Este mes, viajamos a una zona muy desconocida y remota de Irlanda, en concreto, a las islas Aran, de la mano de la película Almas en pena de Inisherin (Martin McDonagh, 2022).
La historia surge alrededor de dos amigos, Pádraic y Colm, justo en el momento en el que Colm decide cortar su amistad, hastiado de la tristeza y del aburrimiento que asegura que trasmite Pádraic y, por otro lado, nos enfrentamos a la reacción de este último, ya que le cuesta asumir que su amigo no quiera saber nada más de él.

La película está situada en una de las islas de este archipiélago, en 1923, cuando en el resto del país se vivía una guerra civil, mientras que allí no se vieron afectados y tenían su propia guerra montada. A través de las imágenes presenciamos unas vidas muy humildes y rutinarias, en un entorno natural duro, en el que todos los días se parecen y no hay mucho que hacer, a parte de los quehaceres diarios e ir al pub.
Reconozco que sabía muy poco de este archipiélago, solo el nombre y que pertenecían a Irlanda. En alguna que otra ocasión, había visto alguna publicación relacionada en redes sociales o en alguna revista de viajes y poco más. Al ver la película, en la que los paisajes verdes inundan la pantalla, me trasladé automáticamente a Escocia. Países diferentes, pero con un parecido similar, por favor, que me perdonen irlandeses y escoceses después de esta afirmación.
Para situarnos, las islas Aran son tres, Inis Mór, Inis Meáin e Inis Oírr, con unos marcos naturales inigualables, unos jerseys de lana muy conocidos y habiendo conservado el idioma y la cultura gaélicos. Sus habitantes mantienen esta lengua y son bilingües en inglés, por lo que ésta no es una barrera para no ir. ¿O en cuántos sitios habéis estado en los que no se habla inglés?

El escenario que vemos en la película, Inisherin, es inventado ya que se rodó entre las islas de Inis Mór y Achill, esta última en el condado de Mayo, sin embargo, los paisajes, estén donde estén, impresionan y nos hacen trasladarnos a un lugar de belleza sobrecogedora.
Lo que vemos en pantalla es una tierra verde, aunque sin vegetación, ni árboles, con unos acantilados imponentes y unas pequeñas playas de arena fina en la que el agua es turquesa y, lo que más me llamó la atención, en las vistas aéreas, se ve todo el terreno totalmente parcelado con muros de piedra. Poblaciones con pocos habitantes, tanto en la ficción como en la realidad, ya que, en la isla mayor, Inis Mór, tan solo se cuentan 800 vecinos, de un total de 1.300 en el archipiélago. Desde luego, no parece que la vida en este lugar sea fácil.

¿Y por qué inspira para desplazarse hasta un lugar así? Parece que no hay mucho que ver… Para escribir este artículo me he informado, buscando referencias en otros blogs y páginas y he consultado un par de guías. En las dos, marcan las islas Aran como un imprescindible. Ir a pasar el día es fácil desde Galway y por allí la movilidad es cómoda en bici, gracias al reducido tamaño, tal y como nos cuentan desde el blog Salta conmigo (también mencionan un bus turístico, aunque no he encontrado ninguna información al respecto en Turismo de Irlanda). Pero no solo se dan paseos en bici, sino que llegaremos pedaleando a ruinas paleocristianas, el fuerte Dún Aonghasam de más de 3.000 años de antigüedad o el complejo de Seven Churches que, como su propio nombre indica, es un conjunto de iglesias y otros edificios de los siglos VII y VIII dedicados a San Brenán, comido por el musgo, el salitre y la maleza, otorgándole un romanticismo que no se puede encontrar en muchos sitios. Asimismo, veremos la abrupta costa, moldeada por la fiereza de las olas, una colonia de focas, cisnes salvajes y una vida nocturna a la que merece la pena dedicar una noche. ¿De verdad que no os apetece ir? Yo lo estoy deseando.
No todos los destinos tienen que tener catedrales de impresión, ruinas romanas, museos de fama internacional o una catarata que vomita miles de metros cúbicos por segundo; otros nos atrapan con la sencillez, sin saturarnos de cosas que ver, sin dejarnos con el sabor amargo de lo que dejamos para una segunda visita y basándose en una estancia tranquila y relajada, simplemente, disfrutándolo y, mucho me temo que las islas Aran están en esta segunda categoría.
Sólo he estado una vez en Irlanda y fue conociendo Dublín, la capital, ni siquiera nos adentramos en zonas más rurales, y no por falta de ganas. La idea de circunvalar la isla en coche está en los planes que más me apetecen, además, el año pasado era uno de los destinos finalistas a los que ir en verano, junto con Escocia y Eslovenia. Se nota que nos va el verde.

Viendo a Pádraic y a Colm recorrer esos caminos me trasladó al verano pasado en Escocia y al recorrido que hicimos en agosto de 2021 por el País Vasco, cuando terminamos en Bilbao un periplo de varios días de campo y mar y no veíamos el momento de volver a escaparnos a la montaña, así que, en cuanto tuvimos una tarde libre, cogimos el coche y salimos pitando a Nuestra Señora de Aranzazu y Oñate. ¿Qué tendrá el campo que nos atrae tanto?
Algo similar al verano pasado escocés, después del tour que hicimos en coche, llegar a Glasgow nos dio un poco de bajón, teniendo en cuenta, además, que nos quedamos con ganas de haber disfrutado mucho más la isla de Skye y hacer una ruta senderista por el Valle de Glencoe. No siempre se puede tener todo.
En cualquier caso, esta película nos ha dado a conocer un pequeño archipiélago irlandés que, hasta hace poco, era un gran desconocido y creo que no me equivoco si afirmo que, a partir de este verano, va a ser uno de los lugares más visitados. Cuidado con esto…
Como en anteriores ocasiones, os comparto la crítica de la película en Filmaffinity.