¿Habéis practicado alguna vez el turismo solidario? Tengo que reconocer que yo no, aunque, hace bastantes años, lo estuve considerando.
Ir a un país en vías de desarrollo o empobrecido a cooperar en la actividad que fuera. Lo pensé, primero, por quitarme la espinita de no haber desarrollado mi carrera hacia la cooperación internacional, que era lo que yo quería, pero también, como una manera de limpiar mi conciencia de trabajadora privilegiada en una multinacional. El sentimiento de culpa a veces pesa demasiado.
Cuando investigué sobre este tipo de vacaciones, fue hacia el año 2008 o 2009 y, por aquel entonces, no había tanta información como hay ahora. Sí que encontré algunas agencias que gestionaban estos viajes pero, en mi caso, había dos aspectos que lo hacían inviable. El primero, la duración de la estancia: como mínimo, eran tres semanas y, en mi empresa, no nos autorizaban más de dos semanas seguidas. El otro, el coste. Tenías que pagar el billete y la estancia allí, lógico, y ascendía a varios miles de euros. No me lo podía permitir.

Fue un proyecto que abandoné, ya que lo asociaba a estas dos particularidades y desistí del tema. Supongo que el mundo multinacional se instaló en mí y comencé a disfrutar de otro tipo de vacaciones más convencionales.
En los últimos años he conocido a gente que sí ha vivido esta experiencia colaborativa y, aunque sólo hablé con ellos por encima del tema, me dijeron que te cambia la vida y que es muy recomendable. Ya no se trata de proyectos tan largos, sino que se pueden encontrar por unas dos semanas.

Cuando diseñé el índice de puntos que voy tratando en este blog, caí en este tipo de turismo y lo apunté. Aunque no puedo hablar en primera persona, me parece interesante remarcarlo ya que cada vez es una opción para más gente. Eso sí, buscando información sobre este tema, di con el blog Solidaridad Viajera y fue un bofetón de realidad. Lo escribe Sonia, una mujer que ha dedicado muchos años a la Cooperación Internacional, así que sabe de lo que habla. Leí casi todos sus artículos y desmontó muchos de los mitos que tenía; aclaró dudas y me hizo pensar.
No pretendo hacer un resumen de todo aquello, está mucho mejor contado en su blog, pero sí que me gustaría remarcar algunos puntos, tales como la romantización de la pobreza, el evitar ser un salvador blanco y no compartir fotos de menores, especialmente, si es para tener un Instagram bonito.

Sobre la romantización de la pobreza, empleemos el sentido común: a nadie le gusta ser pobre. Es normal querer lo mismo que queremos cualquiera de nosotros, sobre todo, si no paran de metértelo por los ojos las redes sociales o la televisión. No podemos pretender que un indígena renuncie a tener un móvil de última generación para que continúe siendo “auténtico” para mis ojos y mi cámara.
El síndrome de salvador blanco consiste en la necesidad de ayudar a todo aquel que no es blanco, desde una posición de superioridad moral. No se trata de cerrar los ojos al mundo menos privilegiado, sino de viajar a estos países con los ojos y las orejas bien abiertos, tratar a los demás como iguales. Hay puntos para evitar ser salvadores blancos que me parecen obvios: no comportarme fuera como lo haría en casa, no publicar fotos en redes sociales sólo para buscar alabanzas y ser conscientes de que no lo sabemos todo y que nos vamos a equivocar. Pero, ¿qué tiene de malo querer dedicar mis vacaciones a los demás o aprender (más) a valorar lo afortunada que soy? Este es el aspecto que más conflicto interno me causó y todavía le seguiré dando unas cuantas vueltas. Frivolizando un poco, me siento como Joey cuando afirmaba que no existen buenas acciones desinteresadas.

Dejo para el final el aspecto que más importante me parece: no compartas fotos de menores y, menos aún, sin el consentimiento de sus padres. Si vemos a un adulto haciendo fotos a menores en nuestra ciudad nos echamos las manos a la cabeza, así que, ¿por qué no nos comportamos de la misma manera cuando estamos fuera? Son niños, no atracciones turísticas ni imanes para atraer likes y piropos.
¿Habéis viajado de esta manera? ¿Cómo fue la experiencia?
En línea con Solidaridad Viajera, os comparto este artículo de Elisa Caballero en El Diario. Para pensar