Las de la última fila

Este mes no sólo quiero viajar a un destino, sino también, a un tipo de viaje, el de amigas, y lo voy a hacer de la mano de la miniserie Las de la última fila (Daniel Sánchez Arévalo, 2022).

Alma, Leo, Sara, Olga y Carol son cinco amigas, ya treintañeras, que se conocen desde la infancia. A pesar de que cada una tiene su vida (parejas, no parejas, hijos, trabajos, etc.) siguen viéndose a menudo y todos los años se van unos días de vacaciones juntas. Este año van a Cádiz y es más especial que nunca, ya que a una de ellas le han diagnosticado un cáncer y aprovechan estos días antes de la quimio.

Cartel promocional de la serie. Foto de Netflix

Se ríen, lloran, se conocen aún más y, al mismo tiempo, se dan cuenta de que siguen teniendo secretos las unas con las otras, además, de ponerse unos retos diarios de obligado cumplimiento, que van desde drogarse juntas, hasta decir la verdad, pasando por cerrar asuntos del pasado que seguían abiertos o montárselo con otra chica.

A lo largo de varios días las acompañamos en la playa, en el chalet de lujazo con piscina que alquilan o de copas, con Cádiz siempre de fondo. Y sí, lo reconozco: no he estado en Cádiz.

Bueno, no es del todo cierto porque, cuando tenía 5 años, fuimos de vacaciones a un apartamento en Chiclana. Tengo pocos recuerdos, así que quedaría muy fantasma decir que he estado en Cádiz. Aunque alguna que otra vez ha sido de los destinos que salen como posibles. En 2018, cuando estábamos pensando en lugares para Semana Santa, era uno de los que estaban encima de la mesa. No recuerdo exactamente por qué lo descartamos, pero seguro que la escasa disponibilidad de alojamiento en las fechas en las que lo miramos tuvo mucho que ver.

También ha sido de los destinos propuestos para unos días de descanso en verano. Nunca lo hemos llegado a mirar porque las odiosas olas de calor hacen que lo elimine de mi mente y lo sustituya por el Cantábrico (chaqueta por las noches, dormir tapados, temperaturas contenidas, mmmm). Conozco a bastante gente que suele ir a Cádiz y todos coinciden en que, si lo pruebas, repites, que es una maravilla, que las playas son un escándalo, que los pueblos son un sueño hecho realidad… y que como no reserves con muchos meses de adelanto, o pagas con un riñón o te buscas otro sitio, o mejor, aún, no vayas en verano. Es lo que tiene este pedacito de costa: que es muy cara. Desde luego, no es un destino para reservar en último momento o para coger la carretera a ver qué te encuentras.

Las risas con amigas en Cádiz saben mejor. Foto de Netflix

En cualquier caso, las playas de dunas que se ven en la serie son una preciosidad y el pueblo de Véjer de la Frontera me ha dejado loquísima, ya estoy deseando perderme entre sus calles y no parar de hacer fotos a cada rincón, aunque, siendo sincera, las vacaciones de sol y playa no son mis favoritas. La playa me gusta para un rato y, al final, estaría todos los días, coche arriba, coche abajo para ir a algún pueblo distinto. ¿Eso suena a vacaciones de relax?

Me estoy desviando porque, como decía al comienzo del post, más que del sitio en cuestión, quería hablar del concepto de vacaciones con amigas. Me parece bonita y muy sugerente la idea de reservar unos días al año para viajar con amigas, da igual la situación de cada una, esos días son nuestros.

Yo he viajado con amigas y, más que por una “imposición” de amistad, fue por las circunstancias. “¿Nos vamos juntas en Semana Santa?” “¿Te apetece hacer algo en el puente?” “Tengo días pendientes de coger, ¿miramos algo?”. Y así es como nos fuimos a Budapest, Lisboa, Venecia, Dublín, Úbeda y Baeza o Nueva York. Casi nada. Pero reconozco que suele ser complicado cuadrarlo: no tengo el puente, los niños son pequeños, es que me apetece irme con mi novio, me va mal de pasta, no coincidimos en fechas, etc. Al final, cada una se monta la fiesta por su lado.

Por las calles de Véjer de la Frontera. Foto de Netflix

En los viajes con amigas se han dado sorpresas que, cuando lo haces en pareja, no se suelen dar: como los chicos de despedida de soltero en Budapest que vendían tampones y pedían teléfonos de chicas; hacer la ficha a toda la población masculina de Estocolmo; decidir qué veneciano nos gustaba más o terminar en una mesa VIP en un boys de Nueva York. Y todo esto pasaba mientras que nos poníamos al día, compartíamos confidencias y nos conocíamos un poco más.

La parte mala de estas vacaciones (también válido cuando lo haces en pareja) es la convivencia. Estar 24 horas con otras personas suele desgastar y hace que saltemos a la primera de cambio por tonterías. He visto a amigas ponerse malas caras, las he puesto yo misma, así como me he llegado a enfadar y he visto discutir. Esto, y mi apetito viajero insaciable, hicieron que empezase a viajar sola en grupo. Aunque da un poco de corte presentarse como la que va sola, la mayoría de la gente que se apunta tiene muchos kilómetros en las suelas de las zapatillas y es bastante educada, lo que significa que tiene muchas tragaderas. En todos los recorridos que he hecho en grupo, no he visto a nadie discutir. La confianza da asco.

Tengo amigas que siguen viajando con amigas. En el grupo de una de ellas, las que están solteras, se van de vacaciones en verano juntas. Según mi amiga, te garantizas las vacaciones, la parte mala es que, como se conocen tanto, discuten desde el principio. Otra de ellas, Geni, se suele ir cada dos años con su amiga Bego, en busca de aventuras y a destinos a los que sabe que con su marido no iría. En lo que coinciden las dos es en lo que te une y que haces que generes muy buenos recuerdos al lado de gente a la que quieres.

Planazos con amigas. Foto de Netflix

Un viaje como el que se montan las protagonistas de Las de la última fila es muy evocador, me apetece estar unos días con mis amigas, solo nosotras hablando de nuestras cosas, como cuando quedamos un día, salvo que sería más tiempo. Sin embargo, ¿estaría dispuesta a reservar unos días para tener unas vacaciones como las de la serie? Vacaciones de levantarte cuando quieras, acostarte cuando te vaya bien, beberse hasta el agua de los floreros, alternar piscina, playa y siesta… ufff eso ya son palabras mayores. A lo mejor un año, pero todos… ¡que los días de vacaciones son limitados! Si se pueden cambiar por vacaciones con amigas en Marruecos, Japón, Noruega o Bretaña, ¿por qué no? Creo que la cabra siempre tira al monte.

En cualquier caso, lo reivindico: ¡más viajes con amigas! A dónde sea, pero con ellas.

Una vez más, os comparto la crítica de la serie en Filmaffinity

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