escuchar la música

Frase atribuida a Friedrich Nietzsche

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