La Gran Manzana

Me marcho a Nueva York

Y los jamones son de york

Esta cancioncilla la estuve cantando durante 11 meses, de septiembre de 2009 a octubre de 2010, es decir, desde que tomamos la decisión de viajar a la Gran Manzana hasta que aterrizamos.

Os pongo en antecedentes: Air Europa sacó una promoción (Air Europa solidaria) con vuelos a distintas ciudades del mundo (Moscú, Buenos Aires, Nueva York o Tokio) con un precio final de ida y vuelta de 400€ y donaba parte de ese precio a una ONG. Aviso: esa promoción sólo ha existido esa vez. Una compañera de trabajo se enteró, nos lo comentó al grupillo y decidimos que no se podía dejar escapar. La ciudad elegida fue Nueva York. En ese momento, ni me planteaba cruzar el Atlántico, mi presupuesto no me lo permitía, pero me dio igual: volar a EE.UU. por ese precio era un chollo en aquella época. En cualquier caso, pude comprobar que no era un destino tan caro como me había imaginado.

Hola, Nueva York, ya estamos aquí

Durante casi un año esperamos ansiosas el momento de embarcarnos. Preparamos itinerarios por toda la ciudad, revisamos lo que no nos podíamos perder, situamos museos y tiendas y decidimos ampliar la estancia una semana más para visitar las cataratas del Niágara, Boston y Washington, aunque ésa es otra historia.

Inicialmente, íbamos a ir seis chicas, aunque, por motivos laborales, una no pudo venir y nos quedamos en cinco. Buscamos un apartamento turístico donde entrásemos todas para que saliera más económico y, en teoría, para poder comprar comida en un súper y desayunar y que nos saliera más barato. No desayunamos allí ni un solo día. ¡Éramos neoyorkinas! ¿Qué neoyorkino desayuna en su casa?

Si no cruzas el Puente de Brooklyn, no has estado en Nueva York

Cuando llegó el momento, fuimos a Barajas, pasamos todos los controles, subimos al avión y nos sentamos en nuestros asientos. Después de un vuelo de ocho horas que se hizo bastante pesado, aterrizamos en el aeropuerto Kennedy. Al ser muchas y llevar maletones, cogimos un taxi. Según nos acercábamos a Manhattan y vimos los rascacielos iluminados, empezamos a gritar “¡el Empire State, el Empire State!”. Sí, estoy de acuerdo con lo que estáis pensando: no deberían dejarnos salir de casa. Por cierto, aprendimos que las direcciones no se dan como aquí: calle y número, sino la confluencia de calles, es decir, la 2ª con la 66, por ejemplo.

La adaptación horaria fue dura: no sabes si tienes hambre, sueño, si toca cenar o beber algo. Así que optamos por comer algo rápido y subir a descansar. Y, en el momento de caer derrotada en la cama, descubrí por qué la llaman la ciudad que nunca duerme y lo malo que puede llegar a ser el jet lag: tumbada en la cama, con todo el sueño del mundo y los ojos como platos. En fin, como suelo decir, si eso es todo lo malo, me compensa seguir viajando.

¡El Empire State! ¡El Empire State!

En la primera mañana, visitamos el Downtown. Todavía recuerdo cuando levanté la cabeza para ver un rascacielos y no llegaba nunca hasta el final. Estar rodeada de esa mole de edificios, de gente corriendo a todas partes, tan lejos de casa… vamos, que todavía no me podía creer estar allí. Y es que Nueva York es tal cual lo vemos en las películas: taxis amarillos, atascos, humo blanco saliendo de las rejillas del metro. Nueva York es una maravilla.

La primera vez que vayas a Times Square, que sea de noche

Recorrimos sus avenidas, fuimos a China Town y Little Italy, paseo por Central Park, misa gospel en Harlem… turistas ejerciendo de turistas. La Estatua de la Libertad me impresionó, por muchas fotos que hayas visto, no es lo mismo. Aquello que tantas veces sale en la tele, lo estaba viendo con mis propios ojos. La primera vez, fue en el ferry de Staten Island, que es gratis y pasa cerca de la isla (es gratis porque, el propietario del servicio, al fallecer, lo legó a la ciudad con la condición de que el precio fuese siempre 99 centavos y, como no es práctico tener monedas de un centavo para las vueltas, se decidió no cobrar nada). Bueno, el ferri pasa cerca, hay muchos más turistas que te dan codazos para apoyarse en las barandillas, pero nos supo a poco. Así que, al día siguiente, decidimos coger el ferri que lleva a Liberty y Ellis Island (donde estaba el registro que encontraban todos los inmigrantes al llegar). Justo lo que queríamos.

Hello, Miss Liberty

Había un par de sitios que incluí en la lista de los imprescindibles: la localización de los exteriores de Friends y el portal de Carrie Bradshow de Sexo en Nueva York. Nivel 1000 de mitomanía. De hecho, la zona en la que se ubican, el Village, es una excepción de casas bajas y de ladrillos en la ciudad de los rascacielos.

Al principio de la entrada, comentaba que el viaje que me había salido más barato de lo que pensaba. El alojamiento entre cinco personas es más barato. Al ser una ciudad del primer mundo, en comer te puedes gastar todo el dinero que quieras y, muchas de nuestras comidas las hacíamos en locales de comida rápida. La semana siguiente, los gastos eran entre cuatro: desde el alquiler del coche hasta las habitaciones de hotel. Nunca llegué a calcular cuánto dinero me costó. ¿Y qué?

Edificios tradicionales con escaleras de emergencia, a las que está prohibido salir, NUeva York

¿Habéis estado en La Gran Manzana? ¿Cómo recordáis esa primera vez?

En el futuro contaré la vez que salimos de copas por Manhattan y la segunda semana en EE.UU.

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